Empetrolados. Los kirchneristas no pueden explicar la contradicción de haber expropiado YPF para terminar beneficiando a una compañía estadounidense.
De tener razón los convencidos de que en última instancia todo depende de la evolución –auténtica o meramente presunta– de la economía, el gran esfuerzo así supuesto solo ha servido para enriquecer a algunos personajes mediáticos y gratificar la vanidad de Cristina, tratándola como la protagonista de una epopeya extravagante, sin incidir en la actitud de los votantes. En tal caso, los muchos millones de dólares que se han despilfarrado en actividades calificadas de culturales, en el sentido antropológico de la palabra, apenas habrán contribuido a la “construcción de poder”. Así y todo, sería de suponer que por lo menos los jóvenes de La Cámpora y los intelectuales orgánicos de Carta Abierta, sí han tomado el relato en serio. Para ellos, los cambios introducidos por Cristina en la obra maestra que está escribiendo no serán un asunto menor.
Además de transformar una petrolera imperialista mal vista por los revolucionarios de América latina en aliado clave en la lucha contra la dependencia, Cristina les ha pedido aceptar que algunos militares sindicados como represores genocidas despreciables son en verdad buenas personas. El que casi simultáneamente con la decisión de abrazar a los ejecutivos de Chevron, Cristina haya designado al general César Milani para encabezar el Ejército a pesar de las acusaciones en su contra y las dudas ocasionadas por su actividad como especialista en inteligencia militar (para algunos, se trata de un oxímoron) y por el patrimonio envidiable que ha conseguido acumular, ha desconcertado a muchos fieles. Si bien, como generaciones de intelectuales comunistas que se acostumbraron a modificar drásticamente sus opiniones toda vez que el mandamás moscovita de turno les ordenó hacerlo, los kirchneristas más fervorosos antepondrán la disciplina partidaria a cualquier otra cosa, algunos se resistirán a seguir acompañando a la jefa en su viaje zigzagueante que ya le ha llevado a territorio supuestamente enemigo.
¿Adónde se ha propuesto ir Cristina? ¿Nos tiene reservadas más sorpresas? Puede que sí, que, asustada por los nubarrones que ve en el horizonte, siente que ha llegado la hora de regresar a los orígenes. Antes de encargarse el matrimonio Kirchner de los destinos de la República, ni ella ni su marido se habían preocupado en absoluto por el tema de los derechos humanos y no les resultaba repugnante codearse con militares que, era de suponer, habían participado como tantos otros en la guerra sucia. Asimismo, en lo concerniente al petróleo, eran tan privatistas como el compañero Carlos Menem, de modo que les hubiera parecido perfectamente normal asociarse con empresas como Chevron. Por motivos pragmáticos, los dos se metamorfosearon en paladines de los derechos humanos, flagelos de los militares y, en el caso de Cristina, en una nacionalista hidrocarburífera, pero solo era cuestión de adaptarse a las circunstancias. Puesto que estas han cambiado tanto, sería hasta cierto punto lógico que Cristina, en busca de un lugar firme en el mundo, tratara de volver donde había estado apenas diez años antes.
Publicado en Revista "Noticias de la semana" 27 de julio de 2013, Nro. 1909, páginas 22-23.
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