Esta breve nota sobre la partida de un amigo entrañable está escrita con mucho dolor. Ha partido para el cielo de los poetas don Elías Chucair, el decano de los poetas patagónicos.
Como escribió Miguel Hernández en su “Elegía para Ramón Sije”, a quién tanto quería: “A las desalentadas almas de las rosas te requiero/ que tenemos que hablar de muchas cosas/ compañero del alma, compañero”, lo extrañaremos mucho.
Lo conocí hace muchos años, después de leer su libro “Bajo cielo sur” que me impactó profundamente, desde entonces nos hicimos amigos entrañables junto a Rudy Casamiquela y otros muchos más.
Elías fue un ciudadano ejemplar de Jacobacci al mundo: su casa era la casa de todos y numerosas personalidades de la cultura y de la política pasaron por ella.
Tuve la gran satisfacción de entregarle junto al entonces vicegobernador Pedro Pessati la distinción de Ciudadano Ilustre de Río Negro.
Elías fue un ciudadano ejemplar de Jacobacci al mundo: poeta, escritor, cronista, recopilador, político, intendente, legislador, comediante, declamador, comerciante, padre de familia y cuántas cosas más. Un grande.
Sus libros de recopilación histórica “Partidas sin regreso” y “La bandolera inglesa” tuvieron una gran repercusión y sirvieron de consulta para investigadores y documentalistas. La casa de Elías era la casa de todos y numerosas personalidades de la cultura y de la política pasaron por ella.
El año pasado en oportunidad de entregarme una distinción por mi trayectoria literaria la Secretaría de Cultura de la Provincia junto a numerosos escritores compartimos tres días con Elías y la gente lo supo rodear de mucho cariño. A los pocos días recibo un poema dedicado para mí y para mi familia.
Por ser uno de sus últimos textos y por lo emotivo del mismo lo quiero reproducir:
“En casa de un poeta amigo”.
“Disfrutamos tres días de esta primavera/ en Valcheta la fértil, la ver y la linda… / y bajo el cálido techo del poeta amigo/ Jorge Castañeda y la bondad de Irma. En todos los ambientes de la casa/ distintas expresiones del arte se admiran; / un mundo silencioso de libros/ cofres de sueños y de sabiduría. Junto a trabajos notables/ de pinturas y dibujos de amigos/ Bocho Izco, Mussi y María Elena, su hija/ talentosos artistas rionegrinos. Todo conforma el ideal ambiente/ de un escritor estudioso y activo. También existen valiosos testimonios/ que datan de épocas idas/ guardadas con enorme celo/ porque quién escribe historias sucedidas. En el salón que fuera comercio/ de su recordado padre don Alberto/ hay objetos de marcas muy antiguas/ que sepultara el paso del tiempo./ El poeta que quiere y respeta el pasado/ las conserva como piezas de museo. En la mañana de ese domingo, / ya sin compromisos por medio/ disfrutamos el patio de los árboles/ con trinos de pájaros tempraneros./ -Esos los plantó mi padre, nos dijo Jorge/ con emotivo amor y sentimiento. Y sigue presente en todos los sitios/ la ausente doña Elena, la dueña de casa/ con su halo de bondad y afecto./ Quién escribe estas líneas/ en su vieja memoria le recuerda/ desde aquel primer encuentro. Cuánta suma de emotivas sensaciones/ sentimos bajo el techo del poeta amigo/ tres días inolvidables en Valcheta/ y de su buena gente, regresan conmigo”. Elías Chucair, 10 de noviembre de 2019.
Es difícil seguir escribiendo sintiendo tanto dolor por la partida del amigo. Y uno cada vez se llena más de ausencias.
En uno de sus poemas más conocidos “Patagonia” se cumplen los versos de don Elías: “De sus bosques de cipreses/ quiero algún día una tabla/ para la cruz de mi tumba/ en su tierra hospitalaria”. Así será amigo, así será.
la emoción surgente de su lectura/ remedia el alma/ si acaso/ estuviera herida
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