Un lugar común en debates sobre desarrollo consiste en identificar a los países nórdicos —Islandia, Noruega, Dinamarca, Suecia y Finlandia— como ejemplos exitosos de economías socialistas, cuyos modelos además deberían ser replicados en otras partes del mundo, particularmente en América Latina.
El error consiste en catalogar a estas economías como socialistas simplemente porque cuentan con elevados niveles de gasto público y altas cargas tributarias. Si bien es cierto estos países se distinguen por sus generosos Estados de Bienestar, la realidad es que en otras áreas de política económica se encuentran entre las naciones más libres del planeta.
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El índice de Libertad Económica en el Mundo, diseñado originalmente por un grupo de economistas liderado por Milton Friedman y publicado anualmente por el Fraser Institute de Canadá, identifica cinco grandes áreas que determinan la libertad económica de un país: 1) tamaño del Estado, 2) sistema jurídico y derechos de propiedad, 3) solidez de la política monetaria, 4) libertad de comercio internacional y 5) regulaciones de los mercados crediticio, laboral y comercial.
Según este estudio, en su última versión del 2013, todos los países nórdicos, excepto uno, ocupan posiciones entre las 40 economías más libres del planeta: Finlandia (7), Dinamarca (14), Suecia (29) y Noruega (31). La excepción es Islandia, en el lugar 41. En contraposición, solo dos naciones latinoamericanas están entre las 40 más abiertas: Chile (11) y Perú (22).
A pesar de que los países nórdicos obtienen malas calificaciones en el apartado de “tamaño del Estado”, debido a sus elevados gastos públicos e impuestos onerosos, en las otras áreas destacan por sus políticas liberales. Por ejemplo, sus sistemas jurídicos se encuentran entre los más eficientes y transparentes del mundo: mientras en las naciones nórdicas hacer cumplir un contrato requiere de una mediana de 375 días, en América Latina toma 600 días. La protección de la propiedad privada, base fundamental de toda economía de libre mercado, es más fuerte también en los países nórdicos. Según el Índice Internacional de Derechos de Propiedad, estas naciones cuentan con una nota mediana de 8,2 (sobre 10) en cuanto a protección de la propiedad física, mientras que los latinoamericanos obtienen una magra calificación mediana de 5,95. Es más, de los cuatro países que encabezan dicho ranquin, tres son Noruega, Finlandia y Suecia.
En materia monetaria, los nórdicos también destacan por su apego a políticas ortodoxas. En el período del 2000 al 2013, la mediana de inflación en estos países ha sido únicamente 1,96 por ciento al año, mientras que el equivalente para las naciones latinoamericanas ha sido 6,38 por ciento anual. Aún cuando América Latina ha experimentado una mejora significativa en este apartado en los últimos 15 años —en relación con los períodos hiperinflacionarios de los ochenta e inicios de los noventa— la inflación en nuestra región ha sido más de tres veces superior a la de los nórdicos en lo que va de siglo. Curiosamente, Venezuela, el país latinoamericano que más se precia de implementar un modelo socialista, cerró el 2013 con una inflación oficial de 56,1 por ciento, la más alta del mundo.
Los países nórdicos se caracterizan además por su apuesta al libre comercio. En esa región, la mediana de impuestos a las importaciones es 5,3 por ciento, mientras que en América Latina alcanza el 7,7 por ciento. Estas naciones del norte europeo también imponen menos barreras no arancelarias, controles de capitales y restricciones a la inversión extranjera directa que sus pares latinoamericanos. Finalmente, los nórdicos gozan de políticas regulatorias que por lo general facilitan el emprendimiento privado, en contraposición a los latinoamericanos que asfixian a sus sectores productivos con un sinnúmero de regulaciones que, a su vez, son caldo de cultivo para la informalidad y la corrupción. De acuerdo al informe Haciendo Negocios del Banco Mundial, cumplir con todos los procedimientos para abrir un negocio de manera formal en los países nórdicos toma una semana de trámites, pero en América Latina el mismo proceso requiere de tres semanas.
Estas cifran confirman que las economías nórdicas se encuentran entre las más liberales del mundo. Cuando los socialdemócratas latinoamericanos las ponen de ejemplo a seguir, parece que lo único que quieren copiarles son sus impuestos. Pero incluso en el área tributaria, los nórdicos cuentan con políticas más favorables a la generación de riqueza. Una empresa promedio en estos países paga una tasa de impuesto corporativo de 22 por ciento, mientras que en América Latina el equivalente es de 28 por ciento. Si bien es cierto que en el norte de Europa cuentan con elevadas cargas tributarias, los impuestos se concentran en la renta personal y el consumo, no en la generación de riqueza.
De tal forma, cuando se presenta al modelo de los países nórdicos como ejemplo a seguir en América Latina, es necesario realizar un análisis más exhaustivo de todo su rango de políticas económicas, y no quedarse únicamente en sus niveles de gasto e impuestos.
Juan Carlos Hidalgo es analista de políticas públicas sobre América Latina en el Centro para la Libertad y Prosperidad Global del Cato Institute en Washington, DC.
Publicado 7 de agosto de 2014.
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