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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, agosto 04, 2019

¿Conocías esta historia? Historia de amor, de locura y de muerte: el monumento que tiene 84 años.


¿Conocías esta historia?
Historia de amor, de locura y de muerte: el monumento que tiene 84 años.

La monumental ala de cemento que Raúl Baron Biza mandó a construir para Myriam Stefford. Rosa Margarita Rossi Hoffmann (Berna, Suiza, 1905-Marayes, San Juan, 26 de agosto de 1931) fue una actriz, aviadora suiza nacionalizada argentina. Utilizó el seudónimo Myriam Stefford. 

Un documental sobre los personajes detrás de la historia revela detalles de todas las personas involucradas en esta historia de novela que se volvió tragedia.

La historia del "Ala del avión" parece salida de una ficción y se sostiene sobre dos pilares: la vida y la muerte de sus dos protagonistas. Sobre ellos gravita una nube hecha de verdades y de mitos. Los datos ciertos son que él era millonario, que escribió libros y que no le caía bien a todo el mundo. Se enamoró de una aspirante a actriz devenida en piloto. La mujer se mató en un accidente de aviación. Se llamaban Myriam Stefford y Raúl Baron Biza.

En homenaje al amor truncado por la muerte, el millonario escritor que no le caía bien a todo el mundo hizo construir en medio de sus campos el mausoleo más grande de Argentina. 82 metros de la base a la punta. Siete metros más que el Obelisco. Pero el monumento del ala no está sobre una avenida, sino en la ruta número 5, que serpentea para unir la ciudad de Alta Gracia con Córdoba.

Es perturbador transitarla cuando cae el sol. El monumento a Myriam Stefford parece el dial de una radio clavada en una emisora que presagia tragedias.

Se trata de un símbolo de referencia insoslayable para marcar una geografía que fue el epicentro de una obsesión. Construida en 1935 por mano de obra importada de Polonia, se terminó antes que el Obelisco. Su mentor se ufanaba de eso en un solapado "lo tuvimos antes que los porteños". Pero era tan cierta la afirmación como inútil arrogársela. Todo lo que vino después de que pusieron la última capa de cemento fraguaría, con una extraña mezcla de misterio y desenlaces cruentos, una masacre en escala, paulatina, que se cobró la vida de varias personas que llevaron el apellido Baron Biza.

La historia del monumento a Myriam Stefford, está presente en el mapa cultural de Córdoba, a la par del Cucú, Mar Chiquita, los alfajores y el cuarteto. Cualquier cordobés que se precie ansía tener que recorrer la ruta 5 con un acompañante que ignore los pormenores. La posibilidad de condimentar a gusto el plato típico de nuestro patrimonio, de sazonarlo con morbo fresco y una pizca de datos incomprobables, despierta en nosotros una vocación de guías turísticos melodramáticos.

Christian Ferrer y Candelaria De la Sota escribieron dos libros que investigan hasta la borra para dejar algunas cosas en claro. El avión que piloteaba Myriam, el Chingolo II, cayó de punta sobre la provincia de San Juan y se clavó en una bola de fuego donde ahora sólo quedan un monolito y una placa. El accidente ocurrió en un lugar llamado Maralles. Miriam viajaba con Luis Fusch, instructor de vuelo con un currículum que daba cuenta de su paso por la Primera Guerra Mundial, en el batallón del Barón Rojo, implacable con las balas trazadoras.

El cuerpo de la mujer fue trasladado a Córdoba y sepultado bajo una tapa de cemento. Por encima se levantó el monumento. Por debajo, se cree, el marido depositó una fortuna incalculable en joyas. Una de ellas es el diamante Cruz del sur, de 45 kilates, engarzada a un anillo que en vida solía usar la esposa. Pero hay que ser muy ingenioso para dar con el tesoro, ya que una mole de concreto lo resguarda. Así, los profanadores sólo han conseguido pintar sus nombres en aerosol, romper ornamentas y promover la clausura del ingreso al público.

Ahora, la puerta de acero que cierra el mausoleo más grande de Argentina está soldada. Adentro, el fantasma de la historia comparte la torre con las palomas y con una advertencia: "Maldito el que profane esta tumba".

Las malas lenguas dicen que Baron Biza descubrió un amorío entre el piloto y su mujer y, por eso, tras un desperfecto en la primera aeronave con la que ella se lanzó a recorrer 14 provincias argentinas, Baron Biza envió un segundo avión para que continuaran la travesía, pero ese avión iba –adrede– con una falla que ocasionaría el accidente.

Myriam y Raúl se conocieron en Europa, cuando el joven millonario se paseaba por el viejo mundo. Ella, supuestamente, era actriz. Pero existen en la actualidad algunos datos que modifican sustancialmente esta versión.

Se definió alguna vez a Baron Biza como "un millonario, hombre de sociedad que queda viudo a los 30 años", un "financista de revoluciones del partido radical y hasta preso político". Mientras estaba en prisión, publicó su primera novela, El derecho de matar, que enseguida fue tachada de inmoral.

El ya entrado en años Raúl se descerrajó un tiro en la sien con un calibre 38. A su muerte le seguiría, un tiempo después, la de Clotilde, su segunda esposa que al final se arrojó al vacío desde una ventana. Los suicidios obrarían como una pesada herencia para los hijos. Al de la madre le siguió el de la hija, Cristina, y finalmente el de Jorge. 

El mentor del monumento más emblemático de Córdoba, el hombre cuyo atractivo radicaba en la inteligencia, el porte y la riqueza, de quien se dice que quebró la ruleta de Montecarlo dos veces, no pudo escapar a su destino. Tampoco pudo su familia. Para recordarlo, sobre la ruta 5, hay una construcción que desde hace 84 años se erige como un faro en la historia de la provincia. Debajo de un olivo, tal y como solicitó, sin lápida, ni flores, yacen sus restos, cerca de donde está el osario de Myriam Stefford, a la sombra de un misterio.

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