El morbo popular es histórico: desde el Circo Romano y la gente yendo a la “picota” en la Edad Media, pasando por la Revolución Francesa y el público que se reunía para ver a los ajusticiados en la Plaza de la República, hasta la actualidad en la que las fotos de los crímenes horrendos venden más diarios y generan más rating que cualquier otro hecho de impacto general, hay un “evidente deleite del hombre en la crueldad y, aun avanzada la civilización que sublima esto, sobrevive el morbo. El tema es que hoy ha alcanzado un nivel preocupante, que quedó demostrado con el reciente crimen de Ángeles Rawson”, dice Mariano Castex (81), médico legista y psiquiatra con más de cuatro décadas de trayectoria en el área forense. Y advierte: “La repercusión de estos delitos en los medios, y por lo tanto en la sociedad, es un tema psicosociológico a estudiar. No tenemos ni idea del daño que causa esto”.
¿Qué genera consumir policiales?
El consumir policiales causa una habituación e insensibilidad. Es una instigación, una estimulación a emular el hecho, a reiterarlo. Está lo que se llama el fenómeno imitativo: como los chicos copian modelos y actitudes, si toda una sociedad hace determinada cosa se repite. Hay múltiples ejemplos, no sólo en los delitos, de que la sociedad funciona por emulación, imitación, repetición. Entonces veamos qué es lo que estamos estimulando. Hay como un deseo, para tener el poder, de embrutecer a la población. Y cuando no se informa bien se embrutece. No tenemos idea del daño que causa esto.
En su experiencia como psiquiatra forense en cientos de crímenes, ¿se puede hablar de algo así como una mente asesina?
No en la mayoría de los crímenes que vemos acá. Pero sí por ejemplo en los seriales; ahí hay un perfil asesino. Es una estructura psíquica que tiene satisfacción, o retribución, en el hecho que está produciendo. Se podría decir que es lo que se denomina perversión: ese goce en el dolor ajeno, que no encuentra límite moral y que no genera ni remordimiento ni culpa. Pero eso es una minoría. Los crímenes habituales, la mayoría, son producto de variables circunstanciales. Así como comúnmente se dice que la ocasión hace al ladrón, también se puede decir que hace al asesino; incluso en el asesinato planeado, es la circunstancia la que conduce al crimen y, por lo tanto, no hay patrón. Suelen ser circunstancias muy particulares y explosivas, que conducen a ese hecho, pero que no se puede saber si con las mismas condiciones, esa persona volvería a matar y, además, es improbable que se den las mismas condiciones.
¿Eso explica que una persona en apariencia normal se convierta en un asesino de la noche a la mañana?
Exactamente. Lo vemos en muchísimos casos muy recientes y de todas las épocas. Por ejemplo, el de la mujer del gobernador de Río Negro, Susana Freydoz. Hay ahí una convergencia de factores: drogas, alcohol, desgaste matrimonial, infidelidades, etc. Pero esa mujer no tenía de ninguna manera un perfil asesino, si no que en una circunstancia particular se enloqueció y disparó. Pero, además, no le disparó a cualquiera, sino a su marido; o sea que no sería posible que se repitiera porque era esa persona el objeto de su furia, digamos. Estos casos son los que uno ve todos los días en los crímenes. Y hoy se conocen más por la difusión y el desarrollo de las comunicaciones, pero siempre hubo.
Los criminalistas suelen diferenciar entre un apuñalamiento y una muerte por el disparo de un arma. Si bien en los dos se asesina, apretar un gatillo es “más frío”.
Sí, en general, para matar a golpes, puños, cuchillazos, es decir, con contacto físico, hay mayor emoción violenta y se suele decir que son crímenes pasionales. Pero también los hay con tiros. Eso es distinto que, por ejemplo, el caso de Yiya Murano, la envenenadora de Montserrat, quien seguramente tenía una estructura perversa en la planificación y todo el “disfrute” de ese saber que estaba matando. Hay una distinción también en los homicidios de un esquizofrénico o un epiléptico mayor –que no es el que tienen convulsiones sino una crisis de excitación maníaca- y el de los delirantes. Cada uno tiene un esquema y ahí sí hay enfermedades o patologías subyacentes. Por ejemplo, el epileptoide mata en una especie de orgía y desenfreno de sangre. Yo intervine y estudié el caso de Sebastián Tablado, por ejemplo, el chico que mató a su novia de 113 puñaladas; y era claramente una estructura epileptoide, con un fondo orgánico importante, muy agresivo. Sin embargo, no puede trasladarse a otros casos el esquema. Los crímenes pueden parecer similares y no serlo las mentes que lo cometen.
¿Por qué determinadas sociedades son propensas a cierto tipo de crímenes? Por caso, Estados Unidos y los asesinatos masivos.
Lo que hay en común en ese tipo de casos es la agresividad y sin duda hay sociedades más violentas que otras. En cuanto a las personas, un asesino de este tipo puede ser tanto gente muy inteligente y con un muy bien nivel de formación, o también gente muy primitiva. Es decir que no hay un parámetro equiparador ni en lo social ni en lo individual. Lo que sí es equiparador es que en el fondo hay agresividad, descontrol, una inmadurez muy grande, que genera una tendencia a la violencia “en acto”, es decir que trasciende la frontera de la palabra y se ejecuta.
¿Se pierden la lucidez y la racionalidad en el momento de matar?
Es la clave del crimen pasional. Caso Freydoz por ejemplo. Por eso es un absurdo absoluto decir que se pongan penas mayores para disuadir. Ningún delincuente piensa en la pena para disuadirse de cometer un delito. Ni el que roba. En segundo lugar, los crímenes pasionales, cuando se comete el acto no se ha pensado lo que está haciendo: el acto precede al conocimiento, porque se inicia impulsivamente. En el caso este de Ángeles Rawson, por ejemplo, no se puede descartar la hipótesis de que la chica puede haber reaccionado al ver al portero en determinada acción con otra persona. Porque es válida y perfectamente posible, pero desde el sentido común se dice: ¿la va a matar por que vio algo? ¿Va a cambiar la cárcel de por vida por lo que sea que haya visto? Nadie evalúa así las cosas en un acto impulsivo de homicidio.
¿Por qué al sentido común le cierra más la posibilidad del ataque sexual?
Es lo que se llama el discurso tranquilizador: es el que más agrada al morbo de la población. Pero no es la única posibilidad. Voy a dar un ejemplo: el caso de Jimena Hernández, la chica que apareció en la pileta de la escuela. Yo estuve en la investigación: no había nada de lo que salió en los medios ni lo que se llevó al tribunal. Nada. La chiquita tuvo un paro cardíaco. Y se dijo que había manchas de esperma en los pantalones. Yo soy testigo de que no había nada de eso. Se hizo el activo de la mancha en Estados Unidos y volvió negativo. Pero quedó la versión de la violación. Porque eso es lo que compra y alimenta el morbo.
¿También puede alguien violar por las circunstancias?
Es más complejo, pero también. Hace unos años me interesé en un modelo francés que estudiaba los perfiles de violadores y establecía los cuatro tipos más comunes de psiquismo de los violadores: el caso más común, el más bajo, es el aventurero adolescente o adulto inmaduro e inseguro que busca violar para asegurarse de que es macho; es decir, triunfa sobre la mujer para asegurarse su masculinidad. En el extremo más alto están los perversos que gozan el acto sexual matando además, o sea, que llegan a tener orgasmos matando. Y en el medio toda la gama posible de cosas. Es decir que, en ciertos casos, también puede haber un elemento circunstancial fuerte.
Volviendo al caso de Ángeles Rawson y a la principal hipótesis del ataque sexual, ¿qué pasa con la psiquis de esa persona después de una acto así?
Una persona que encuadra en una cierta normalidad psíquica, después de cometer un acto así, es probable que entre en una gran depresión y que termine matándose en la cárcel. Porque es un acto que no se ha podido manejar. Crecen el morbo y la fantasía al punto de no poder controlarlos, no piensan en las consecuencias, reaccionan, matan, después quieren ocultarlo… Y es una cadena de hechos de los que después muy pocos logran volver a equilibrarse.
Publicado en el Diario "La Mañana de Neuquén", domingo 14 de julio de 2013, edición Nro. 7740. Imagen pertenece a la misma entrevista.
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