En Punta del Este, el gran balneario uruguayo de renombre mundial, se está construyendo una enorme torre de departamentos justo frente al mar, sobre la avenida costanera, del lado de la punta llamado "La Brava", esto es, mirando hacia mar afuera. Allí normalmente rompen las olas, en cadencias realmente majestuosas. Ella lleva el nombre magnético de torre Trump, con el que se enriquece el magnate y ahora candidato presidencial norteamericano y se atrae a los interesados y posibles compradores.
Como es tradicional en el sector de la construcción uruguayo, a fin de año los trabajadores, empleados, funcionarios y directivos de la empresa que construye ese edificio se reúnen a comer lo que generalmente se denomina "asado de obra", comilona simple y cárnica que es meticulosa y casi religiosamente preparada sobre el compacto enrejado negro de las clásicas parrillas rioplatenses.
Así iba a ocurrir, también este año. Pero surgió un inesperado "problema". Once chorizos que se habían adquirido para ir con destino a los estómagos de los comensales desaparecieron antes de llegar a su parada previa, la de la parrilla. Descubierto el lamentable desfalco, se produjo un gran revuelo. Los trabajadores, visiblemente frustrados, decidieron hacer un "paro sorpresivo" como protesta; esto es, dejar de trabajar. Para ello, queda visto, cualquier excusa es buena. Hasta los chorizos.
Cuando la medida adoptada estaba ya casi en curso de ejecución, alguien verificó –una a una– las mochilas y bolsos de los concurrentes. Y descubrió –de pronto– los once chorizos que habían desaparecido. Por casualidad, aparentemente.
Recuperados que fueron los embutidos siguieron el rumbo que para ellos se había previsto originalmente: la parrilla, sin etapas intermedias, lo que calmó enseguida los ánimos y volvió las cosas y las relaciones a su "normalidad". El "paro" decretado por los obreros se levantó sin mayores dilaciones o dificultades y todos se sentaron pacíficamente junto a las brasas para, fraternalmente, comer juntos el asado que estaba previsto, bien regado.
Notable. Pero el estómago también es capaz de curar las ansiedades. Así lo demuestra lo que acabo de relatar, que no es fruto de la imaginación, sino un episodio real, de la vida.
Publicado en Diario "Río Negro", martes 22 de diciembre de 2015. Foto: web.
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