GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...
...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

Mostrando las entradas con la etiqueta Rubén Bourlot.. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Rubén Bourlot.. Mostrar todas las entradas

domingo, mayo 22, 2022

El sillón de Urquiza Por Rubén Bourlot.

 

El sillón de Urquiza

Por Rubén Bourlot.

3/12/15.

Un lugar común, en particular utilizado por el lenguaje de los medios llamados “nacionales” - es decir de Buenos Aires -, es denominar el “sillón de Rivadavia” al asiento del presidente de la Nación. Y a la institución presidencial misma. Una crónica que escribió Prudencio Bustos Argañarás en la Voz del Interior manifiesta que “cuando el presidente de la Nación concurre a la Catedral de Buenos Aires con motivo de algún acto de carácter oficial, ocupa un asiento conocido como ‘el sillón de Rivadavia’.”
Sello postal con la imagen de Rivadavia
El origen de esta expresión es más bien oscuro, tanto como el personaje a que alude. Ese tal Rivadavia del sillón no es otro que el vanagloriado Bernardino Rivadavia, elevado al procerato por sobre muchos otros buenos patriotas gracias a los historiadores que construyeron el relato histórico liberal desde una visión centralista porteña.
Rivadavia fue titulado Presidente de la Nación en 1826, entre gallos y medianoche, ante el seguro fracaso en el intento de imponer una constitución unitaria. Más bien se asemeja a una presidencia de facto. Como dice Argañarás, la legislatura de Córdoba lo llamó irónicamente “El presidente de la ciudad de Buenos Aires”. La “presidencia” rivadaviana se prolongó por poco más de un año, entre febrero de 1826 y junio de 1827, cuando se vio obligado a renunciar como consecuencia de las escandalosas negociaciones de paz con el Brasil, llevadas a cabo por su ministro Manuel José García. 
¿Cuál sería el argumento de quienes sostienen esta zoncera? (Jauretche lo sabría explicar mucho mejor). Que Rivadavia inauguró el ciclo de las presidencias de la Argentina, que fue el “primer presidente” y que su escultura se encuentra emplazada Galería de los Bustos de la Casa Rosada. Argumentos muy endebles. Es muy otra la verdad histórica.

El primer presidente
En 1826 faltaban décadas para que el país lograra su organización constitucional y por lo tanto consagrara la institución presidencial. El país en ese momento era un caótico conjunto de provincias si una autoridad nacional reconocida. Guste o no, a partir de 1831, tras la firma del Pacto Federal de ese año, se reconoció como autoridad nacional al gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. Pero hubo que esperar hasta 1853, cuando la constitución sancionada en Santa Fe estableció que “El Poder Ejecutivo de la Nación será desempeñado por un ciudadano con el título de Presidente de la Nación Argentina”.
Busto de Urquiza en Villa Elisa
Al año siguiente se llevó a cabo la primera elección presidencial que recayó en el entrerriano Justo José de Urquiza. Por lo tanto cuando se hace referencia a la institución presidencial debiera decirse “el sillón de Urquiza”, aunque éste estuviera circunstancialmente instalado en la capital provisoria de la Confederación que fue Paraná.
El mueble en sí carece de significación puesto que el aposento donde hoy se sienta el o la presidente no es el original al que alude la leyenda. Se dice que Rivadavia cuando renunció se llevó a su casa todo el mobiliario que utilizó durante su gestión, inclusive el famoso sillón donde sentaba sus reales. Y según parece, cuenta la tradición, lo hizo para cobrarse los servicios prestados a la patria.
Gustavo Gabriel Levene, en su Historia de los presidentes argentinos escribe que “no existe un sillón que habiendo pertenecido a Rivadavia continúe ostentando la categoría de mueble que en la Casa de Gobierno sigan usando los jefes de Estado de la Argentina.
“Existen sí algunos sillones que Rivadavia usó cuando era gobernante. Uno de ellos al asistir, siendo ministro de la Provincia, a la ceremonia inaugural de la Universidad de Buenos Aires y volvió a ocuparlo en ocasiones sucesivas en que repitió sus visitas a la naciente Institución. Después quedaría en la Universidad como sillón de los Rectores de la Universidad, hasta que envejecido, tomaría el camino del Museo Histórico.
Sillón utilizado por el presidente Derqui
“Otro sillón de elevado respaldo, coronado por un sol radiante dorado a fuego, con su asiento y brazos de apoyo forrados en celeste terciopelo, según la tradición habría sido obsequiado por Rivadavia al Cabildo Eclesiástico, al abandonar el gobierno. Y después de hacerlo usado Rivadavia en alguna ceremonia religiosa de fuste, sigue en la catedral de Buenos Aires y desde los tiempos de Mitre lo han ocupado durante las ceremonias religiosas todos los presidentes argentinos.”
Como una ironía, en el Museo del Bicentenario, inaugurado en 2011, se encuentra el Sillón presidencial utilizado por el presidente Santiago Derqui entre 1860 a 1861. Y es el más antiguo sillón de mando utilizado por un primer mandatario, precisamente instalado en Paraná, capital provisoria de la Confederación. Tallado en el respaldo el mueble ostenta el Escudo de la Confederación Argentina.
A la zoncera del “primer presidente” se debe agregar esa otra con que se machaca a los alumnos de la secundaria, aún hoy. La de las “presidencias históricas”, en referencia a las encabezadas por Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda, esquivando ex profeso a la de Urquiza, que para los historiadores y sus repetidores - los profesores - no sería “histórica”. Tampoco las que vinieron después.

Bibliografía:
Prudencio Bustos Argañarás, El “sillón de Rivadavia”,  suplemento Temas, La Voz del Interior, el 20 de agosto de 2006.
Levene, Gustavo Gabriel, Historia de los presidente argentinos, Bs. As., Sánchez Terruelo Editor, 1992.

sábado, junio 29, 2019

29 de junio de 1815: Congreso de Arroyo de la China, de Oriente o de los Pueblos Libres, reunido por Artigas, sesionó en Concepción del Uruguay para impulsar la organización del país bajo un régimen republicano.

Congreso de Arroyo de la China.

29-6-1815.
El Congreso de Arroyo de la China, de Oriente o de los Pueblos Libres, reunido por Artigas, sesionó en Concepción del Uruguay para impulsar la organización del país bajo un régimen republicano, la autonomía de las provincias y declaración la “independencia de España, de los Borbones y de todo poder extranjero” 
En 1815 Artigas convocó a los pueblos de la Liga Federal a un congreso que se llevó a cabo en Concepción del Uruguay, conocido como Congreso de Oriente o de Arroyo de la China. Durante el mismo se discutió la situación entre la Liga y el gobierno de Buenos Aires y se resolvió enviar a representantes con un proyecto de declaración de paz. A pesar de la buena voluntad demostrada por los negociadores no se logró ningún acuerdo. Estas diferencias y la invasión de los portugueses que avanzaban por la Banda Oriental impidieron a las provincias del Litoral participar del Congreso de Tucumán que declaró la independencia el 9 de julio de 1816.Entre los asuntos discutidos en el encuentro estaban las condiciones para llegar a un pacto con Buenos Aires para convocar a un Congreso Constituyente en donde, sin dudas, estaría presente la declaración de la independencia, postergada desde 1813. El potencial es porque las actas del congreso no fueron encontradas y sólo se conocen los pormenores por menciones indirectas.Para algunos autores no hay dudas que el 29 de junio de 1815 hubo una declaratoria de independencia de España y de todo otra potencia extranjera. Para otros no se trató la declaración de independencia pues no era ese el objeto del congreso.Al cónclave asistieron representantes de los pueblos que integraban la Liga como Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, Corrientes y los pueblos indios de la Misiones a los que se recomendaba, por intermedio de Andrés Guacurarí (Andresito), “que mande cada pueblo su diputado indio al Arroyo de la China. Usted dejará a los pueblos en plena libertad para elegirlos a su satisfacción, pero cuidando que sean hombres de bien y de alguna capacidad para resolver lo conveniente (…)”No obstante la idea de marchar por los caminos de la independencia, frente a la actitud dubitativa y timorata de los personeros del centralismo porteños, habría sobrevolado en ese digno encuentro. Artigas, en el Congreso de Tres Cruces, había instruido los diputados a la Asamblea Constituyente de 1813 para que se solicite “la declaración de la independencia absoluta de estas colonias, que ellas están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona de España y de la familia de los Borbones y que toda conexión política entre ellas y el Estado de la España es y debe ser totalmente disuelta.”Bibliografía: 
- REYES ABADIE, W., BRUSCHERA, O. H y  MELOGNO, T., El ciclo artiguista, tomo 3, Montevideo, 1968
- Bourlot, Rubén, El Congreso del Arroyo de la China, en http://lasolapaentrerriana.blogspot.com.ar/, 26-6-2011
Publicado en Instituto Federal Artigas - Entre Ríos.

domingo, octubre 12, 2014

El día del mestizaje por Rubén Bourlot.

Placa existente en la Plaza de las Tres Culturas de México.
La realidad de nuestro continente latinoamericano es el mestizaje. Un continente nación atravesado por la diversidad de culturas indígenas y por la influencia hispánica que, en tres siglos de ocupación, le dejó dos preciados tesoros: Dios y la palabra. La palabra que une con una sola voz el continente; que es entendimiento, comprensión y prenda de unidad. Y el Dios que funde a la diversidad en un abrazo místico. Porque nuestra América es fruto del sincretismo que fue gestando una religión nueva, un religar de las diversas culturas americanas. Eso explica, además,  por qué la elección de un papa americano provocó el júbilo general del continente, más allá de las confesiones.
Esta palabra americana que alguna vez trajeron los peninsulares, el viejo castellano, no es la misma de hace cinco siglo. Es una palabra mestiza, acriollada, hecha nuestra. Y El Dios, que es único y universal, aquí en esta América también se hizo mestizo; es dios de maíz, de vientos antárticos, de tierras sin mal, de pachamamas. Todo se hace original en nuestra América.
América hispana es cultura de choques y contradicciones, pero también de fusiones y autocríticas. De prédicas religiosas surrealistas para adoctrinar al indio, de inquisiciones incendiarias y de misiones ejemplares para crear pueblos indios dueños de su destino frente a una realidad inevitable.
La persistencia indígena está en el mestizaje; está en la palabra quechua, aymara, guaraní que resisten como lenguas habladas y como argamasa de un castellano enriquecido.  Está en los rostros cobrizos del altiplano, y en los albañiles que todas las mañanas desafían las alturas de los edificios de las grandes urbes.

Cuestión de identidad
Arturo Uslar Pietri, el gran escritor venezolano, ponía el acento en que “… muchos hombres representativos de la América de lengua castellana y portuguesa creyeron ingenuamente, o lo pretendieron, ser lo que obviamente no eran ni podían ser. Hubo la hora de creerse hidalgos de la Castilla, como hubo más tarde la de imaginarse europeos en el exilio en lucha desigual contra la barbarie nativa. Hubo quienes trataron con todas las fuerzas de su alma de parecer franceses, ingleses, alemanes y americanos del Norte. Hubo más tarde quienes se creyeron indígenas y se dieron a reivindicar la plenitud de una civilización aborigen irrevocablemente interrumpida por la conquista …”. Y agrega: “por un absurdo y antihistórico concepto de pereza, los hispanoamericanos han tendido a mirar como una marca de inferioridad la condición de su mestizaje.”

Los entrerrianos nos reconocemos con el gurí, el tagüé, el mboyeré, y el che, que nos traen reminiscencias guaraníticas, y con el mate (mati) quechua en la mano. Porque si observamos a nuestro alrededor, el guaraní está en el aguaribay, el ñandubay, el apereá, el chajá, el pecarí, el mboretá, y tantos nombres dados a la naturaleza. En los caracoles del río Uruguay y en el Paraná como un mar. Ese lenguaje guaraní que en su momento fue común a los charrúas, a los chanaes  y otros grupos que habitaban estas tierras onduladas, y aún habitan en nosotros. Y luego vino el mancebo de la tierra, el mestizo del Paraguay que fue ocupando estas tierras y poblándola con palabras de un castellano castizo con tonadas guaraníticas. Y la soldadura de términos hispánicos con indígenas fue inevitable. La vemos en la Concepción del Uruguay, el San Antonio de Concordia, el Rosario del Tala, la Carmen de Nogoyá, el San José de Gualeguaychú.
Y Entre Ríos fue fusión entre lo español y lo indígena en las luchas por la emancipación y la autonomía de sus pueblos. Resuenan desde el pasado apellidos hispánicos en los Urquiza, Ramírez, López Jordán, Artigas. Pero con ellos están los soldados olvidados de mil batallas de inconfundibles rasgos guaraníticos,  los charrúas de las tropas de Artigas, y Anacleto Medina, y Miguel Guarumba con sus tapes de Federación, y Gaspar Tacuabé, y Pablo de la Cruz, todos misioneros afincados en la provincia.

Nuevas fusiones
Después vino el aluvión, de las montañas alpinas, de las riberas del Volga, de las praderas del oriente europeo, con sus palabras extrañas, y sus dioses, y sus cánticos, y sus ropajes. Y aquí multiplicaron las estancias en cientos de chacras, de concesiones que modificaron el paisaje entrerriano y lo tiñeron de dorados trigales, de celestes linares. Y el caballo del soldado, del tropero, tiró de la reja para hacer brotar el americano maíz, el mijo, el girasol, en melgas geométricas. Y las chacras se poblaron de cabezas rubias, de vacas, gallinas, viñedos, olivares…
Y el judío se hizo hombre de a caballo en Basavilbaso, los rusos de Diamante cocinaron la carne al rescoldo junto con el pirok y el kreppel. Los piamonteses supieron exclamar mboreyé con tanta naturalidad como decían mercí o comprampá. Y así se fueron amestizando, de a poco, con desconfianza, por necesidad y por imposiciones de un estado que quería “nacionalizar” a ese mosaico de culturas trasplantadas. Así el rabino tuvo que admitir la escuela pública en castellano con las efemérides de San Martín, Belgrano y mayos con escarapelas y negritas vendedoras de velas. Y el cura de la aldea alemana tuvo que aprender la lengua de Castilla para pronunciar los sermones en el idioma del país.
“Lo que vino a realizarse en América – dice Uslar Pietri – no fue ni la permanencia del mundo indígena, ni la prolongación de Europa. Lo que ocurrió fue otra cosa y por eso fue Nuevo Mundo desde el comienzo. El mestizaje comenzó de inmediato por la lengua, por la cocina, por las costumbres.”
Pero, como dice Mariano Picón-Salas, otro indispensable escritor venezolano, “es la lengua española el instrumento de identificación mayor y más válido entre los pueblos que viven desde la estepas del río Bravo hasta la helada pampa patagónica. Idioma e historia tienden, contra los obstáculos de la naturaleza, un sentimiento de fraternidad que, precediendo a los bloques económicos y políticos que acaso surjan en el futuro, sostienen la esperanza y más promisoria garantía del mundo hispanoamericano.”
Fuentes citadas:
Uslar Pietri, Arturo, En busca del Nuevo Mundo, Fondo de Cultura Económica, México, 1969.
Picón-Salas, Mariano, De la conquista a la independencia, Fondo de Cultura Económica, México, 1985.
Blog La Solapa Entrerriata.
http://lasolapaentrerriana.blogspot.com.ar/2014/10/el-dia-del-mestizaje.html