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LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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sábado, julio 18, 2020

Von Hayek y la guerra de Malvinas: de teórico de la libertad a sicario intelectual.

Von Hayek y la guerra de Malvinas: de teórico de la libertad a sicario intelectual.

Por 
Lucas J. Carena.
La sorpresa invadió mi rostro un día de primavera, mientras leía un libro de Norberto Galasso, historiador revisionista argentino. Personaje, éste, interesante, que estudió en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, de donde egresó como contador, en 1961. Pero cuyo periplo intelectual, inusitado, lo llevó desde los ideales de la izquierda marxista hacia un nacionalismo populista o, en otras palabras, socialismo nacional, que tremolaba las banderas de Perón y la tercera posición.

            El libro se llama Cómo pensar la realidad Nacional. Crítica al pensamiento colonizado, publicado por Ediciones del Pensamiento Nacional, y cuya primera edición fue presentada por Colihue Editora en 2008, en Buenos Aires. Mi sorpresa, para no intrigar más al lector, se generó cuando en la página 161 de aquel estudio leí los siguiente referido Álvaro Alsogaray: “A muchas décadas de distancia, el fenómeno subsistía, y bastaba oír una exposición del ingeniero Alsogaray, para comprender que las mismas tesis económicas, con los mismos argumentos, resultan la manera natural de los jefes de los grandes monopolios extranjeros. La división internacional del trabajo que para estos es negocio suculento, coparticipación minoritaria, presidía una manera de reflexionar. Claro que Von Hayek, coherente con su liberalismo económico, le propuso a la señora Margaret Thatcher, en medio de la guerra de Malvinas, que lo mejor era bombardear Buenos Aires y el ingeniero Alsogaray no llegaba a tanto -exclusividad del almirante Rojas- aunque en días de huelga general no le faltaban ganas de bombardear el Gran Buenos Aires.”

          La cita despertó en mí estupor, porque de los enemigos ideológicos, como decía un amigo mío, “todo se puede esperar, pero no tanto”.  La pluma de Galasso, comparaba la idiosincrasia desperonizadora de los militares en épocas del proceso y, en general del pensamiento liberal argentino, con quienes, contra Perón, (Rojas) no dudaron en bombardear a civiles durante septiembre de 1955. No olvidemos que Alsogaray, teniendo aún 90 años, en el año 2004 dijo que el único golpe de estado justificable fue el del año ’55, aunque no se definía como antiperonista (ello así por su cogobierno con Menem, contra quien, al igual que el radical Angeloz, compitió en las elecciones de 1989, pero con quien luego se asoció en el “neoliberalismo” digitado por el Consenso de Washington).[1]

            Pero, por supuesto, mi atención se puso inevitablemente en lo que Galasso decía de Friedrich August von Hayek, intelectual exponente de la Escuela Austríaca de Economía de origen judío, acerca de su inicua recomendación a la primer ministro, Margaret Thatcher, de bombardear a civiles indefensos en medio de la contienda del Atlántico Sur. Recomendación que suele aparecer en épocas de guerra, se dice, con fines de infundir terror y terminar más rápidamente las conflagraciones ahorrando recursos. Práctica abyecta, que tiene su rastro en la 2da Guerra Mundial y que, indudablemente, ya se había aplicado en nuestro país, en 1955, con el fin de de matar a Perón, o, al menos, precipitar su caída. 
           
             Pero mi sorpresa estuvo invadida por distintos y simultáneos aspectos. En primer lugar, porque me resultaba difícil creer fuera posible, o, al menos, probable, que alguien tenido por intelectual (incluso por una de las mentes más ilustres de fines del siglo XX) pudiera poner por escrito una recomendación de tal magnitud. Semejante recomendación, no sólo como argentino me escandaliza y me molesta, sino también, trastoca todos los posibles postulados morales que de un intelectual se puedan esperar, además de, por supuesto y como veremos, la contradicción que supone a su propio pensamiento. Pero todo lo antes dicho, claro está, era posible de ser indagado únicamente suponiendo que Galasso, como historiador documentado, no cometería tampoco la impericia de declarar algo tan fuerte, sin tener una fuente certera. Así que me vi obligado a dar con un documento que lo confirme. Así fue que me di a la tarea averiguar si tal recomendación de Hayek a Thatcher era plausible de ser  hallada.       
Efectivamente, en el sitio web de la Thatcher Foundation, en los archivos desclasificados, con el número 117186[2], finalmente encontré la fuente a la que el historiador hacía referencia. El documento se titula:  “Hayek letter to The Times” (Holding the Falklands) Britain justified in attack on Argentina.


En términos un tanto más diplomáticos que la paráfrasis de Galasso, von Hayek recomendaba, en efecto, un bombardeo al territorio argentino y, con ello, no ha de descartarse, sobre civiles. La traducción del texto del pensador austríaco dirigido a Margaret Thatcher sería la siguiente:

Reteniendo las Malvinas
Del profesor F.A. Hayek, FBA.

Señora, aunque bien puedo entender que el Gobierno británico no desea mencionar esto, quizá se debiera recordar a Argentina, que ninguna regla del derecho internacional prohibiría recurrir a otro ataque militar a lo que durante 150 años ha estado bajo la jurisdicción de Gran Bretaña, con algún contraataque a la fuente geográfica de semejante acción belicosa.
Ello bien podría resultar una protección más efectiva que convertir las Malvinas en una fortaleza. Un agresor no tiene derecho alguno a exigir que las acciones hostiles queden delimitadas  a la región que él mismo elija.

Fielmente
F.A. Hayek
Urachstrasse, 27,
d-7800 Friburgo (Breisgau)
Alemania Occidental
10 de febrero

Detengámonos, entonces, en las implicancias de lo que aquí se “sugiere”. Ante todo, dos pequeñas apostillas preliminares: en primer lugar, la relación Hayek-Thatcher, que me retrotrae a lo que John Ranelagh escribe sobre el comentario de Margaret Thatcher en una reunión de política del Partido Conservador a fines de la década de 1970, “Otro colega también había preparado un documento argumentando que el camino intermedio era el camino pragmático que debía tomar el partido conservador [...] Antes de que terminara de hablar, en su papel, la nueva Líder del Partido [Margaret Thatcher] buscó en su maletín y sacó un libro. Era Los Fundamentos de la Libertad de Friedrich von Hayek. Interrumpiendo [al orador], levantó el libro para que todos lo viéramos. Dijo con severidad, ‘es lo que creemos’, y golpeó a Hayek sobre la mesa.”[3] En segundo lugar, inevitablemente, ello me recordó que en dicho libro, Hayek, escribe un epílogo o post-scriptum titulado: “Por qué no soy conservador”, donde se despega completamente del conservadurismo al que admite haber tenido que apoyar en la praxis electoral para combatir al socialismo. Allí el autor dice que el conservadurismo, en épocas de la revolución francesa (los franceses para Hayek barajan un concepto distinto de libertad como emancipación), fue la histórica oposición del liberalismo. Para Hayek el conservadurismo implica una legítima, seguramente necesaria y, desde luego, bien difundida actitud de oposición a todo cambio súbito y drástico, cosa que no necesariamente concuerda con el liberalismo. Incluso dice “Intuyen los conservadores que son sobre todo nuevos idearios los agentes que provocan las mutaciones sociales. Y teme el conservador a las nuevas ideas precisamente porque sabe que carece de pensamiento propio que oponerles. Su repugnancia a la teoría abstracta, y la escasez de su imaginación para representarse cuanto en la práctica no ha sido ya experimentado, le dejan por completo inerme en la dura batalla de las ideas.”[4] Con lo que no pude menos que esbozar una sonrisa, imaginando a la señora Thatcher, líder del Partido Conservador, en medio de una reunión plenaria, arrojando con firmeza y decisión un libro sobre la mesa, en el que se dice que los conservadores son carentes de ideas, diciendo “¡Esto es en lo que creemos!”.
       
           Ahora bien, Hayek, en dicho libro de 1960, y esto es lo que importa, en el capítulo I, esboza lo que, podemos decir, es su definición de “libertad”. Cabe recordar que la Escuela Austríaca de Economía, si bien con ese título es reconocida, no constituye, ni el conjunto de sus ideas ni sus integrantes, un corpus necesariamente unívoco, aunque sí existen miradas comunes de base (teoría del valor-utilidad por dar un ejemplo), y se la considera una escuela que reflexiona filosóficamente sobre los basamentos y fundamentos de “la libertad”, mientras que no se limita a brindar soluciones mecánicas de la economía. Y en su reflexión profunda de la libertad, Hayek, nos brinda una definición negativa: “la libertad es la ausencia de coacción arbitraria”. Y tal arbitrio, es necesariamente el arbitrio de un tercero. “En dicho último sentido, la ‘libertad’ se refiere únicamente a la relación de hombres con hombres y la simple infracción de la misma no es más que coacción por parte de los hombres”[5]. Así, el autor vienés limita la coacción arbitraria externa, a la imposición de la voluntad por parte de un otro. Una persona inválida que no puede practicar un deporte por culpa de su condición, en este sentido, no es menos libre. Asimismo, un montañés que, producto de un desmoronamiento, queda atrapado en una gruta, está privado de su libertad pero no en el sentido que incumbe a las relaciones sociales, que son las que a von Hayek interesan. Lo que importa es la libertad en sentido social como falta de coacción. Y la coacción es siempre coacción de un “otro” que me limita o me restringe, y la libertad es entonces la ausencia (de ahí el negativismo de la definición) de tal coacción. La esclavitud, el autoritarismo, la planificación central, el colectivismo, la imposición (o los impuestos) son todos ejemplos, por derivación, de enemigos del liberalismo, partiendo de la definición de libertad de la que se desprende el pensamiento hayekiano, donde necesariamente un “otro” es el que, arbitrariamente, coacciona. Pero no hay mayor coacción arbitraria, que la ejercida sobre el propio cuerpo, que para John Locke (1632-1704) padre del liberalismo político de quien Hayek pretendía ser de alguna manera continuador, es la “primera propiedad”. “Aunque la tierra y todas las criaturas inferiores pertenecen en común a todos los hombres, cada hombre tiene, sin embargo, una propiedad que le pertenece a su propia persona; y a esa propiedad nadie tiene derecho excepto él mismo. El trabajo de su cuerpo y la labor producida de sus manos, podemos decir que son suyos.”[6] Atacar a la “primera propiedad” individual del cuerpo y lo que con éste producimos, y, más aún, la búsqueda de la desaparición física del cuerpo, constituye el momento en que la coacción arbitraria alcanza su máxima expresión. No hay libertad, si otro me arrebata la vida. No tengo derecho a nada, si no tengo derecho a vivir. Si asumimos con Jorge Vergara Estévez[7] que el referente principal en la elaboración de la antropología Hayekiana fue el liberalismo inglés del siglo XVII y XVIII, especialmente el de Locke y Smith, no podemos sino asumir que hay en la sugerencia “diplomática” de von Hayek, una profunda incoherencia filosófica además de una terrible inmoralidad. 
             
         La recomendación de Hayek[8], no sólo contradice su propia prédica de no practicar la coyunda con el conservadurismo, lo cual podría estar en última instancia justificado por las dificultades de una praxis política de las ideas de los austríacos a comienzos de los ’80.  Incluso, todavía, tal contradicción podría quedar debidamente saldada si atendemos a que Thatcher, carente de ideas, hiciera propias las de Hayek y, con ello, al convertirse éste en su consejero, tal situación  le permitiera llevar a los hechos algunas de sus consideraciones sobre el orden espontáneo, su teoría monetaria y ciclo económico, su teoría pura del capital o la desnacionalización del dinero.

     Sin embargo, la recomendación de Hayek atenta con los cimientos fundamentales de la definición misma de la libertad por él presentada. No se trata de una mera impericia o descuido, sino del más mendaz cinismo. Hayek anima a Thatcher a bombardear suelo continental argentino. El Nobel en economía, “protector de la libertad”, no creía en lo que pregonaba. Aprovechando un bache jurídico internacional, se resiste a admitir que sea en el suelo insular malvinense donde deba desplegarse la batalla aeronaval y le recuerda a Thatcher que atacar el territorio argentino “bien podría resultar una protección más efectiva que convertir las Malvinas en una fortaleza”.
        
      Si los libertarios me dijeran que, como argentino y, más aún, como nacionalista argentino que soy y me considero, debo hacer el esfuerzo, sin enojos viscerales, de tomar distancia y separar las cosas, es decir, de entender que en la situación de guerra y excepción (dado que Inglaterra es nuestro enemigo imperialista y colonizador histórico) las decisiones o recomendaciones que se toman o se dan no me pueden llevar por ello a invalidar las apreciaciones que el discípulo de von Mises, en favor de la libertad, ha hecho a lo largo de su obra, debo responder, por el contrario, que no es cierto que tal recomendación no invalide su teoría económica, al contrario, socava radicalmente el concepto de libertad sobre el cual se erige y emplaza todo su sistema de ideas. No todo argumento ad personam es falacia ad hominem. No estamos aquí discutiendo si Hayek en su fuero íntimo era autoritario con las mujeres o ejercía coacción sobre su vecino y no por esto su teoría y aportes quedarían invalidados. Estamos hablando de una cuestión de orden público (planificado) de implicancias sobre la vida de miles de personas y su libertad fundamental que Hayek no hace menos que despreciar, cuando en lugar de ello, debiera preservar.

         No estoy, tampoco, confundiendo la noción de libertad política con la de libertad individual que en el libro de marras está bien clara. “La aplicación del concepto de libertad en sentido colectivo más bien que en sentido individual se aclara cuando hablamos de los deseos de un pueblo de liberarse del yugo extranjero y de determinar su propio destino. En este caso utilizamos ‘libertad’ en sentido de ausencia de coacción de un pueblo como tal.”[9] Para el autor de Camino de Servidumbre, la libertad política y la independencia nacional, pueden conseguirse incluso renunciado a libertades de índole individual, prefiriendo a déspotas propios que a gobernantes garantes de la libertad provenientes del extranjero. Nos referimos al atentado contra la libertad individual que implica empujar un conflicto bélico, de manera ambigua, quitándolo de la neutralidad del terreno insular en disputa, y llevándolo a territorio argentino “habitado”.

     La definición de libertad negativa, está subordinada a la definición de coacción. “Por ‘coacción’ queremos significar presión autoritaria que una persona ejerce en el medio ambiente o circunstancia de otra. La persona sobre la que se ejerce dicha presión, en evitación de mayores males, se ve forzada a actuar en desacuerdo con un plan coherente propio y a hacerlo al servicio le los fines de un tercero. […] La coacción es precisamente un mal, porque elimina al individuo como ser pensante que tiene un valor intrínseco y hace de él un mero instrumento en la consecución de los fines de otro.”[10] Cabría preguntar, ¿cuáles son esos “males mayores” que la víctima de la coacción habría de evitar y mediante las cuales está dispuesto a ceder su libertad a la voluntad externa sino la violencia física y la muerte? ¿Cuál es el valor intrínseco de los individuos a los que la recomendación de Hayek pudiera significar la muerte? De allí que la coacción física legítima depositada en el estado, implique el monopolio de la fuerza. Aquí hay una contradicción cuya flagrancia supera la que según el autor existe entre economía planificada y libertad individual. El investigador del LSE, no se limita a sugerir la eliminación del individuo como ser pensante, sino que llega a proferir la justificación de un ataque al territorio argentino continental, donde la posibilidad de atentar contra civiles era indudablemente más grande[11]. En la guerra de Malvinas, se calcula que murieron 649 soldados argentinos, 255 británicos y apenas tres isleños. Hayek no dice, estamos pronto admitirlo, que habría sido licito matar civiles, pero pudiendo referirse con precisión a un ataque, por ejemplo, a la Base Naval Puerto Belgrano, en Bs. As., se limita a sugerir que se realice un contraataque sobre la “fuente geográfica de la acción belicosa” acercando el fuego a tierra habitada por seres humanos inocentes y con eso, abriendo la puerta, como lo interpreta Galasso, a convertir a Buenos Aires en un nuevo Dresde. No hay mayor liberticidio que el genocidio. 
          
       Nunca pude saber, salvo que se lo pregunte, si Galasso, cuando dice “coherente con su liberalismo”, refiriéndose a von Hayek, lo hace en forma literal o irónica, aludiendo a un sinnúmero de contradicciones intrínsecas al derrotero intelectual del afamado economista. Aun asumiendo que Hayek, a favor de los ingleses, considerara a Argentina país invasor, nada explica que prefiera orientar el conflicto sobre territorio continental si la coacción ejercida entre una nación y otra no involucraba per se la puesta en peligro de la libertad individual alguna, por lo menos para Inglaterra, siendo el territorio en disputa un una isla prácticamente despoblada, de clima hostil y temperaturas gélidas que los británicos quieren para obtener proyección antártica.  
          
       Concluyendo, el pensamiento libertario se ha puesto a la moda. Hoy, que conmemoramos una vez más la defensa de nuestra soberanía, muchos jóvenes, embelesados y obnubilados por obras como las de von Hayek, al grito de “¡viva la libertad carajo!”  como nuevas manifestación de demagogia liberal (pensamiento, éste, individualista y falto de sentimiento patrio y, por derivación, portador de una encubierta cuota de anglofilia), están siendo víctimas de un lavado total de cerebros, incluso, a costa de renunciar al justo reconocimiento de aquellos soldados argentinos que dieron la vida en la Gesta de Malvinas en pro de nuestra soberanía, idolatrando al enemigo ideológico e intelectual, incluso haciendo entreguismo de la Patria al pretender reconocer, como lo he visto con cada vez mayor frecuencia, en Margaret Thatcher, una mujer “audaz y tenaz”, cuando no encontró, en rigor, mejor salvaguarda para su pésima gestión como primer ministro, que hacer la guerra talasocrática contra nuestro país, para encolumnar tras sí el sentimiento de orgullo inglés y alcanzar con ello la aprobación, que venía en declive, de su pueblo. Veo con horror la penetración en la juventud argentina de las ideas liberales y anglófilas que sólo en la palabra “liberalismo” y en marco de vociferantes y declarativas arengas son defensoras las libertades individuales, pero en la praxis política histórica han sido instrumento ideológico y portaestandarte de la ocupación liberticida y opresora. No se trata simplemente de descalificar el pensamiento de un intelectual como von Hayek con el simple “mote” de “enemigo de la patria Argentina”. Cosa, ésta, que no necesariamente debiera descartarse, sino que, ad personam, en su rol de consejero, estuvo dispuesto a echar por la borda los propios fundamentos (los más axiomáticos y básicos) de su filosofía, como así también de su propia concepción antropológica. En favor del yugo y el poder opresor de la Pérfida Albión, Friedrich von Hayek devino en sicario intelectual.

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Bibliografía:
  • Hayek. F. (1960) Los Fundamentos de la Libertad. Unión Editorial.
  • “Hayek letter to The Times” (Holding the Falklands) Britain justified in attack on Argentina. Documento desclasificado Nro. 117186. Thatcher Foundation. The Time, 17 de febrero de 1983 pág. 11.
  • Locke, J. (1993) Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Buenos Aires. Ed. Alianza. Pág. 56.
  • Ranelagh, J. (1991) Thatcher's People: An Insider's Account of the Politics, the Power, and the Personalities. Londres. Harper Collins.
  • Vergara Estévez. J. (2009)  “La concepción del Hombre de Friedrich von Hayek”. en Revista de Filosofía Volumen 65. 161-176. Santiago. Universidad de Chile.
Notas:


[1] Álvaro Alsogaray: “El único golpe justificable fue el del 55” en La Nación, 21 de marzo de 2004 (compulsa 28/03/2020): https://www.lanacion.com.ar/opinion/alvaro-alsogaray-el-unico-golpe-justificable-fue-el-del-55-nid583935

[2] Conforme: https://www.margaretthatcher.org/document/117186 (compulsa a 28/03/2020)

[3] Ranelagh, J. (1991) Thatcher's People: An Insider's Account of the Politics, the Power, and the Personalities. Londres. Harper Collins.

[4] Hayek. F. (1960) Los Fundamentos de la Libertad. Unión Editorial. pág.884

[5] Ibídem. pág.33, 34.

[6] Locke, J. (1993) Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Buenos Aires. Ed. Alianza. Pág. 56.

[7] Vergara Estévez. J. (2009)  “La concepción del Hombre de Friedrich von Hayek”. en Revista de Filosofía Volumen 65. 161-176. Santiago. Universidad de Chile. http://dx.doi.org/10.4067/S0718-43602009000100010.

[8] Además, claro está, de obviar que la custodia inglesa durante 150 años en Malvinas a la que hace referencia, no es sino la ocupación británica desde el 3 de enero de 1833, donde, con dos buques de guerra, desalojaron a la guarnición argentina de Puerto Soledad. Coacción arbitraria de antología.

[9] Hayek. F. Op. Cit. pág. 39.

[10] Ibídem. pág. 53.

[11] No conforme, por cierto, con que se tratara de una guerra en que la población británica se encontraba en tranquilidad y a resguardo, a doce mil setecientos kilómetros de los bombardeos.

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