De veganos, la Biblia y otras yerbas por Jorge Castañeda.
La etimología del término “vegano” (no aceptado por el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua) proviene del vocablo inglés, que a su vez deriva de “vegetarian”, utilizando las tres primeras letras y las dos últimas letras de dicha palabra.
El veganismo de alguna forma fue impulsado por Donald Watson (a pesar de que nunca pronunció dicho nombre) al fundar la primera sociedad vegana del mundo.
Los seguidores de esta filosofía se basan, según ellos, en una dieta de vegetales tanto para los hombres como para los no humanos, tomando el versículo 31, del capítulo 1 del libro de Génesis al pie de la letra, lo que declara Dios como bueno:
“He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así”.
Indudablemente si se pone esa frase en su respectivo contexto se verá que el mismo Dios también establece para la dieta a los animales “puros” (hay en el Levítico una larga lista de los animales puros e impuros, es decir, los que les estaba permitido comer al pueblo judío, precepto que la comunidad cumple hasta el día de hoy, donde el caso más conocido es el de la carne de cerdo).
Es así como se aprecia en el relato donde el patriarca Abraham recibe a dos ángeles de Dios. Y cito textualmente: “Corrió también Abraham a la vacada y tomó un becerro tierno y gordo y se lo dio al criado, que se apresuró a prepararlo. Tomó también cuajada y leche y el becerro que había preparado y lo puso delante de ellos; y él se quedó de pie junto a ellos bajo el árbol mientras comían”.
Jorge Luis Borges y Bioy Casares escribieron un memorable ensayo para la firma La Martona (propiedad de la familia de Bioy) y expresan que esa es la cita más antigua sobre la cuajada, precursora del yogur (otras versiones traducen como mantequilla).
Ahora, la pregunta que ha desatado ríos de tinta entre los teólogos y los estudiosos de las Sagradas Escrituras: ¿los ángeles celestiales, mensajeros de Dios, tenían estómago como los humanos para apetecer dichos platos?
Por su parte el libro del profeta Isaías expresa que “Comerá cuajada y miel hasta que sea suficiente para desechar lo malo y escoger lo bueno”.
Con respecto a la dieta cotidiana de Juan El Bautista, primo del Salvador, la Biblia dice que “vestía piel de camello -o sea que a esos animales no solo se los sacrificada sino que Juan usó su piel como vestimenta- y se alimentaba de langostas y miel silvestre”. ¿Era vegano?
En aquellos tiempos, las langostas -muy citadas en la Biblia y a veces puestas por ejemplo en el libro de los Proverbios- eran de una variedad comestible y aportaban proteínas (actualmente en Oriente se las incluye en algunos platos exóticos para nosotros).
No se debe tampoco ignorar que los nazareos (los que hacían votos de nazireato, que no deben confundirse con los nazarenos, o sea originarios de Nazaret) por su vida dedicada a Dios tenían dietas muy estrictas. El caso del juez Sansón fue la excepción. Pero la pregunta es: ¿eran vegetarianos?
Lo importante de todo esto es respetar no solo las opiniones de los que piensan distinto, sino los hábitos de cada uno, porque son opciones personales. Y no querer imponer por la fuerza porque, como decía Borges, “La verdad o la tienen todos o no la tiene ninguno”.
Y para cerrar la nota, una frase por demás conocida de Jesús que conviene traerla a la memoria: “No solo de pan vivirá el hombre”.
Publicado en Diario "Río Negro", 07/08/2019.-
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