El significado de la vida.
Por Carlos Alberto Montaner *
En 1950 Ray Bradbury publicó sus Crónicas marcianas. Era un libro de historias que el autor reunió en una especie de novela sobre la colonización de Marte. Fue una concesión a las finanzas. Los cuentos no se vendieron, pero las novelas sí.
Probablemente fue leído por Wernher von Braun, un alemán que se exilió cómodamente en Estados Unidos, un gran experto en cohetería, como dolorosamente sabían los británicos y los holandeses. Von Braun y otros 1.500 académicos y técnicos habían sido rescatados de Alemania por los servicios de inteligencia de Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial, en una operación que tenía el inocente nombre de Paperclip, organizada por Allen Dulles. Los soviéticos les pisaron los talones.
En ese momento se pensaba que en los miles de planetas similares a la Tierra habría vida como la que existe en nuestro pequeño mundo. Hoy tenemos una visión diferente.
PERSEVERANCIA
Esta historia se basa en varias crónicas absolutamente terrenales. El de Gustavo Coronel, excelente escritor venezolano, publicado en su blog Las armas del Coronel, también titulado El sentido de la vida, y los avatares de la Perseverancia, el vehículo que hoy explora la superficie de Marte en busca de alguna forma de vida presente o pasada, y, además, evalúa si es un lugar que puede ser colonizado, ya que, aparentemente, contiene agua líquida, un requisito (por ahora) imprescindible para la aventura de vivir.
En los años cincuenta, cuando era un adolescente, había perdido definitivamente la fe en el cristianismo, como yo digo en mis memorias Sin ir Mas Lejos, pero no me había perdido el deseo de buscar un sentido a mi vida.
Recuerdo que busqué una respuesta en Unamuno (El trágico sentido de la vida), pero no tuve éxito. Don Miguel solo aportó dudas y gritos filosóficos. Continué con Víktor Frankl (El hombre en busca de sentido), pero no encontré nada que restaurara mi fe. Solo encontré algo de coherencia en El fenómeno humano, de Pierre Teilhard de Chardin, jesuita y paleontólogo francés que estudió la evolución y concluyó que algún día todos coincidiremos en el Punto Omega. A partir de esa etapa de conciencia universal, aparece el hombre de fe y el autor propone la segunda venida de Cristo, y así sucesivamente, con lo que, al menos para mí, dejó de ser interesante.
¿Y si el significado de la vida está en la lenta colonización del espacio exterior? En 1957, los seres humanos lograron escapar por primera vez del tirón de la Tierra. El objeto cilíndrico lanzado por los soviéticos se llamó Sputnik.
En 1969, el astronauta estadounidense Neil Armstrong, a bordo del Apolo 11, puso su pie en la luna por primera vez, a 300.000 kilómetros de la Tierra. Hoy estamos viendo las imágenes nítidas de Marte, a no menos de 55 millones de kilómetros de distancia, gracias a las cámaras instaladas en Perseverance.
UNA LECTORA DE SPENCER.
A estas alturas siempre cuento la historia de mi abuela María Altagracia, dominicana (claro, ¿qué más podría haber sido con ese segundo nombre?), Maricusa para su familia y amigos, una culta lectora de Spencer. Pasó su infancia a caballo a finales del siglo XIX. Pero, como vivió casi cien años, pudo ver, con asombro, a "los estadounidenses" caminando sobre la Luna.
Un siglo no es nada para las hazañas científicas ni para el tiempo sideral. El Sol continuará dando luz y calor a la Tierra durante varios miles de millones de años más, hasta que se apague como resultado del principio o ley de la entropía.
Por supuesto, podemos conquistar y colonizar Marte, e incluso escapar del sistema solar e incluso de nuestra galaxia. No importa si sólo hay vida en la Tierra. Sería mejor. Nuestra misión es llevarla hasta los confines del Universo. Quizás ese sea el sentido de nuestra vida
* Politólogo y escritor cubano.
Publicado en Diario "La Prensa", domingo 7 de marzo del 2021.
http://www.laprensa.com.ar/499636-El-significado-de-la-vida.note.aspx
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