Restitución de un símbolo a los mapuches.
El bastón perdido
de Perón.
Escribe: Daniel Cecchini - Fotos: Horacio Paone.
A fines de la década del 30, el entonces coronel Juan
Domingo Perón le entregó un bastón de mando al cacique de la Comunidad
Curruhuinca, de Neuquén, en reconocimiento a la amistad de los pueblos y el
derecho a las tierras ancentrales de los mapuches. Estuvo perdido durante años.
El hecho fue prácticamente ignorado por la prensa nacional,
aun cuando para cualquier medio periodístico entraría en la categoría de una
atractiva nota de color. El 30 de diciembre del año pasado, sin ninguna
difusión por parte de los organismos oficiales involucrados, el ministro de
Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, Sergio Bergman, restituyó a la
Comunidad Mapuche Curruhuinca, en San Martín de los Andes, el bastón de mando
que en 1938 el entonces coronel Juan Domingo Perón le había donado y que estuvo
desaparecido durante 57 años.
El manto de silencio con que los medios hegemónicos
ocultaron el acto no fue inocente, pero no se trata de peronismo, sino de algo
mucho más profundo y estructural. La recuperación de ese sencillo bastón de
aproximadamente un metro, con ornamentos de plata, marca un hito en el largo
proceso de lucha de la comunidad mapuche por el reconocimiento de sus derechos
civiles y territoriales cuando la restauración neoliberal en la Argentina
pretende avanzar también sobre ellos. “No es que la comunidad vaya a recuperar
su estima porque consiguió la restitución del bastón, eso lo va logrando con
sus luchas, con mucho esfuerzo, enfrentando a una fuerte discriminación. En
todo caso, lo del bastón que tiene una profunda significación espiritual y
simbólica que ayuda a hacer visible nuestra lucha”, dice el Longko Ariel
Epulef, máximo dirigente de la Comunidad Curruhuinca.
Historia de un bastón perdido
A fines de la década del 30, Juan Domingo Perón, por
entonces coronel, le entregó su bastón al Longko Pedro Curruhuinca como
reconocimiento de los derechos ancestrales del pueblo mapuche y, más que nada
en realidad, de las buenas relaciones entre el Ejército y los pueblos
originarios de esa región del Neuquén. Longko en mapuche no significa jefe sino
cabeza, una cabeza cuyo cuerpo es toda la comunidad.
Perón en la Comunidad Curruhuinca (AGN).
Allí permaneció hasta 1960, cuando el Longko Amadeo
Curruhuinca se lo prestó temporalmente a la Dirección de Parques Nacionales
para integrarlo a una exposición que se realizó en el Parque Nacional Lanín.
Pero, terminada la muestra, las autoridades del parque no lo devolvieron a la
comunidad mapuche sino que lo enviaron a Buenos Aires junto con alrededor de
200 piezas arqueológicas que habían sido expuestas en el Museo Municipal. Allí
lo guardaron en una caja fuerte, presumiblemente para preservarlo, sin reparar
en quiénes eran los verdaderos depositarios y, tal vez, olvidándolo.
Años más tarde, por razones que no se han podido
reconstruir, un funcionario de Parques Nacionales lo envió a Laguna Blanca,
donde fue incluido en la exposición del museo nómade. Su siguiente parada fue
el Museo de la Patagonia, donde fue exhibido durante un tiempo, asociado a un
poncho mapuche de la misma época. Cuando salió de allí, se lo volvió a perder
de vista y durante décadas no se volvieron a tener noticias de él.
Fue Lidia Mora, empleada de Parques Nacionales desde hace
más de dos décadas, quien volvió a emprender la búsqueda del bastón, ya
considerado como una reliquia perdida. Su interés por él nació de un comentario
de su madre, quien le contó que su padre (el abuelo de Lidia), antiguo sereno
de la dirección de Parques, le había hablado en 1946, cuando Perón ganó las
elecciones para su primera presidencia, del bastón que el general presidente
había donado a la Comunidad Curruhuinca.
Finalmente, después de más de cuatro años de investigaciones
lo ubicó en un depósito del Parque Nacional Laguna Blanca. “Hablé con muchas
personas, con pobladores, viejos empleados del organismo, autoridades, en fin,
con todo aquel que pudiera darme algún dato que permitiera ubicarlo – explicó
-. Mi hipótesis era que si el bastón había desaparecido estando en manos de
Parques Nacionales debía seguir estando allí, en alguna parte. Y después de
cuatro años logré encontrarlo en un depósito de Laguna Blanca. Estaba ahí sin
que nadie supiera qué era”.
El redescubrimiento del bastón del coronel Perón reactivó de
inmediato el antiguo reclamo de la Comunidad Curruhuinca para que Parques
Nacionales lo devolviera a sus verdaderos depositarios, los mapuches de San
Martín de los Andes.
Siempre desplazados
Los pedidos de restitución del bastó donado por Perón no
constituían un reclamo aislado de la Comunidad. Por el contrario, con todo su
significado simbólico, se inscribía – y su restitución es un logro en ese
sentido – en su larga lucha por el reconocimiento de derechos muy concretos.
Derechos que fueron avasallados una y otra vez por el Estado argentino durante
siglos y todavía hoy.
Más allá de las investigaciones arqueológicas que no dejan
dudas sobre la presencia mapuche en la región de la actual ciudad de San Martín
de los Andes desde mucho antes de la llegada de los conquistadores, hay
documentos escritos y fotográficos que los ubican como ocupantes legítimos de
la zona aún después de finalizada la llamada Campaña del Desierto.
Bandera mapuche en San Martín de los Andes.
Para fecha de la fundación de la ciudad, en el lugar estaban
las chacras de la Comunidad, entonces liderada por Bartolomé Curruhuinca, a lo
largo de las orillas del lago Lacar. A partir de entonces comienza una larga
historia de desplazamientos, que los va llevando cada vez más lejos de su legítimo
asentamiento.
Primero, la comunidad fue corrida hacia zona de Villa Vega
Maipú, en la actual entrada de San Martín de los Andes, donde quedan
prácticamente confinados. Eran terrenos inundables, que parecían no tener
ninguna utilidad. Allí pudieron quedarse hasta que se descubrió que esas
tierras servían para desarrollos agrícolas. Vino entonces un segundo
desplazamiento, forzado por El Estado y sus fuerzas de seguridad, hacia la zona
de Quilla quina, en un sector del lago Lacar alejado del centro urbano. Tampoco
duraron mucho tiempo allí, porque una serie de emprendimientos inmobiliarios
decidieron que se trataba de un lugar privilegiado para la venta de terrenos
destinados a la construcción de lujosas quintas y casas de fin de semana. Eso
motivo el último traslado, hacia la zona montañosa, cada vez más lejos de la
ciudad.
Nuevamente hubo intentos de desplazarlos, ahora en función
de concretar nuevos desarrollos turísticos, pero las cosas habían cambiado:
después de años de lucha, los mapuches de San Martín de los Andes habían
obtenido las herramientas legales para hacerles frente. “Lo que cambió es que
ya no pueden desplazar a la comunidad sino que tienen que pedirle permiso”,
dice el Longko Ariel Epulef.
Derechos conquistados
“Estamos haciendo valer la legislación internacional y, a
partir de allí, negociamos con las autoridades nacionales, provinciales y
municipales”, explica Epulef. Estos tratados establecen la obligación de una
consulta previa, libre e informada hacia las comunidades originarias antes de
sancionar leyes u ordenanzas que afecten sus territorios.
“Esto no se aplica en ningún otro lugar del país, pero
nosotros logramos que se hiciera aquí, que el Estado nos consulte – dice el
longko de Curruhuinca -. Lo que logramos con el Estado municipal es una mesa de
protocolo intercultural donde toda situación que afecte territorio comunitario
sea consultada con una mesa que funciona como una comisión más del Concejo
Deliberante. Todos los expedientes que hacen que el territorio indígena pasan
por esa mesa, conformada por dos secretarios del ejecutivo, los longkos de las
comunidades Curruhuinca y Vera, y un concejal por cada uno de los bloques. Las
decisiones no se toman por votación sino por consenso. Y ahora, a nivel
nacional, estamos iniciando la misma modalidad con Parques Nacionales”.
De esa manera también lograron el reconocimiento de terrenos
comunitarios para la construcción de viviendas y la concreción de un proyecto
de un barrio intercultural – el primero en la Argentina – donde cooperativistas
de la Comunidad Curruhuinca construyen viviendas codo a codo con cooperativistas
de la Asociación Civil de Vecinos Sin Techo por una Vivienda Digna.
“Vamos viendo cuáles son las decisiones políticas y
económicas de un sector de la sociedad versus lo que nosotros proponemos como
pueblo mapuche y como comunidad Curruhuinca. Vemos que esto es parte de un
proceso de posicionamiento del pueblo mapuche en esta parte del territorio,
donde algunos poderosos nos meten la pata encima y nosotros tratamos de
sacarlos”, dice el Longko Epulef. Y agrega: “Eso le ha pasado hasta a nuestra
propia gente durante años. Nuestras autoridades, años atrás hacían lo que decía
el intendente, que era poco menos que Dios y ahí estaba. Entonces esa forma de
proceder nos tenía en una situación de precariedad y de miseria que no nos
dejaba desarrollarnos. Entonces, el desarrollo nuestro era lo que nos daba el
Estado, cuando quería, enmarcado en favores políticos, lo que se llama
clientelismo, y no estaba enmarcado en derechos. Lo que nosotros empezamos a
hacer fue recuperar derechos, y lo vamos a seguir haciendo”.
El bastón recuperado.
A todo eso se suman otros logros, de fuerte contenido
simbólico, como la declaración de San Martín de los Andes como un municipio
intercultural y sus consecuencias prácticas, como la presencia de la bandera de
la nación mapuche en la plaza principal de la ciudad, a la par de las banderas
nacional y provincial, y ahora la restitución del bastón.
Sin embargo, abundan las resistencias, nuevamente por parte
del Estado a partir del inicio del ciclo macrista, y como siempre desde el
poder económico concentrado de una ciudad que mayoritariamente se considera
blanca y discrimina sin tapujos a los habitantes originarios.
En ese contexto, por primera vez en casi una década, el 4 de
febrero pasado, los representantes mapuches no pudieron hacer uso de la palabra
en el acto conmemorativo del aniversario de la fundación de la ciudad. “Se nos
quiere silenciar otra vez, pero nosotros estamos acostumbrados a luchar, y lo
vamos a seguir haciendo – dice Epulef -. Por eso, la restitución del bastón de
Perón es un acto muy fuerte desde lo espiritual y desde lo simbólico, pero que
sobre todo tiene que ver con la defensa de nuestros derechos, que son muy
materiales y concretos”.
http://www.so-compa.com/historias/el-baston-perdido-de-peron/
http://www.so-compa.com/historias/el-baston-perdido-de-peron/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.