CEFERINO MAMUNCURÁ.
Antes que llegaran los españoles, el pueblo mapuche agradecía a sus dioses tutelares por regalarles el fuego. Sabían que estaban sobre la tierra porque los ancianos eran padre y madre para ellos.
De ese pueblo sufrido y diezmado nació Ceferino Namuncurá, el vástago más ilustre del viejo cacicazgo.
Nació "en el Chimpay primitivo, allí donde el río Negro se bifurca formando una gran isla, el 26 de agosto de 1886".
Era hijo del cacique Manuel Namuncurá y de la cautiva Rosario Burgos. Después de ser sometido por el gobierno nacional, con uniforme de coronel del ejército y un pequeño séquito, Manuel se dirigió a Buenos Aires en el vapor "Pomona". Con la promesa de ser atendidos sus reclamos, se establece con su gente en Chimpay.
La pluma del padre Luis Klobertanz nos ilustra que esta palabra mapuche quiere decir "lugar agradable", y que fue un punto estratégico y secreto que los indios utilizaban para cruzar el Negro".
Era común ver al cacique cobrar todos los meses en Choele Choel su asignación. Y allí nació quién sería el más famoso de su estirpe: el lirio de la Patagonia.
Sobre su madre, Rosario Burgos, se sabe que "era una joven traída de Chile, después de la derrota de 1879. Cuando Namuncurá se casó legalmente con Ignacia Rañil, doña Rosario quedó al margen de la tribu y pasó a la agrupación comandada por Yanquetruz. Allí se unió con Francisco Coliqueo y con él anduvo trabajando en varias partes. Al enviudar volvió a pedir hospitalidad a la tribu de Namuncurá y se radicó con una de sus hijas en Aluminé, donde hasta hoy está su gente y descansan los restos de Ceferino.
Es una pieza importante la señera figura del P. Domingo Milanesio (más conocido como el Patirú Domingo) que tenía muy buena relación con el cacique Manuel y fue consejero y guía espiritual de Ceferino. Lamentablemente aparte del excelente libro del P. Agustín Entraigas es muy poco conocida su labor evangelizadora en el Río Negro de entonces.
Ceferino es bautizado con ese nombre porque había nacido el día de San Ceferino, Papa y mártir, y los Namuncurá habían asimilado de sus amistades cristianas la costumbre de la época imponiendo al niño el nombre del santo del día.
Lo demás es historia ya muy conocida: las peripecia en las aguas del río Negro cuando casi se ahoga, sus estudios en el colegio Pío IV donde compartió aulas con Carlos Gardel, su vocación religiosa, su estancia en Roma, su enfermedad y su muerte prematura.
Que a ciento veintisiete años de su nacimiento podamos recordarlo con la voz y la pluma del Padre Klobertanz con la siguiente reflexión:
"Ceferino, al interpretar a tu persona, a tu vida breve, nos quedamos sin palabras. Cuánto de misterio, cuánto de Dios hay en tu existencia y en tus ilusiones".
"Tu silencio, tu humildad, tus secretos, tu amor y tu dolor por tu pueblo mutilado, sólo se pueden pensar desde el mismo silencio, desde la contemplación".
"Te adelantaste a los tiempos. Quisiste evangelizar a los tuyos desde su propia cultura, desde sus auténticos valores, desde sus derechos, desde ellos mismos".
"Por eso, hoy eres más contemporáneo que en tu tiempo, más comprendido y admirado que ayer".
"Ruega para que nos reconciliemos con nuevas actitudes y con nuevas y valientes decisiones. Ruega para que cerremos las heridas de la humillación, y reconciliados en la sangre de los pobres que es la sangre de Cristo, formemos el nuevo pueblo americano".
* Autor: Jorge Castañeda (escritor Valcheta, Patagonia Argentina).
HIMNO A CEFERINO NAMUNCURÁ
POR LOS FRONTERIZOS.
SIMPLE DE LOS FRONTERIZOS AÑO 1.964. |
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