Pino Solanas lo bautizó “Ánimal”. Así, con acento en la A.
Por sus ya célebres “anibaladas”, remedo de animaladas, de cada mañana. Aníbal
Fernández se fue ayer del gobierno y de las “sesiones de terapia de grupo”,
como él llamaba a las conferencias de prensa matutinas a las puertas de la Casa
Rosada. Y lo hizo con un distintivo que hay que reconocerle: nunca se bajó del
caballo. Ni aún ante las peores sinrazones. Siempre guerreador, provocador, con
el sarcasmo a flor de labios, capaz de doblar cualquier apuesta.
Los que conocen el paño aseguran que el futuro de Aníbal
está más cerca de los pasillos de los tribunales de Comodoro Py, por la causa
de Fútbol para Todos o por sus eventuales conexiones con el escándalo de la
FIFA que ayer se llevó tras las rejas a su brazo derecho en Quilmes y alter ego
en la AFA, José Luis Meizner, que de la política activa
Sin embargo Aníbal volvió a doblar la apuesta. En medio de
la última mateada, luego de la conferencia, dijo que tiene algo entre manos que
por ahora es un secreto. “Estoy trabajando en algo, siempre en política, que
por ahora no puedo contar”, dijo y se fue.
Aníbal no tambaleó ni siquiera cuando María Eugenia Vidal le
dio un sonoro cachetazo a su ilusión de ser gobernador de Buenos Aires. Salió
disparado hacia adelante, como cuadra a su naturaleza, y le echó la culpa de la
derrota a Clarín y Jorge Lanata.
Orgulloso de ser “el primer soldado de Cristina”, la
defendió a capa y espada ante cada tropiezo. No le tembló la boca para
suscribir las acusaciones de golpismo contra los miembros de la Justicia, o
para sostener que en Alemania hay más pobres que en la Argentina. También para
destratar tanto a Sergio Massa, cuando era candidato presidencial, como a
Mauricio Macri. Era común escucharlo decir que ninguno de los dos le movía el
amperímetro porque “nunca leyeron un libro, ni Los tres chanchitos”.
Una de las últimas dedicatorias para el presidente electo
fue cuando se inició el sainete por el traspaso de los atributos del mando.
Aunque venía guardando las formas, desbarrancó: “No puede pretender el señorito
que le llevemos el bastón y la banda a su casa de Barrio Parque”. O cuando ayer
en la despedida destrató el Reglamento de Protocolo de la Presidencia que
esgrimió Macri para justificar su intención de recibir los atributos en el
Salón Blanco. “¿Y a quien le importa un papel que fue escrito alguna vez por
alguien? No sirve para nada”.
Una anécdota lo pinta de cuerpo entero. Andaba medio cabrero
porque en la campaña previa a las PASO Daniel Scioli subía al palco más veces a
Julián Domínguez. El gobernador lo llamó, cuando ya había sido ungido candidato
a la provincia, y le pidió compartir recorridas e inauguraciones. Aníbal lo
paró en seco: “No, gracias, Daniel, te agradezco pero no necesito la foto a tu
lado, yo gano sin correr, a esta piba le gano con la fusta bajo el brazo”.
En su mochila carga la eterna duda sobre si en verdad alguna
vez se escapó de la Justicia escondido en el baúl de un auto oficial cuando era
intendente de Quilmes. Y su promesa de llevar a Lanata hasta la misma Corte
Interamericana de Derechos Humanos de la OEA por la denuncia que lo vinculó al
tráfico de efedrina y el triple crimen de General Rodríguez. O su sonado “No me
tome por b...” ante la pregunta molesta de un periodista acreditado.
“¿Va a renunciar a la candidatura presidencial?”, le
peguntaron cuando le apuntaba a la Casa Rosada. “¡Nooo, yo no renuncio ni al
tute!”, se envalentonó. Se bajó menos de dos semanas después.
http://www.lanueva.com/puertas-adentro/843873/chau--animal-fernandez.html
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