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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

lunes, junio 20, 2016

EFEMÉRIDES ARGENTINAS - 20 DE JUNIO DE 1820: Moría el Gral. Manuel Belgrano en la pobreza, a pesar de que su familia había sido una de las más acaudaladas del Río de La Plata. Su fallecimiento pasó inadvertido.

Desdichas de Belgrano por SERGIO BAROTTO.
Belgrano nunca mereció las desdichas a que han sido sometidos su cuerpo y su impronta, tras su muerte. Han sido sometidos a la desdicha de la ingratitud.
Manuel Belgrano murió a las 7 de la mañana del 20 de junio de 1820. Tenía 50 años de edad y sucumbía en la más absoluta pobreza.
Su cuerpo fue sepultado en una tumba de tierra, cubierta con una losa que, oficiando también de lápida, solo rezaba: “Aquí yace el General Belgrano”. La tapa fue confeccionada, según algunos historiadores, con el mármol de una cómoda de la vivienda en que moraba el prócer, y para otros, la piedra utilizada provenía de un baño del mismo lugar.
La tumba -ubicada en el atrio de la Iglesia del Rosario del Convento de Santo Domingo, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires- fue abierta el 4 de septiembre del 1902, a los fines de exhumar los restos de Belgrano para, el 20 de Junio de 1903, volver a depositarlos en el mismo lugar, pero en el Mausoleo levantado al efecto e inaugurado en esa última fecha.
Al momento de su exhumación, del cuerpo de Belgrano quedaban solo algunos pocos huesos y varios dientes. Entonces, los representantes del Poder Ejecutivo en tan histórico acto, los Ministros de Interior, Joaquín V. González, y de Guerra, General Pablo Ricchieri, se repartieron entre ellos aquellas piezas dentarias, el primero señalando que quería mostrárselas a sus amigos, y el segundo, para hacer lo propio frente al General Bartolomé Mitre, según explicaciones posteriores de ambos.
Solo el escándalo que produjo la difusión pública de aquella apropiación incalificable obligó a que los Ministros reintegrasen los dientes a la Iglesia encargada de la custodia del Mausoleo. El Diario La Prensa publicó la siguiente nota acerca del acto: ”Llama la atención que el escribano del Gobierno de la Nación no haya precisado en este documento los huesos que fueron encontrados en el sepulcro; pero no es esta la mayor irregularidad del acto para honrar al héroe más puro e indiscutible de la época de nuestra emancipación. Entre los restos del glorioso Belgrano que no habían sido transformados en polvo por la acción del tiempo se encontraron varios dientes en buen estado de conservación y se los repartieron el Ministro del Interior y el Ministro de la Guerra. Este despojo hecho por los dos funcionarios debe ser reparado porque esos restos forman una herencia que debe vigilar la gratitud nacional: no son del Gobierno sino del pueblo de la República, y ningún funcionario puede profanarla. Que devuelvan esos dientes al patriota que menos comió en su gloriosa vida con los dineros de la Nación”. Y la revista Caras y Caretas publicó una caricatura de aquél momento, en donde Belgrano se yergue desde dentro de su tumba y, señalando con su dedo índice izquierdo a los Ministros profanadores, les espeta: “¡Hasta los dientes me llevan! ¿No tendrán bastante con los propios para comer del presupuesto?”.
En julio del año 2010 los diarios informaron que el Convento en cuya entrada se encuentra levantado el Mausoleo no tenía gas y, por lo tanto, en mayo anterior se había apagado la llama votiva que allí recuerda al General Belgrano. El suministro de gas fue reinstalado y la llama encendida nuevamente en el mes de noviembre del mismo año, con una ceremonia oficial que incluyó la presencia del Regimiento de Patricios. La falta de gas había obedecido a que la Iglesia no contaba con red habilitada para la circulación de ese fluido.
En el Mausoleo se ha impreso, también en homenaje, la frase en latín “Studis Provehendis” que significa “proveedor de estudios”, en alusión a la donación que Belgrano hiciese de los 40.000 pesos que la Asamblea del Año XIII le otorgase como premio por sus triunfos en las batallas de Tucumán y Salta, con cargo a la construcción de cuatro escuelas “de primeras letras”, como especificó el propio donante. La primera de ellas se construyó en el año 1974, en Tarija (Bolivia); la de Tucumán comenzó a funcionar en 1998; en este último año se puso en marcha el mecanismo licitatorio para la construcción de la escuela a ser situada en Santiago del Estero (obras que nunca concluyeron, aparentemente) y en el año 2004 se inauguró -parcialmente- la escuela correspondiente a la Provincia de Jujuy.
El 2 de mayo de 1982 el barco de guerra argentino crucero General Belgrano fue hundido luego de haber sido torpedeado en dos oportunidades por el submarino nuclear inglés Conqueror. Ese barco había sido comprado por la República Argentina en octubre de 1951 y, de llamarse USS Phoenix, pasó a denominarse ARA 17 de Octubre. Derrocado Perón por el golpe de estado autodenominado Revolución Libertadora, el 16 de septiembre de 1955 el bote fue rebautizado como General Belgrano, en honor al héroe nacional, que había sido el fundador de la Escuela de Náutica en el año 1799. Los restos del crucero General Belgrano no han podido ser hallados a la fecha. La expedición de búsqueda más importante se realizó en el año 2003 y duró 13 días infructuosos, llevada adelante en forma conjunta entre la Armada Argentina y el National Geographic.
En el año 2007 fue sustraído del Museo Histórico Nacional el reloj de oro con el que Belgrano había pagado los servicios de su médico, en su lecho de muerte. Ese reloj le había sido obsequiado por el Rey Jorge III de Inglaterra.
Se alude recurrentemente a la pretendida condición de homosexual de Belgrano. Aún cuando se tiene por cierto desde los historiadores, que el prócer tenía una voz aflautada (Dorrego se burló públicamente de ello y San Martín, entonces, lo sancionó severamente, echándolo de la ciudad de San Miguel de Tucumán) y que gustaba de usar ropas de color verde (una excentricidad para los cánones de la moda de la época y que le valió entonces el mote de “General Cotorrita”), afirma Federico Andahazi que “No existe evidencia alguna que indique que Belgrano hubiese sido homosexual; el hecho de que fuera soltero no prueba, como muchos han sugerido, que no se sintiera atraído por las mujeres; al contrario, a falta de una esposa, se sabe que tuvo varias mujeres y que, aunque no los reconoció, tuvo dos hijos”.
Después de su fallecimiento Belgrano ha debido soportar que sus restos sean repartidos como souvenirs, entre Ministros del Poder Ejecutivo, es decir, por quienes se supone que deben demostrar los más altos índices de honestidad, ética personal y moral pública. Los restos hoy están completos en su Mausoleo, gracias al periodismo, y a nadie más.
El acto de reencendido de la llama votiva del Mausoleo a Belgrano, hasta con pompa militar, no deja de constituir una amarga burla, ya que su apagado se produjo por el innegable desinterés que existió respecto del monumento. Y debe agregarse, porque es otro ejemplo del mismo desapego, que en el mismo Convento se guardan cuatro banderas que el pueblo de Buenos Aires arrebató a los ingleses durante la Primera Invasión de 1806, y que Liniers entregó a la congregación de los Dominicos. Dos de esas banderas correspondían al cuerpo inglés Regimiento 71 y las otras dos a la Marina Real Británica. En el año 2010 un cura confesó al Diario La Nación que semejantes reliquias estaban sin custodia alguna, lo cual lo preocupaba de sobremanera. Dijo este prelado:“Si hurtan alguna de esas banderas, me cuelgan en la Plaza”.
La imposición del nombre Belgrano al crucero argentino hundido durante la Guerra de las Islas Malvinas, en principio entendido como un homenaje de los marinos hacia un hombre que había formado parte del ejército de tierra, se apoyó en un disvalor, cual es la venganza. Se trató de uno más de los actos de esa naturaleza que se desplegaron a partir del año 1955, destinados a intentar borrar a Perón y al “peronismo” de la historia. A fin de ser justos con esa misma historia, debe aceptarse que no fue inocente la imposición al barco de su primer nombre -”17 de Octubre”- ya que el mismo no representaba a toda la sociedad argentina y estaba indudablemente imbuido de la mácula del culto a la personalidad.
La segunda tumba virtual de Belgrano, ahora en el fondo de mar austral (junto a otros 323 argentinos), se asemeja a la primera, en que sus restos físicos fueron enterrados: triste, fría, sombría, olvidada.
No fue posible imputar los gastos de las obras hechas para la construcción de las cuatro escuelas primarias al denominado “legado belgraniano” porque nadie pudo desentrañar la madeja de manejos y desmanejos burocráticos de aquellos 40.000, que no eran solo pesos sino, además, “fuertes”. El altruismo de Belgrano ha sido defraudado.
¿Y si Belgrano hubiese sido homosexual, que?, ¿habría dejado de ser, entonces, uno de los padres fundadores del patria?. No lo fue, pero aún hoy se sigue sospechando morbosa y malsanamente de dicha falsa condición. Como bien señala Andahazi, si hay algo reprochable a Belgrano en ejercicio de su sexualidad -aún desde los principios morales de su época- es que no haya reconocido a sus dos hijos. Señala el autor, y se comparte, que “...para muchos defensores de la moral y las buenas costumbres el abandono de los hijos es menos condenable que la homosexualidad”.
Belgrano nunca mereció las desdichas a que ha sido sometido su cuerpo y su impronta, luego de su muerte. Si hubiese sido norteamericano su rostro estaría esculpido en el Monte Rushmore; ningún europeo que se precie de tal osaría mofarse acerca de la mentida homosexualidad de ninguno de sus héroes; un japonés daría su vida para impedir el hurto de una reliquia histórica de su patria. Pero Belgrano ha sido sometido, lamentablemente, a la desdicha de la ingratitud.
Lucio Anneo Séneca, escribiendo en épocas en que el Imperio Romano transitaba por su indetenible decadencia, proceso de desintegración que involucraba a toda una sociedad que había dejado de reflejarse en el espejo de sus valores, enseñaba que “Ingrato es el que sólo en secreto es agradecido. Ingrato es quien niega el beneficio recibido; ingrato, quien no lo restituye; pero de todos, el más ingrato es quien lo olvida. Nadie apunta en su agenda los favores recibidos.”.
Publicado en Diario "Río Negro", lunes 20 de Junio de 2016.

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