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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, julio 25, 2020

LA CRIMINAL FALACIA DEL WHISKY DE GALTIERI por Nicolás Kasanzew.-


LA CRIMINAL FALACIA DEL WHISKY DE GALTIERI.
Como decía el filósofo Benedetto Croce: "En materia de Historia cada uno prefiere lo que lleva adentro".
Reducir la Guerra de Malvinas –como lo han hecho casi todos, del alfonsinismo al kirchnerismo– a la banalidad del whisky, seguir pintando a nuestra Gesta Nacional Patriótica como la loca aventura de un general borracho, no sólo es faltar a la verdad histórica, sino también ayudar a perpetuar la desnacionalización del país y continuar ofendiendo – y dañando - a los combatientes, caídos y vivos.
Gerardo Mancisidor, un soldado conscripto, apuntador de tanque Panhard del Destacamento de Exploraciones de Caballería Blindada 181, herido en combate, hace unos años escribió en el Foro Zona Militar algo clave: “si yo hubiera pensado en el 82 que la guerra se hacía por el whisky y la soberbia, hoy estaría suicidado”.
Esa es una de las cuestiones que no advierten quienes irresponsablemente siguen enarbolando el añejo ariete desmalvinizador de "el general borracho que nos llevó a la guerra". Seguir diciendo eso, es seguir empujando a los combatientes al suicidio. Porque es quitarle absolutamente todo sentido al esfuerzo, el sacrificio y el sufrimiento que pusieron en la guerra. Es decirles que son un hato de imbéciles, porque se jugaron por los vahos de alcohol de un beodo, y no por la Patria, como en realidad lo hicieron.
Si hasta en el libro de un supuesto historiador, Ricardo de Titto (Los hechos que cambiaron la historia argentina del siglo XX, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2004), donde se le dedica apenas un par de hojas a la guerra de Malvinas, el autor encuentra espacio para incluir el mentiroso chisme.
Con toda la pesada carga que ya tienen los soldados veteranos, producto del ninguneo y la victimización de los desmalvinizadores, lo menos que se puede pretender de aquellos que dicen supuestamente respetarlos, es que borren de una vez de su arsenal de argumentos la infamante muletilla del whisky. Una muletilla criminal. Que además es sólo una falacia, implantada por los desmalvinizadores, con el propósito de que la Causa Malvinas –y por ende la Nación– nunca levante cabeza. Falacia por dos motivos.
Nunca me crucé con el general Galtieri, pero varios de los que sí, lo conocían, me aseguraron que no era alcohólico, aunque su manera torpe de hablar y su voz aguardentosa se prestaran a la confusión. Tuve una breve conversación con Jorge Isaac Anaya poco antes de su muerte y le pregunté, entre otras cosas, sobre la cuestión etílica con relación a Galtieri. El almirante negó que este fuera beodo y me contó, como ejemplo, que en las reuniones de quienes encabezaban el gobierno del Proceso, en el tiempo en que el presidente de facto Viola se tomaba cuatro whiskies, Galtieri se tomaba solamente uno. Pero nadie habla del alcoholismo del general Viola, ese sí, comprobado y no apócrifo...
Es más, a principios del 2015 fui entrevistado por Daniel Furlán, de la radio El Litoral, de Paraná, quien siendo conscripto ofició de chofer personal de Galtieri. Y este periodista, de motu proprio, me confirmó que el presidente de facto no era ningún alcohólico. Esa característica jamás se le hubiera podido escapar a una persona como él, que por su función, conocía íntimamente la personalidad del general.
Además, Juan Girón, tripulante del avión presidencial Tango 01 en los años 1981 y 1982, me contó que nunca vio a Galtieri alcoholizado. En tanto que el piloto de combate Carlos Neme, quien fuera edecán del jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Omar Graffigna, testimonia que en ninguna de las muchas oportunidades que le llevó despachos a Galtieri, lo vio en estado de ebriedad. Y Neme solía hacerlo a las 10 u 11 de la noche, horas en que un verdadero alcohólico ya siempre está borracho perdido. Por último, el soldado Alejandro Gabriel Micozzi, quen atendía a Galieri cuando este se encontraba preso en campo de Mayo, cuenta que el ex integrante de la Junta Militar, pidiendo ordenar lo que viniera en gana, solamente tomaba un vaso de vino con el almuerzo.
Por otra parte, es del todo irrelevante si Galtieri bebía o no. Se trata de una absoluta trivialidad. En referencia a Malvinas, lo único importante es si fue un buen conductor militar o no. Y como no lo fue, las facturas que se le pueden y deben pasar son inmensamente mayores. Pero nadie le presenta esos reclamos, nadie le cuestiona por qué dejó al general Mario Benjamín Menéndez al mando en Malvinas, a pesar de que era consciente de su pasividad, nadie le cuestiona porque no se puso él mismo al frente de la Guarnición Malvinas, si no había ningún general que sirviera para ello. Agitando la paparruchada del whisky, se disimulan y postergan estas, las verdaderas facturas. (A propósito, el hijo del general Galtieri me aseveró, que en más de una oportunidad su padre se manifestó dispuesto a ir a las islas para asumir personalmente la conducción militar, pero varios de sus allegados lo convencieron de que debía quedarse a cargo de las negociaciones en Buenos Aires).
Sin embargo acá, en nuestro país, se sigue machacando todos los días con el tema del whisky, porque es una extraordinariamente eficaz manera de bastardear toda la Gesta, asociándola a algo que la ridiculiza y le anula todo contenido épico y patriótico. Y de paso, termina de romperle el espinazo del amor propio a los combatientes, quienes con una autoestima recuperada podrían convertirse en un formidable factor de restauración de nuestro país, sirviendo de ejemplo y tónico moral para los jóvenes. Por cuanto no se quiere permitir que eso ocurra, se sigue pintando a los combatientes como los pobrecitos que fueron al muere por culpa de un general borracho.
Quousque tandem? ¿Hasta cuándo?
Si Galtieri bebía o no, es una banalidad total. Los medios ingleses informaron que la Thatcher se emborrachaba todas las noches, porque estaba aterrada de que un paisito sudaca pudiera hacerle morder el polvo al formidable León Británico. Y nadie ha vuelto a mencionar el tema en Gran Bretaña después de la contienda. Hollywood sí, lo ha hecho. El film La dama de hierro, estrenado a principios del 2012 e interpretado por Meryl Streep, pinta a la Thatcher como alcohólica, confirmando lo que ya habían consignado los medios de prensa británicos después de la guerra. La del whisky era precisamente la Thatcher y no Galtieri, como se nos quiso vender a los argentinos. El "general majestuoso", según la aduladora expresión del Pentágono, tenía otros, –y peores– pecados.
"El vaso de Galtieri" es uno de los puntales de la campaña de desmalvinización. Su intención última es instalar y mantener un derrotismo crónico en la masa del pueblo. Porque el derrotismo es padre del sometimiento. El pueblo no debe tener gestas heroicas recientes y tangibles, con rostros y apellidos y protagonistas de carne y hueso, sino sólo derrotas, para así poder manipularlo y expoliarlo mejor. De ahí el martilleo derrotista constante, aún bajo supuestas formas "artísticas".
(De mi libro “Malvinas a Sangre y Fuego”).
Fuente de información e imagen:
Nicolás Kasanzew.

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