GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...
...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, septiembre 15, 2024

El “Gato” Peters y el vino argentino. A un año de su partida.

 

El “Gato” Peters y el vino argentino. A un año de su partida.

El “Gato” Peters y el vino argentino.

A propósito del vino · Gato Peters.

Ricardo Daniel "Gato" Peters había nacido en Carhué, provincia de Buenos Aires el 11 de marzo de 1955 fue un cómico, humorista, escritor, docente, productor ovino y veterinario argentino.

Recorrió todo nuestro país durante décadas con su espectáculo unipersonal. El humorista “Gato” Peters fallece en la noche del viernes 15 de septiembre del 2023 (hace un año yá), a los 68 años, después de haber realizado el espectáculo “AlparGato, humor para los de a pie” en la localidad bonaerense de Trenque Lauquen; sufrió una descompensación en la localidad de Francisco Madero, viajaba para presentarse por la noche en la localidad de San Antonio de Areco, y fue derivado de urgencia al Hospital de Pehuajó, donde minutos más tarde falleció de ser trasladado. 

El día jueves se presentó en la localidad de Benito Juárez en el comité radical Arturo Illia donde habló de la situación del país y lo hizo mezclado con su característico sentido del humor.

"Soy un narrador de costumbres con humor", se definía él mismo -como Don Luis Landriscina, el de Mister Chasman y Chirolita-.  

En sus espectáculos hacía una pincelada de la forma de ser argentina, de aquellos tiempos idos y del presente que despertaban sonrisas. Era el mejor retratista del campo contemporáneo y de sus habitantes.

Provenía de una familia de humildes chacareros. Cursó estudios secundarios en las escuelas Agrarias de Rivera y Coronel Vidal, se recibió de veterinario en Universidad de La Plata costeando sus estudios universitarios vendiendo café en el Hipódromo y trabajando de mozo.

En 1975 se produce su debut profesional actuando en fiestas universitarias y distintos centros estudiantiles de La Plata.

Ricardo "Gato" Peters fue también ex director de la EESA N 1 de Las Flores, supervisor de Educación Agraria y ex Director Provincial de Educación Agraria durante el período 2007 - 2011. Fundó un hogar comunitario de ancianos y también el "Festival Las Flores Canta".

Hoy se acerca “A propósito del vino” un video del “Gato”  Peters, un recuerdo, que despierta sonrisas.

Que lo disfruten.

viernes, septiembre 13, 2024

“¡El Bocha es lo más grande del fútbol nacional!”.

 

Ricardo Enrique Bochini, símbolo de Independiente y del fútbol transformado en arte.

“¡El Bocha es lo más grande del fútbol nacional!”.

El baúl de los recuerdos. Los hinchas de Independiente cantaban para contarle al mundo quién era Ricardo Bochini. Un ejemplo de devoción popular por un genio que hacía parecer que jugar era muy fácil.

 

El inolvidable equipo que deslumbró en los 80. Además de jugar bárbaro, ganó la Libertadores y la Intercontinental en 1984.

Vestido de rojo, con el número 10 y la pelota al pie. El Bocha, en todo su esplendor.

El golazo a Juventus que hizo posible la Copa Intercontinental de 1973.

Ese triunfo fue el prólogo para la hazaña inicial de un jugador destinado a hacer historia. El 28 de noviembre le puso la firma a un golazo con el que Independiente doblegó 1-0 a Juventus y obtuvo la Copa Intercontinental. La exquisita definición en el mano a mano con el guardavalla Dino Zoff coronó una notable acción colectiva que incluyó una doble pared con Bertoni. Bochini, que desde 1971 era El Bocha por el acto bautismal de un compañero de las divisiones inferiores, entró con rapidez en el corazón de los hinchas.

Ese idilio tuvo su punto final en términos futbolísticos el 5 de mayo de 1991, cuando jugó por última vez. Fue por la 11ª jornada del Torneo Clausura 1991. Una criminal patada del defensor Pablo Erbín, de Estudiantes, precipitó el cierre de la extensa carrera de Bochini. Ese genio de 37 años que llevaba 19 de destacada labor en los campos de juego salió en camilla por primera vez en su vida con un esquince de rodilla antes del cierre del primer tiempo. Se alejó como futbolista, pero mantiene un lugar en el corazón de los hinchas.

MUY POCO EN CELESTE Y BLANCO.

Contra todos los pronósticos, la relación de Bochini con el Seleccionado nacional no fue la mejor. Para alguien con una carrera de casi dos décadas en el primer nivel, fue apenas una ave de paso con la camiseta albiceleste. Así y todo, integró el plantel campeón del mundo en México 1986. Su papel se redujo al de un actor de reparto en ese torneo que entronizó a Diego Armando Maradona como el mejor del planeta.

En México 1986 entró un rato en las semifinales contra Bélgica. El Bocha también es campeón del mundo. 

Durante esa certamen, su participación en el Seleccionado dirigido por Carlos Salvador Bilardo se limitó a unos pocos minutos. Diego lo recibió con los brazos abiertos. Por fin compartía una cancha con su ídolo de la niñez. Ese ratito en las semifinales contra Bélgica marcó su debut mundialista. Se lo podía ver como un tributo del fútbol para alguien al que le había dado mucho.

Se decía que El Narigón tuvo que incluirlo en el plantel por imposición de Julio Grondona, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino. Más allá de eso, El Bocha se merecía un campeonato del mundo. Bilardo lo había citado varias veces en los años anteriores. El nivel del mediocampista rojo obligaba a que lo tuvieran en cuenta.

Tanto es así que Bochini integró la formación argentina en el triunfo por 3-1 sobre Alemania Federal Düsseldorf en 1984, en una gira que representó uno de los mejores momentos de los controvertidos primeros años del ciclo del DT. Esa noche, El Bocha jugó muy bien y estuvo cerca de hacer un golazo.

En 1984 jugó un partidazo contra Alemania Federal en los albores de la gestión de Carlos Salvador Bilardo.

Con escaso protagonismo y largos períodos de ausencia, estuvo largos 13 años entrando y saliendo del Seleccionado. Apareció por primera vez en 1973, como parte de la Selección Fantasma que derrotó a Bolivia en la altura de La Paz y dio un paso gigante para allanar la clasificación para Alemania Federal 1974.

También lo había llamado César Luis Menotti antes del Mundial 78, pero no lo consideró para la lista definitiva. También prescindió de Diego y los números 10 del plantel fueron Ricardo Julio Villa, José Daniel Valencia y Norberto Alonso. De hecho, El Flaco dejó de llamarlo en 1976, un año en el que había dado el presente en la victoria por 1-0 sobre la Unión Soviética sobre la nieve de Kiev en un encuentro en el que se lució El Loco Hugo Orlando Gatti y se definió con un gol del Matador Mario Alberto Kempes.

Vestido de celeste y blanco junto a varios de los que fueron campeones del mundo en 1978.

Regresó en 1979 en un compromiso por la Copa América, pero no mucho más. Al menos, hasta que regresó de la mano de Bilardo cinco años más tarde. En total, sumó 28 puntos y no hizo goles, pero tiene el honor de ser dueño de una medalla de campeón del mundo.

COMO INIESTA, PERO CON ESTILO PROPIO.

Si bien existen muchos videos en el infinito estadio del ciberespacio, no todos los jóvenes de hoy sienten la curiosidad de invertir unos minutos para averiguar cómo jugaba Bochini. Para evitarles el trabajo de bucear un rato en YouTube bastaría con contarles que se pareció bastante al Andrés Iniesta del señorial Barcelona que dirigía Pep Guardiola.

Los igualaba la sagacidad para encontrar siempre el resquicio para dar el pase justo en dirección al compañero mejor ubicado, la inteligencia para manejar los tiempos del partido y cierta apariencia de oficinista de pantalones cortos.

El Bocha no proyectaba la imagen de un jugador profesional. Carecía de un abdomen que emulara a una tabla de lavar, tampoco imponía respeto por su físico poderoso, ni asombraba por su velocidad. Eso sí: siempre encaraba hacia adelante, con el arco rival en la mira. Encima, una prematura calvicie que apareció en su vida a los 22 años lo hacía ver más viejo. Sin embargo, El Bocha era el fútbol.

El único triplete de su larga carrera lo consiguió nada más y nada menos que contra Racing.

Fontanarrosa trazó una síntesis perfecta del juego de Bochini. “El Bocha necesitaba nada más que diez centímetros de luz. Picar sorprendentemente hacia algún lado y ganar diez centímetros de ventaja sobre su marcador, el espacio preciso para poner la punta del pie derecho, o el empeine, o el revés, para tocar de primera, corto o largo, con una precisión quirúrgica. De frente, de perfil, de espaldas, con una clarividencia total de dónde estaba el juego, dónde estaban los rivales y los compañeros, en un grado de efectividad, ese plano, casi comparable con Maradona”, detalló en No te vayas, campeón.

El Negro también confesaba su asombro por la capacidad del enjuto número 10 para salir airoso de la contienda con marcadores más fuertes, veloces y musculosos: “Parece mentira que un futbolista con tan poca presencia física haya llegado a ser el maravilloso jugador que sin duda alguna fue. Por eso configura una suerte de rara avis, de ejemplar incunable, muy poco comparable a cualquier otro futbolista”.

Su tiempo coincidió con el de otros números 10 de una jerarquía inmensa. El Beto Alonso, Carlos Babington, Mario Zanabria, Villa, Carlos Ángel López, El Rana Valencia, Marcelo Trobbiani, Alejandro Sabella, Patricio Hernández, el uruguayo Rubén Paz, el paraguayo Adolfino Cañete… Y, claro está, Maradona. Las décadas del 70 y el 80 alumbraron a algunos de los mejores volantes creativos de los que se tenga memoria. Todos ellos, fabulosos orfebres de una era en la que el 10 se llevaba todos los aplausos por su arte para labrar los ataques de su equipo.  

Se entendía a la perfección con Ricardo Daniel Bertoni.

Hoy impera el enfermizo hábito de cuantificar cada rasgo del fútbol como si se tratara de una ciencia exacta. Proliferan los datos con los cuales se pretende descifrar qué pasó en un partido. Uno de los rubros más apreciados es el de las asistencias. Esa palabreja tomada prestada del básquet para nombrar al antiguamente denominado pase gol habría tenido en Bochini a uno de sus más lucidos exponentes. Porque Bochini era un especialista en dejar a sus compañeros de cara al arco contrario.

Giachello, Ricardo Ruiz Moreno, Norberto Madera Outes, Bertoni, Daniel Astegiano, Antonio Alzamendi, El Ruso Alberto Brailovsky, José Alberto Percudani, Carlos Morete, los peruanos Percy Rojas y Franco Navarro, Marcelo Reggiardo y el Beto Carlos Alejandro Alfaro Moreno fueron algunos de los delanteros que sumaron goles a raudales gracias a los precisos pases del Bocha. En la época de esplendor del 10 de Independiente no se llevaba el celoso registro de esas variables del juego. ¡Menos mal! El infinito habría sido más próximo de lo imaginable…

Dejó una huella tan profunda que, desde su partida, Independiente jamás encontró a un 10 que lo hiciera olvidar. Gerardo Reinoso, Pedro Massacessi, Daniel Garnero, Gustavo López, Jorge Burruchaga, Federico Insúa, Daniel Montenegro, Damián Manso, Patricio Rodríguez, Cristian Cebolla Rodríguez y Walter Erviti, entre otros, cargaron sobre sus espaldas la insoportable mochila de parecerse a un jugador único. Burru, Garnero, Gustavo López, el Pocho y el Rolfi fueron los más dignos herederos del linaje irrepetible del Bocha

El gol contra Talleres, el día de la hazaña de Independiente con tres hombres menos en Córdoba.

DOS DÉCADAS, INFINITAS HAZAÑAS.

Está claro que no tiene sentido reducir la trayectoria de Bochini a un puñado de fríos números. Este inútil ejercicio indicaría que a lo largo de 19 años, El Bocha jugó 715 partidos, marcó 108 goles y acumuló 13 títulos (cuatro locales: Nacional 1977 y 1978, Metropolitano 1983 y Primera División 1988/89; nueve internacionales: Copa Libertadores 1973, 1974, 1975 y 1984, Interamericana 1973, 1974 y 1976 e Intercontinental 1973 y 1984).

Así como es fácil enumerar los campeonatos ganados, para repasar las mil y una hazañas que protagonizó no queda otra alternativa que entregarse a un arbitrario ejercicio en el que es posible tropezar con omisiones imperdonables. Ya quedó establecido que su especialidad eran los pases gol -asistencias, para estos tiempos- y que no existe un registro cuantitativo de una acción que formaba parte del clásico repertorio de Bochini.

En ese terreno tan difícil de reducir a cantidades medidas con esmerada precisión, El Bocha se lució con una excepcional habilitación para que Burruchaga liquidara el pleito contra Gremio, por la Copa Libertadores de 1984. Independiente batió 1-0 a los brasileños en Porto Alegre con una actuación fabulosa que para el periodismo de aquellos días fue lo más parecido a un partido perfecto. Además de esa asistencia -según el léxico actual-, Bochini se ocupó de manejar los tiempos del juego con una maestría digna de los elegidos.

Con inteligencia, manejó los tiempos del partido contra Liverpool en Tokio en 1984.

Esa cualidad intangible también resultó decisiva para hacer posible también en 1984 la segunda Copa Intercontinental del Rojo. Una actuación colectiva sobresaliente del equipo que dirigía José Omar Pastoriza propició el 1-0 con un gol de Mandinga Percudani. Ese fue el punto más alto de un Independiente delicioso que contaba con un mediocampo emblemático: Ricardo Giusti, Claudio Marangoni, El Bocha y Burru.

Está claro que el gol más importante de Bochini fue el que le marcó en 1973 a Juventus en la finalísima de la Copa Intercontinental. En cambio, el más lindo debe haber sido el que anotó contra Peñarol en la Libertadores del 76. Recibió la pelota de Astegiano y se encaminó hacia el área uruguaya. Gambeteó sucesivamente a Julio César Jiménez, Nitder Pizzani, Nelson Acosta, Walter Olivera, Mario Zoyrez, Luis Garisto y Mario González antes de depositar el balón en el arco de Walter Corbo.

Sería inadecuado pasar por alto la tarde del 24 de marzo de 1974, cuando se despachó con un triplete -el único de su carrera- en el 4-1 sobre Racing en el torneo Metropolitano. O las dos conquistas que le dieron al Rojo el título en el Nacional 78 en el choque decisivo con el River que contaba con Fillol, Daniel Passarella, Alonso, Leopoldo Jacinto Luque y Oscar Ortiz, cinco campeones mundiales con la Selección unos meses antes.

Fue el artítice de la gran victoria sobre River para hacer posible el título en el Nacional de 1978.

En los primeros días de ese año había señalado el gol que les otorgó el Nacional 77 a las huestes del Pato Pastoriza contra Talleres en un ambiente muy hostil en Córdoba. El árbitro Roberto Barreiro expulsó a Rubén Galván, Enzo Trossero y Omar Larrosa, todos del elenco visitante. Cuando Independiente resistía como podía el 1-1, Bochini venció a Rubén Guibaudo para instalar en el universo de las proezas un 2-1 hecho realidad por los de Avellaneda a pesar de que tenían tres jugadores menos.

Siempre hizo goles valiosos. Y bonitos. En la Libertadores de 1984 le pegó desde fuera del área y dejó sin reacción a Juan Carlos Benítez, arquero de Estudiantes. En la temporada 1986/87, cuando Racing regresaba a Primera, empataron los dos clásicos. El primero, en el Cilindro, terminó 0-0 y el segundo 2-2. En el último de esos cotejos, El Bocha empaló la pelota cerca de la medialuna y la puso en un ángulo, lejos del alcance de Miguel Wirtz.

Tenía la llamativa costumbre de acertar contra Boca. A Gatti le hizo dos goles que anidan en la mente de los hinchas. Ambos llegaron en 1987: en un 3-2 en el torneo de Primera División metió uno de cabeza y en la Liga Pre-Libertadores tocó el balón con sutileza para concretar el 2-1 tras dejar al Loco como mero testigo.

El gol al Mono Navarro Montoya que encaminò a Independiente al título en la temporada 1988/89.

También lo sufrió Carlos Fernando Navarro Montoya, el sucesor de Gatti. En 1988 recibió un pase de Rubén Insua, la paró con el pecho y sacó un remate imposible para El Mono. Y encarriló a Independiente en la senda del título con una arremetida tan furiosa como impropia de él para abrir la cuenta en La Bombonera. Ese 2 de abril del 89 el equipo del Indio Jorge Solari alcanzó a los xeneizes en los más alto de la tabla y desde ese día avanzó sin pausas hacia el título de la temporada 88/89, la última que vio vencedor al Bocha.

La brutal infracción de Erbín desencadenó el retiro en 1991. Ya no se escuchaba el “¡Bo-Bochini, Bo-Bochini!” que atronaba cada vez que Independiente salía a la cancha. Tampoco la curiosa versión de Solo le pido a Dios. Las canchas perdieron a uno de sus más talentosos intérpretes. A uno de esos hombres que mejor trataba a la pelota. Pero esa ausencia no impedía que cualquiera que haya gozado con su arte, recordara, tal como cantaban los hinchas, que El Bocha era “lo más grande del fútbol nacional”.

Un triunfador. ganó cuatro Copas Libertadores, tres Interamericanas y dos Intercontinentales.

Publicado en LA PRENSA.

https://www.laprensa.com.ar/El-Bocha-es-lo-mas-grande-del-futbol-nacional-550126.note.aspx

jueves, septiembre 12, 2024

“La conocí cuando tenía 23 años”. Julio Salvarredi, el padre biológico de Fabiola Yañez, habla por primera vez sobre el vínculo con su hija.

 


“La conocí cuando tenía 23 años”. Julio Salvarredi, el padre biológico de Fabiola Yañez, habla por primera vez sobre el vínculo con su hija.

Tiene 61 años y trabaja como artesano en su taller de carpintería en Villa Regina, Río Negro; conoció a su hija Fabiola cuando ella tenía 23 años y sólo se vieron dos veces.

Julio Salvarredi, de 61 años, cuenta por primera vez su historia. Dice que en los últimos días lo han llamado desde todos los medios de comunicación nacionales. Y destaca tres momentos en la vida de su hija que reavivaron el interés de los periodistas en su persona: cuando su yerno Alberto Fernández ganó las elecciones, cuando trascendió el episodio conocido como “la fiesta de Olivos” y ahora, con la denuncia por violencia de género que hizo Fabiola Yañez contra el expresidente.

“Me enteré lo que estaba viviendo a través de los medios”, dice por teléfono desde Villa Regina, Río Negro. El padre biológico de Fabiola Yañez trabaja como artesano, especializado en madera: fabrica muebles y cartelería en madera.

"Siempre me mantuve al margen porque no
quería exponer más a mi familia ni a mí mismo".

 Pero con todo lo que ha pasado y lo que está viviendo Fabiola, sentí que era el momento de contar cómo fueron las cosas realmente, para que se sepa la verdad y no haya más inventos o especulaciones”, insiste Julio.

—¿Por qué decidió hablar ahora?

—Es la primera vez que hablo porque nunca quise exponer a mi familia. Con todo lo que ha pasado y lo que está viviendo Fabiola, sentí que debía contar cómo fueron las cosas para que se sepa la verdad.

—¿Cómo supo sobre la situación que está atravesando Fabiola Yañez?

—Me enteré por los medios. Pensaba que su vida estaba bien, que ella estaba allá con su historia y yo acá con la mía... Pero es tremendo todo lo que está pasando, por lo que se ve en las noticias es un calvario realmente.

—¿Intentó contactarse con ella después de enterarse de la denuncia por violencia contra Alberto Fernández?

—No, ella y yo no nos comunicamos más. Pasaron unos cuatro años. Creo que no tiene ni el mismo número de teléfono... Pero si ella quisiera contactarme, podría hacerlo. Yo siempre estuve dispuesto a tener una relación, pero no quiero forzar nada. Ella sabe que si quiere, puede contactarme, pero no ha pasado.

Los Salvarredi en Argentina.

Pascual Salvarredi Esnaola, bisabuelo de Fabiola Yañez, llegó a Argentina desde Berástegui, un pequeño pueblo en Guipúzcoa, País Vasco, a fines del siglo XIX. Trajo consigo “apenas lo puesto”. Junto a su esposa, Nazaria Gorrochotegui, se establecieron en San Martín, Mendoza, y poco a poco fueron trayendo a sus hermanos para “hacerse la América”, como tantos otros inmigrantes que llegaban desde Europa. Con trabajo, la familia logró reunir un gran patrimonio y fundar un pequeño imperio. Tuvieron, al mismo tiempo, una bodega, una aceitería, un tambo y una fábrica de conservas. “Vivían en una casa hermosa, con todo traído de Europa. Era un sueño rodeado de olivares. Y la bodega era el orgullo de la familia,” recuerda un familiar.

La familia Salvarredi llegó a la Argentina a fines del siglo XIX desde el País Vasco y se instaló en San Martín, Mendoza.

Gentileza Familia Salvarredi..

Pascual y Nazaria tuvieron tres hijos: Nazario, Urbano y Julio. El último, abuelo de Fabiola, decidió mudarse en la década de 1950 a Villa Regina, Río Negro, en busca de nuevas oportunidades. En ese lugar, rodeado de plantaciones de frutales, fundó su propia fábrica de conservas, distanciándose del núcleo familiar en Mendoza. Allí creció Julio Antonio Pascual Salvarredi, el padre de Fabiola.

La familia paterna de Yañez está muy ligada al radicalismo y actualmente a PRO. Su hermano, Jaime Salvarredi, tío paterno de Fabiola Yañez, y su hija Antonela, prima de la exprimera dama, fueron candidatos a concejales por ese partido en las elecciones de 2019. A pesar de estar políticamente en las antípodas de Yañez, se mantienen al margen del escándalo mediático.

“Hice lo mejor que pude...”

Durante años se repitió que Miriam Yañez, la madre de Fabiola, había trabajado en la fábrica de conservas de la familia Salvarredi en Villa Regina. Sin embargo, Salvarredi desmiente esa versión: “Eso no es cierto, nunca trabajó en la fábrica. Nos conocimos de otra manera,” afirma con determinación.

—Julio, ¿entonces cómo se conocieron con Miriam Yañez?

—Lo de la fábrica salió por todos lados, pero no fue así. La conocí en el pueblo, en la casa de un amigo en común. Ella nunca trabajó en la fábrica de mi familia, como se ha dicho por ahí.

—¿Usted tenía 17 y Miriam 15?

—Algo así, entre 16 y 17 tenía yo…Y ella entre 14 y 15.

—¿Fueron novios en ese momento?

—Fue una relación ocasional, casual, nos vimos un par de veces.

—¿Por qué no le dio su apellido a Fabiola?

—No fue una decisión que tomé a la ligera... Pero en ese momento no veía cómo hacerlo. La situación era complicada, éramos muy jóvenes y no había apoyo, y la verdad es que las cosas quedaron como estaban.

—¿Por qué se alejaron con Miriam Yañez?

—Fue una relación muy breve, esas cosas de adolescentes. Miriam quedó embarazada y todo se complicó. Después ella siguió con su vida y yo con la mía.

—¿Pero usted supo que ella quedó embarazada?

—Sí...

—¿No hubo reclamo?

—Nunca hubo una solicitud de reconocimiento, ella y su madre siguieron con sus vidas, y nosotros prácticamente no volvimos a vernos. Implícitamente se aceptó la situación tal como era.

—¿Y económico?

—Tampoco… nada… ni un reclamo económico, ni de ningún tipo.

—¿Cree que esa decisión impactó en la vida de Fabiola?

—Seguramente, uno siempre piensa en lo que podría haber sido. Pero, con el diario del lunes, es fácil juzgar. Hice lo mejor que pude en ese momento, con lo que tenía.

Violeta Verdugo de Yañez, abuela de Fabiola Yañez

Una abuela que se convirtió en madre.

Fabiola Yañez nació el 14 de julio de 1981 y nunca fue reconocida legalmente por su padre. Su madre, Miriam Yañez, tenía apenas 15 años cuando la tuvo, y desde entonces, su abuela materna, Violeta Verdugo, una  inmigrante chilena que llegó a la Argentina en 1974 huyendo de la situación política de su país, asumió su crianza. “La crie hasta los 12 años; luego su madre se casó y se la llevó a Misiones,” contó Verdugo en una entrevista con el diario Río Negro.

“Trabajé toda mi vida como costurera y siempre colaboré con la iglesia católica. Ella era una niña dulce y siempre la traté como a mi hija,” recuerda Violeta desde su casa en un humilde barrio de General Roca, Río Negro, donde Fabiola pasó su infancia, entre calles de tierra y falta de servicios básicos. “Le enseñé a ser fuerte, a no depender de nadie. Estoy orgullosa de lo que ha logrado,” agrega su abuela con emoción.

—¿Julio, ¿tuvo algún contacto con la abuela de Fabiola, Violeta Verdugo?

—No, no tuve contacto con Violeta.

—¿La conoció?

—No supe mucho de ella, solo lo que me contó Miriam, la madre de Fabiola, cuando vino a hablar conmigo.

—¿Alguna vez se arrepintió de no haber estado presente en la vida de Fabiola?

—A veces sí...Puede que me arrepienta, pero no se pueden cambiar las decisiones de juventud. Era otra época, todo era más complicado.

—¿Cómo describiría su relación con Miriam Yañez después de que ella quedó embarazada?

—Después de eso, no hubo mucho más. Ella siguió con su vida y yo con la mía. Fue una relación corta, de esas cosas que pasan cuando uno es joven. No tuvimos contacto más allá de lo necesario.

Cuando Fabiola cumplió 12 años, Miriam Yañez decidió mudarse a Misiones con su nuevo esposo, Ricardo Miranda, un camionero de oficio. De esa relación nacieron dos hijas, Tamara Yañez y Mía Miranda, quienes crecieron en un entorno más estable que el de Fabiola. “A pesar de las diferencias en su crianza, Fabiola siempre mantuvo una relación cercana con sus hermanas, aunque su infancia fue mucho más complicada”, comenta un amigo cercano a la familia. “La abuela Violeta siempre fue una figura muy importante para ella. La acompañó en sus primeros años, y mudarse significó alejarse de ese soporte emocional”.

Fabiola Yañez con sus compañeros de colegio en Alem, Misiones.

Una familia dividida.

A diferencia de Fabiola, sus hermanas, Tamara Yañez y Mía Miranda, crecieron con su madre, Miriam, y su padrastro, Ricardo Miranda, en Misiones. “Por ser la mayor, Fabiola asumió un rol protector con ellas”, señala un allegado. Aunque mantuvieron contacto, sus vidas fueron muy distintas: “Mientras Tamara y Mía crecieron en un entorno mas estable, Fabiola tuvo que pelearla desde muy chica”.

Por otro lado, Yañez tiene dos hermanos más: Santiago y Guadalupe Salvarredi, hijos de Julio, que crecieron en Bahía Blanca, con el apellido que ella nunca llevó.

—¿Alguna vez intentó acercar a Fabiola a sus hermanos?

—No, nunca hubo ese tipo de conversaciones. Cada uno tomó su camino.

—¿Le hubiese gustado que Fabiola tuviera relación con ellos?

—Eso no dependía de mí. Cada uno tiene su vida.

Tras la denuncia contra el exmandatario, Fabiola Yañez fue fotografiada al llegar al consulado argentino en España.

Facundo Pechervsky.

Padre e hija, el primer encuentro.

Julio Salvarredi y Fabiola Yañez se conocieron en 2003. “La primera vez que la vi ella tenía 22 años. Poco tiempo antes su madre vino a hablar conmigo para decirme que Fabiola quería conocerme. Finalmente, en un viaje que ella hizo a Río Negro, nos encontramos”, recuerda Salvarredi.

—¿Cómo fue ese primer encuentro con Fabiola?

—Fue muy breve. Hablamos, ella me hizo un par de preguntas. En ese momento, sentí que era lo que correspondía.

—¿Piensa que heredó algo de los Salvarredi?

—Es difícil decirlo. Nunca la conocí lo suficiente para saberlo, pero creo que algunas cosas sí, como su carácter fuerte. A veces me dicen que nos parecemos en eso.

—¿Y físicamente?

—Dicen que nos parecemos en los ojos, pero no puedo asegurarlo. No tuvimos tanto tiempo para conocernos de cerca. A veces, las personas ven lo que quieren ver... Pero más allá de eso, no sé si hay un parecido real.

—Se volvieron a encontrar?

—La otra vez fue en 2008, cuando la llevé a conocer a mis padres. Y por suerte los pudo conocer, mi padre ya falleció.

—¿Cómo siguió su relación?

—Después de ese primer encuentro mantuvimos contacto por mensajes y llamadas, pero no mucho más. Hace como cuatro años que no hablamos. Intenté comunicarme, pero no hubo respuesta. Si ella quisiera contactarse, lo haría; no quiero forzar nada.

Fabiola Yañez frente al Coliseo romano durante un de sus viajes como primera dama. Instagram.

—¿Solo se vieron dos veces?

—Dos veces en toda la vida.

—¿Cree que la distancia con Fabiola podría haberse evitado?

—Puede ser, pero no sé. Creo que las circunstancias fueron difíciles para todos. A veces uno hace lo que puede con lo que tiene en ese momento y no siempre resulta como uno quisiera.

—¿Cómo ha sido su vida desde entonces?

—No sé… Tranquila. No tengo un speech preparado, no sé bien porqué estoy hablando ahora... Ha sido un mal año... Aparte me asaltaron, me golpearon y tuvieron que operarme. Todavía no termino de recuperarme. Así que trabajo como artesano, hago muebles de madera, cartelería, ese tipo de cosas... No tengo un ingreso fijo.

—¿Quién se ocupa de la fábrica de conservas de su familia?

—Cerró hace mucho, como tantas cosas en este país, y desde entonces me dediqué a otras cosas para subsistir…


En 2023 durante una visita oficial el expresidente y su exmujer Fabiola Yañez en Brasilia, Brasil. NurPhoto - NurPhoto

“No puedo cambiar lo que pasó”.

Julio Salvarredi reflexiona sobre los errores del pasado y las oportunidades perdidas. “Entiendo que no puedo cambiar lo que pasó. Solo espero que el tiempo cure las heridas que quedaron,” expresa con un tono de resignación desde el otro lado de la línea telefónica, consciente de que su ausencia marcó profundamente la vida de su hija.

Durante los tiempos felices de la expareja, Fabiola Yañez y Alberto Fernández
con Dylan y Prócer, el otro perro de la pareja, en Olivos (Foto Instagram)

—¿Qué mensaje le daría hoy a Fabiola?

—A veces, las cosas no salen como uno quiere, pero siempre hay una manera de seguir adelante.

—¿Qué harías si ella decidiera buscarte ahora?

—La recibiría, claro. Nunca le cerré la puerta, pero tampoco quiero forzar una relación. Ella sabe dónde encontrarme si quiere hablar.

Salvarredi admite que la relación con su hija fue siempre distante, pero deja entrever un anhelo de reconciliación: “No es fácil mirar hacia atrás y ver lo que podría haberse hecho diferente, pero siempre estuve dispuesto a hablar con ella. Aunque nunca quise forzar nada”.

Publicado en Diario LA NACIÓN.

https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/esta-viviendo-un-calvario-julio-salvarredi-el-padre-biologico-de-fabiola-yanez-habla-por-primera-vez-nid12092024/

Imágenes Diario LA NACIÓN.

Alberto Fujimori (1938-2024).


 
Alberto Fujimori, el expresidente peruano que gobernó 10 años con mano dura, señalamientos de corrupción y abusos graves a los derechos humanos que lo llevaron a ser enjuiciado y a prisión pero que encarriló la economía y liquidó al terrorismo marxista, murió el miércoles de cáncer en Lima, informó su hija, la política Keiko Fujimori. Tenía 86 años.

“Después de una larga batalla contra el cáncer, nuestro padre, Alberto Fujimori acaba de partir al encuentro del Señor. Pedimos a quienes lo apreciaron nos acompañen con una oración por el eterno descanso de su alma”, publicó en un mensaje en X, antes Twitter que terminaba con un “gracias por tanto papá” y los nombres de los cuatro hijos a modo de firma.

La última vez que se le vio de forma pública fue el 4 de septiembre saliendo en silla de ruedas de un hospital privado. Había alegado recurrentemente que le permitieran salir de prisión por su deteriorado estado de salud.

El primer hijo de japoneses en llegar a ser jefe de Estado de otro país en el mundo por voluntad popular fue elegido tres veces como presidente de Perú desde 1990 a 2000. Nacido en Lima en 1938, pasó sus últimos meses de vida en libertad al beneficiarse de un indulto humanitario que permitió su excarcelación en diciembre de 2023 tras pasar 15 años en prisión con cargos por asesinato.

Durante sus mandatos —el último de ellos de menos de un año— aplicó duras medidas para levantar la economía, pero mantuvo altos niveles de popularidad. Sin embargo, en el año 2000, tras fuertes cuestionamientos internacionales por abusos a los derechos humanos, huyó a Japón y renunció por fax.

Después, fue condenado a 25 años de prisión, en 2009, con cargos por asesinato que lo señalaban como responsable de la creación y financiación en su gobierno de un escuadrón militar clandestino que mató al menos a 25 personas —entre universitarios y vecinos de un barrio de la capital, incluido un niño— a quienes consideraron exguerrilleros de Sendero Luminoso.

EN LAS RUINAS.

Su ascenso rápido al poder ocurrió en medio de la ruina económica en la que se encontraba Perú en julio de 1990, al término de los cinco años de gobierno de su antecesor Alan García. En agosto de ese año la inflación mensual llegó a 397% y el país soportaba una década de sangrientos atentados por parte de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.

“Enfrentó al terrorismo, controló la hiperinflación y hasta el momento se sigue su línea económica para bien o para mal”, destacó Yusuke Murakami, profesor de ciencia política en la Universidad de Kyoto y experto en Fujimori.

Decepcionados de los partidos políticos que no acabaron con el caos que se vivía, los peruanos eligieron como presidente en 1990 al ingeniero agrónomo Fujimori, quien entonces era un desconocido profesor de matemáticas en la Universidad Nacional Agraria de La Molina. Venció en segunda vuelta al premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.

Le decían “el Chino” por sus ojos rasgados y su tez morena, que lo acercaban a la mayoritaria población de Perú: los mestizos e indígenas.

Sus padres, nacidos en la provincia japonesa de Kumamoto, trabajaron como costureros, reparadores de neumáticos, repartidores de rosas y dueños de una granja avícola para mantener a los tres hijos y dos hijas de la familia.

Durante su campaña pregonó con su voz aguda un gobierno de “los más capacitados y de conducta intachable”. En una ocasión, los diarios difundieron una fotografía suya vestido de karateca con cinturón negro y rompiendo un ladrillo con sus manos delgadas. Días después —en abril de 1990— ante el New York Times confesó que nunca aprendió karate y que el ladrillo ya estaba roto con anticipación.

Doce días después de llegar al poder, a los 52 años, aplicó las drásticas medidas que había prometido no usar durante su campaña para combatir la hiperinflación más alta en la historia de Latinoamérica, con 397% mensual, de acuerdo a cálculos de Steve H. Hanke, un profesor de economía aplicada de la Universidad Johns Hopkins, experto de inflación en el mundo.

En un mensaje televisivo, su ministro de Economía anunció que el precio de los combustibles subiría 32 veces junto al resto de productos básicos alimenticios. El costo se triplicó de un día para otro. Las colas en busca de alimentos se dispararon y la policía detuvo aquel fin de semana a unos 10.000 peruanos por saquear tiendas.

El 5 de abril de 1992, Fujimori anunció en un mensaje televisivo el cierre del Parlamento, la reorganización del sistema judicial y el inicio de un “gobierno de emergencia” que tendría entre sus objetivos redactar una nueva Constitución para reemplazar a la de 1979, que prohibía la reelección inmediata.

Su popularidad se disparó luego de que un grupo de investigadores policiales, que recibía apoyo de la embajada de Estados Unidos, capturara una noche de sábado de septiembre al líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, y a miembros claves de su cúpula que desde 1980 hasta 2000 provocaron más de 12.000 asesinatos.

Años más tarde, Fujimori sacó partido del rescate de la residencia del embajador japonés en Lima tomada por rebeldes del Movimiento Túpac Amaru. Ese día, soldados del ejército rescataron vivos a 72 de 73 rehenes y ejecutaron extrajudicialmente a los rebeldes. Una imagen de Fujimori en chaleco antibalas y botas militares, paseando victorioso por la residencia liberada, recorrió el mundo.

De acuerdo con diversos estudiosos, Fujimori inauguró un nuevo modelo político en la región: gobernó con un régimen autoritario de fachada democrática y gran respaldo popular.

Desde las sombras, su jefe de espías Vladimiro Montesinos —exabogado de narcos y oficial expulsado del ejército— dirigió un sistema de inteligencia que, usando dinero público, favoreció a Fujimori y le allanó cualquier tipo de oposición sobornando a legisladores, jueces, fiscales y dueños de medios de comunicación.

Su ambición por el poder le hizo reelegirse en 1995, cuando ganó por abrumadora mayoría. Volvió a hacerlo en el 2000, pese a acusaciones de fraude, pero su tercer gobierno duró poco. A finales de ese año se difundió un video que mostraba cómo su asesor Montesinos sobornaba a un legislador opositor. Eso desató una ola de protestas que provocó su caída.

Fujimori salió del país y se refugió en Japón, desde donde renunció a la presidencia vía fax.

En 1994 se divorció de su esposa Susana Higuchi después que ésta denunciara a sus cuñados por enriquecerse con ropa donada de Japón. Fujimori le quitó el título de primera dama y se lo dio a su hija Keiko, de 19 años. Tras la separación, sus hijos se quedaron con él y Keiko se dedicó a la política, postulándose a la presidencia en 2011 y 2016. Ahora, ella dirige un partido de centroderecha que reivindica los logros de su padre y es mayoría en el Parlamento unicameral.

Publicado en LA PRENSA.

https://www.laprensa.com.ar/Alberto-Fujimori1938-2024-550058.note.aspx