Del libro “Política y Ejército”. Editorial Corregidor. Mayo
2008 de Arturo Jauretche sobre el General Julio Argentino Roca se refería. Un
fragmento.
PRIMEROS PASOS HACIA UNA ECONOMÍA NACIONAL.
Esa nueva promoción que tiene Roca como conductor careció de
una teoría nacional de la política y de la economía. Sólo le fueron dados
atisbos parciales de la realidad; no así liberarse de las supersticiones
ideológicas, pero con todo, su carácter nacional la hizo contrabalancear a los
agiotistas y especuladores del puerto de Buenos Aires y posibilitar algún
desarrollo industrial. A ellos debemos la modernización y crecimiento de las
industrias azucareras y vitivinícolas, a las que por cierto la metrópoli británica
no opuso mayores dificultades, porque el azúcar significaba un golpe al
comercio rival de carnes, el saladero, que se abastecía a los mercados
azucareros del Brasil y Cuba, y la industria vitivinícola contribuía a eliminar
otro competidor del mercado de exportación: Francia, abastecedora de vinos.
Pero de todos modos se tonificaron las economías de dos
centros fronterizos -Cuyo y el Norte-, y se paró la emigración de sus
habitantes al litoral pastoril. Esta época y la de sus continuadores fue también
de enajenación de los ferrocarriles nacionales y de concesiones leoninas al
capital privado. Pero cumplió, en cambio, una política ferroviaria de
sacrificio a cargo del Estado, que tuvo en cuenta las fronteras y estabilizó el
norte argentino y la conexión con Bolivia. Tal vez hubiera llamado el Pacífico
al Plata, sin la apertura de la nueva ruta por Panamá que abrió una vía
marítima más corta.
Pero lo fundamental es que con Roca vuelve al país el
concepto de una política del espacio. Vuelve con un auténtico hombre de armas y
vuelve porque ya hay un ejército nacional y la demanda mínima de éste, la
elemental, es la frontera.
POLÍTICA NACIONAL DE LAS FRONTERAS.
Está la frontera con el indio, abandonada desde Caseros,
cuando éste vuelve a rebalsar y hasta interviene en nuestras luchas civiles:
Mitre ha traído a los indios a La Verde como los llevó a Pavón seguramente para
replantear el dilema de Civilización y Barbarie a favor de la civilización, del
mismo modo que Brasil llevó sus esclavos a la lucha por la libertad de los
paraguayos.
La primera tarea que realiza el ejército nacional es la
conquista del desierto. El plan de operaciones repite el de la Confederación,
con medios más modernos pero con la misma visión nacional. Lleva implícita la
ocupación de la Patagonia que se realiza, y la definición de la frontera con
Chile que obtiene solución favorable, salvo en el estrecho de Magallanes, y
definitiva por la Política Nacional de las fuerzas armadas que representa el
fundador del nuevo Ejército Nacional. Ella no hubiera sido posible sin la
construcción del mismo, por encima de las facciones y sometimiento al mitrismo;
la extensión vuelve a formar parte de la Política Nacional que se irá
complementando hacia el norte, con los expedicionarios del desierto que en
Chaco y Formosa consolidan, con la ocupación hasta la frontera del Pilcomayo.
Toca también al ejército nacional resolver la cuestión
Capital que algo aliviará al gobierno argentino de la presión constante del
círculo de la oligarquía porteña. Frente a Avellaneda vacilante ante la
insolencia de Tejedor y los demás mitristas, Roca expresa la posición firme de
lo nacional y la decisión del Ejército Nacional de no aceptar más retaceos a la
República. Oigamos a Roca: “Ya que lo quieren así, sellaremos con sangre y
fundiremos con el sable de una vez para siempre, esa nacionalidad argentina que
tiene que formarse como pirámides de Egipto y el poder de los Imperios, a costa
de la sangre y el sudor de muchas generaciones. Es posible que esté reservada a
la nuestra el último esfuerzo y la coronación del edificio. ¡Que no nos falte
el coraje, la energía ya la decisión en el momento de la prueba”.
Éste es el momento decisivo y es bueno señalar lo que
destaca Ramos: al lado de Roca está Hipólito Yrigoyen, jefe del futuro gran
movimiento nacional. En cambio, Alem, está del otro lado. Los clásicos al lado
de los clásicos, los concretos al lado de los concretos, los realistas a lado
de los realistas. Del otro lado los declamadores, románticos arrastrados por el
influjo de las palabras huecas, y las ideologías.
Es confusa la historia como que es cosa de hombres. Digamos
glosando a Buffon que el estilo define las corrientes históricas mejor que las
palabras.
Hasta 1916 el pueblo es ajeno a todo el drama histórico
desde Caseros. Desde entonces hemos carecido de una verdadera política
nacional; pero señalemos los grados: durante el período del mitrismo no fue
carencia; hubo política antinacional consciente y deliberada, que se sostuvo en
la inexistencia del Ejército Nacional, reemplazado por una milicia de facción.
Con Roca y la resconstrucción del Ejército Nacional empieza a definirse una
Política Nacional, zigzagueante entre la compresión parcial de los hechos y el
adoctrinamiento antinacional de los ideólogos. Pero como los gobiernos
impopulares todos, subsisten casi exclusivamente gracias a la tolerancia de las
fuerzas armadas hay por lo menos una Política Nacional, la del Ejército,
expresada por su fundador, el general Roca, que tiene una Política Nacional de
fronteras y una política económica a la que falta mucho para ser nacional, pero
ya retacea el librecambio impuesto por los vencedores de Caseros en obsequio de
los “apóstoles del comercio libre”. No llega con todo a constituir sino un mero
atisbo de política nacional: ella sólo se integrará por la presencia del pueblo
en el Estado.
Sólo con Yirigoyen, balbuceante, imprecisa por la llegada
del pueblo al poder comienza a perfilarse una política nacional íntegra que
abarca las fronteras interiores y las fronteras exteriores, que comprende el
espacio y el hombre, y da nacimiento a una política internacional típicamente
argentina y que ha marcado en la nueva llegada del pueblo al poder en 1945.
pero en las dos oportunidades la propaganda ideológica de los elementos extranjerizantes
logra desvincular las fuerzas armadas de sus fines esenciales de política
nacional.
Así, lo ocasional y anecdótico, la buena o la mala
administración, obstruyendo la perspectiva general y las armas de la nación son
utilizadas con fines muy distintos a los que las movilizaron, volviéndose
contra ellas mismas, al presidir la restauración de la oligarquía y el
coloniaje, ligándolas a esta causa, y convirtiéndolas en instrumento de nuestra
debilidad al subvertir sus objetivos esenciales. La política de facción les
hace perder de vista la política nacional y esto incide también sobre su
eficacia, pues el arte de nuestros enemigos ha consistido siempre en
enfrentarlas al pueblo, provocando su desprestigio en el mismo y rompiendo la
unidad vertebral de la Nación, que es un supuesto necesario de la política de
defensa nacional.
FRAGMENTOS DE ARTURO JAURETCHE TOMADOS DE LA NOTA: “JAURETCHE SOBRE ROCA” DE MIGUEL CONTISSA.
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