La peña: Las máquinas de hacer música y los que saben ejecutar por JORGE VERGARA

Una vieja entrevista, calculo que con una antigüedad de entre 15 y 20 años, alcanzó para entender a los verdaderos protagonistas de la música. Conocer la gran diferencia entre ser un virtuoso de cualquier género ejecutando un instrumento y la música lograda a través de una máquina que es capaz de reproducir las notas.

Esa entrevista fue realizada a Eduardo Falú, un virtuoso en toda la dimensión de la palabra, quien plantea que un sintetizador es una fábrica de música, mientras una persona es un ejecutor de un instrumento. Saber tocar la guitarra, la batería, un violín, el charango, un bombo, es algo mucho más profundo y estudiado.

Y Falú, ya fallecido, fue compositor y guitarrista de los que no abundan, creador y al mismo tiempo entendedor del folclore. Pudo hace más de una década entender lo que se venía en materia de tecnología, que una máquina, porque no es otra cosa que eso, reemplazara las virtudes de quien elige un instrumento para ejecutarlo.

¿Y se nota?, claro que se nota, porque cada tema interpretado por un músico tiene su propio sello, ese que permite distinguir de quien se trata. El violín de Néstor Garnica no suena como una máquina, tiene su propio idioma, tiene notas dentro de las notas, tiene pausas, espacios, tiene esa enorme dosis que le ponen los virtuosos. Y sobre todo tiene sentimientos.

El bombo de Fatiga Reinoso en Los Manseros Santiagueños sonaba distinto. El de Pascual Toledo con El Chaqueño Palavecino tiene esa entrega que sólo él le puede poner. Y no me imagino a Los Cantores del Alba con otras guitarras o con un sintetizador.

Que la tecnología ayudó a la música no tengo dudas, que la fidelizó, que la hizo nítida, que le sacó las imperfecciones también, pero que a la hora de la ejecución no pudo lograr que fuera un talento en marcha. Y sin dudas, me quedo con el talento.

Publicado en Diario "Río Negro", domingo 16/07/2017.-

Foto: internet.