Cuando se intenta interpretar las causas por las cuales la fruticultura del Valle del Río Negro y Neuquén se encuentra sumergida en una profunda crisis emerge, casi en forma natural, la comparación con la industria chilena.
Son países distintos, con geografías disímiles e idiosincrasias particulares. Pero, en este caso en especial, los une una misma actividad: la fruticultura.
Tras la cordillera, un productor de manzana Royal Gala (una variedad tradicional y de bajos retornos) logra ingresos netos del orden de los 4.600 dólares por hectárea. En nuestro Valle, ese valor termina siendo negativo en cada temporada que finaliza.
Al analizar las tres variables que sostienen el sistema frutícola, mencionadas en la nota central de este informe, la única que nos iguala con nuestros vecinos es el mercado internacional que, para ambos países, se encuentra sostenido tanto en volumen como en precio.
Sobre los otros dos planos evaluados, la institucionalidad y la adaptación interna del sistema, existe un abismo entre lo hecho por la Argentina y lo ejecutado por Chile. Nuestro país cumplirá en poco tiempo más 30 años de democracia. En todo este tiempo nunca logró estabilizar su economía, sostener un programa de mediano a largo plazo o poder hacer sustentables las economías regionales. La mezquindad política tiene mucho que ver con estos resultados.
En nuestra Argentina de las últimas décadas primó siempre el corto plazo, compatible para la estrategia política de turno, desalentando a todo aquel que razonaba distinto. La fruticultura del Valle, en este escenario, no tuvo oportunidad alguna de defenderse.
Publicado en Suplemento "El Rural" de Diario "Río Negro" - 23-11-2013.-
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