Los colegios secundarios de Río Negro tienen ya los mismos
libros e historietas enviados por el Ministerio de Educación de la Nación a las
provincias y a la CABA. Los mismos que tomaron difusión pública luego de que en
Mendoza (y sólo por eso) fueran rechazados por algunos docentes y padres,
obligando a las autoridades educativas provinciales a esconderlos en las
bibliotecas para alejar a los alumnos de su lectura.
Dicen que esos libros encierran imágenes y narrativas
escatológicas, desviadas, patológicas, incluida zoofilia, críticas a la Iglesia
Católica, etc. Y mucho más no se sabe porque aquí también fueron enclaustrados
en las bibliotecas escolares.
Varios títulos y miles de ejemplares solventados por la
sociedad argentina por decisiones tomadas en última instancia por el ministro
Sileoni, la más alta autoridad educativa de la Argentina en ejercicio, para que
terminen no siendo leídos por los estudiantes.
Más allá del pequeño escándalo en Mendoza y de algunas
breves notas periodísticas en medios on-line que no vacilaron en calificarlos
de pornográficos, y de la defensa ministerial de sus supuestas ventajas para la
formación de los educandos que nos gobernarán muy pronto, no se ha escuchado,
leído ni visto ninguna repercusión ni otros tratamientos periodísticos.
En el Consejo Provincial de Educación rionegrino, los
vocales docentes gremiales y gubernamentales han guardado estricto silencio
respecto de este aporte literario del gobierno nacional a los establecimientos
de nivel secundario, avalando así la aquiescencia del ministro Mango a lo
actuado por el Ministerio de Educación de la Nación.
Asimismo, resulta especialmente sorprendente que el flamante
vocal representante de los padres de estudiantes en el Consejo Provincial de
Educación rionegrino no haya abierto la boca al respecto. En realidad se
desconoce si lo ha hecho sobre otros temas, por lo que podría suponerse en su
favor que aún no ha tomado conocimiento por alguna razón atendible.
Ni la Ctera ni la Unter ni otros gremios educativos han
tomado posición al respecto, con lo cual su silencio se presume aprobatorio aun
tratándose de un tema tan espinoso, lo cual seguramente no habrían dejado pasar
así nomás si hubiera ocurrido en establecimientos educativos privados, los
cuales –según una difundida y controversial creencia popular son malos, son
inferiores en calidad educativa a los establecimientos públicos, deforman la
conciencia de "nuestros chicos"– son avanzadas de la colonización
extranjera, etc., etc.
En consecuencia, por lógica y elemental inferencia, la
educación pública actual, y en nuestro caso la de Río Negro, tendría todos los
valores y bondades de los cuales abominaría la educación privada. Es de suponer
que, por añadidura, estos libros-historietas deben ser importantísimos
instrumentos pedagógico-didácticos para el logro de aquéllos.
Aunque era de esperar que en todo el país se movilizaran los
padres de los alumnos, en forma individual o institucional, no ha sucedido así.
Varias cosas llaman la atención aquí: una, el tremendo consenso que pareciera
tener la política educativa nacional para los padres de los estudiantes al
punto de que tratándose de una cuestión que como mínimo podría calificarse de
delicada, ni siquiera se hayan interesado por informarse antes de dar su –como
siempre– cautivo aval.
Quede claro que este siempre cautivo aval lo tienen y han
tenido también los padres afectos a otros partidos políticos que a su turno han
gobernado la nación y las provincias, por lo que parece constituir una conducta
idiosincrática de cualquier argentino.
Pero más asombroso aún es que no haya tomado estado público
ninguna crítica de padres de alumnos que son afectos a partidos políticos
opositores al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Todo esto dice mucho respecto de la calidad de la oposición
política en general. Ya se sabe que, a diferencia de los políticos oficialistas
que siempre resultan incansables y ufanos voceros de las acciones y logros de
su gobierno, los políticos de la oposición, salvo honrosas excepciones, siempre
andan con bajo perfil comunicacional, a menudo carecen de propuestas, y si las
tienen no las efectúan, sobre todo en temas de poco marketing mediático como
son los de la educación y la cultura, sobre todo cuando se las realiza o
postula con sentido estratégico, a diferencia de las acciones demagógicas
coyunturales (sobre todo las de la cultura-espectáculo) generalmente en manos
gubernamentales. Más aún, es difícil hallar algún dirigente político que
denuncie actos gubernamentales ilícitos en estas áreas, a pesar de que son
campo habitual de prácticas de corrupción tan graves como las que suceden en
las áreas gubernamentales relacionadas con la economía y las finanzas.
Otras veces, muchas veces, los políticos opositores actúan
como el tero: en un lado pegan el grito y en otro ponen los huevos. No
comprenden (o tal vez sí) que –al igual que todos y cada uno de los seres
humanos– ellos, como representantes de un sector con tan importantes misiones y
funciones públicas como son las que corresponden al verbo gobernar, son
responsables no sólo de lo que han hecho positivamente, sino también de lo que
no han hecho y de aquello que han permitido que sucediera, sea por indolencia,
por estupidez, por complicidad, por miedo a la omertá, o... porque están en
lista de espera esperando ser cooptados.
¿Y de los alumnos qué? Las autoridades dicen que en Río
Negro no hay internet en los colegios para preservarlos de la penetración de
las páginas pornográficas en las netbooks que el gobierno nacional ha
distribuido, las cuales llevan a sus hogares para solaz y esparcimiento del
educando y de su familia si es que tienen red y si no la tienen también. Todo
bien, en principio, ya que las exploraciones non sanctas no son alentadas sino
disuadidas por los profesores. Sin embargo, igualmente los chicos protestan.
Pero ahora es todo al revés: es el propio gobierno quien
abre las puertas de las conciencias en formación de los adolescentes para que
penetren en ellas estos emblemáticos testimonios de la crisis de valores
políticos, económicos, sociales, morales, estéticos y religiosos en el mundo
actual, como son los expresados en estos libros e historietas. Cosa grande han
de ser para gastar tanto dinero de los ciudadanos. Y qué ha de ser más
importante para el gobierno –se sabe– que liberar las conciencias y dotarlas de
soberanía y autonomía. Pero, ¿se logrará este fin con mensajes de violencia,
crueldad, fealdad, maldad, resentimiento, falta de sentido, absurdo, confusión,
atajos?
Y conste que no se cuestionan los talentos artísticos de los
autores que han sido publicados sino su publicación oficial para la educación
secundaria por los peligros potenciales para los adolescentes actuales,
habituales destinatarios de mensajes cada vez más desprovistos de sentido ético
y de humanismo.
Finalmente un asombro más. Aquellos que supuestamente poseen
las llaves de las conciencias, aquellos a quienes se les reconoce el poder de
dictaminar sobre la parte y el todo, sobre uno y el universo, sobre Dios y
sobre la Historia, y sobre lo esencial que define a los seres humanos: la
condición humana... ¿no tienen nada para decir? ¿Otra vez harán como que no
ven, no oyen, no sienten?
En tiempos de crisis muy grandes, cuando el miedo se vuelve
natural y habitual, lo más prudente es no enterarse de lo que no conviene, y
luego callarse. Estos libros, como mínimo sospechados, permanecerán cerrados,
evitando el destino al que por lógica están destinados. Y en este caso, como en
todos los actos de gobierno cuestionados por la ciudadanía, el dinero del
pueblo no vuelve al pueblo.
Publicado en Diario "Río Negro", 14 de agosto de 2013.
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