Parsifal, en su incansable búsqueda del Santo Grial, libró un duro combate marino en aguas desconocidas. Tras navegar sin rumbo durante días llegó a una costa inexplorada. Desde las aguas pudo divisar un fuerte o castillo. Allí bajaron y pasaron la noche. Al amanecer los tripulantes del navío se encontraron al pie de un cerro bajo, en lo que parecía ser una isla, en medio de un paisaje árido. Habían llegado a la Patagonia, tierra aún sin nombre por el siglo XV.
Ese lugar, que los templarios habían confundido con un fuerte, no era sino el ahora conocido como Fuerte Argentino. De lejos, parece una gran fortaleza con vista al golfo San Matías y puede ser confundido con una isla ya que las tierras que rodean esta meseta costera son bajas en relación con su elevación. Tiene una altura de 153 metros sobre el nivel del mar. Y es totalmente plano en su cima. Enmarcado en un paisaje desnudo típico de la costa de la provincia de Río Negro, este lugar es hoy un atractivo turístico muy particular.
Esa historia legendaria que vincula a la Orden Templaria con nuestros patagones, no deja de sorprender a los visitantes y agrega un aura mítica típica de los rincones del sur argentino.
Las Grutas, punto de referencia ineludible para llegar al Fuerte Argentino, es un lugar paradisíaco de aguas cálidas. El balneario tiene un aspecto mediterráneo: un vaivén intenso que cubre y descubre la playa sucesivamente se puede observar desde el bulevar costero, sobre los acantilados, bordeado por una pared. Los dos niveles de playas, separadas por una gran explanada rocosa, permiten que cuando la marea sube cubra esta capa de rocas y se formen piletones.
El Camino de los pulperos.
Desde Las Grutas se llega al Fuerte Argentino a través del llamado Camino de los Pulperos, unos 40 kilómetros que atraviesan salitrales, asombrosas dunas y picadas subyugantes. En el trayecto se tocan hitos como Piedras Coloradas, donde el rojizo de las formaciones rocosas del período precámbrico sorprende por su intensidad. Luego se atraviesa El Sótano, uno de los ambientes con mayor diversidad biológica de la bahía y donde se registra la mayor diferencia de mareas de todo el país.
Este lugar invita a observar la variedad de animales y vegetales de la zona, a la recolección de pulpitos y a la pesca; finalmente, aparece el Cañadón de las Ostras. Esta apacible playa estimula las caminatas. Es una importante cantera de ostras fosilizadas y cristalizadas de gran tamaño que datan de más de diez millones de años. Cuando baja la marea, miles de pequeños ejemplares de la fauna marina se dejan ver en los charcos que dejan las aguas. Luego, el camino sigue hacia el objetivo. Todo es sinónimo de aventura: las camionetas 4×4, una tras otra, se deslizan por caminos de ripios y arena siempre bordeando la costa.
El Fuerte Argentino, al parecer, nació para imaginar aventuras. La particularidad del paisaje natural sugiere mitologías. Las afloraciones de piedra caliza tiñen la parte más alta de esta meseta natural y la presencia de restos fósiles y caparazones de moluscos sintetizan el intenso pasado geológico de la costa. Piratas, científicos y habitantes originarios lo visitaron atraídos por ese paisaje singular. Y según el Grupo de Investigaciones Esotéricas “Delphos”, allí llegó el Cáliz Sagrado en manos de Parsifal y sus sorprendidos marinos. Los pobladores cuentan historias transmitidas por sus antepasados: ese lugar fue elegido muchos años después por los españoles para instalar cañones que apuntaban hacia el golfo.
Ni bien se pisa el lugar se descubren las afloraciones de piedra caliza que pintan la parte más alta de esta meseta natural con restos de fósiles marinos y caparazones de moluscos que son evidencia del intenso pasado geológico de estas costas. A la cima se puede llegar caminando. Allí aparece esa gran terraza con vista al golfo.
Además del sorprendente paisaje, se realizan allí diversas actividades como tiro con ballesta, boomerang y sandboard.
Al pie de la meseta del Fuerte Argentino se puede practicar snorkeling en la laguna de agua salada. Y desde ya, disfrutar de un cordero patagónico acompañado con un buen vino.
Fuente: diario Clarín.
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