¿Su agenda? ¿La grieta? ¿Antipatía con el macrismo? A poco del viaje a Chile, responden algunos de sus compatriotas más cercanos y conocedores de la relación con la Santa Sede.
Si uno toma un mapa de Sudamérica y colorea, como en la
escuela, los países que ha visitado el Papa Francisco durante los casi 5 años
de su reinado, notará que hay uno grande al sur que sobresale por la falta de
color respecto a sus limítrofes. Francisco visitó Brasil, Paraguay y Bolivia, y
en enero irá a Chile y Perú. Más al norte por la América latina, estuvo también
en Colombia y Ecuador, Cuba y México. Las razones más profundas de por qué
Jorge Bergoglio aún no ha vuelto a Argentina las conoce sólo él, repiten sus
compatriotas más cercanos y conocedores de la Iglesia, pero no faltan hipótesis
para un interrogante nada menor para la ansiedad argentina.
Entre las especulaciones, la de su desagrado con la
administración de Mauricio Macri es, paradójicamente, la que menos adeptos
cosecha. Cuestiones prioritarias en la agenda; la posibilidad de que la
“grieta” argentina desmerezca y manche la visita pastoral, para un Papa al que
le ha ido muy bien en países mucho más complicados; el peligro de ser él mismo
un factor de división entre los argentinos.
Eduardo Valdés, fue embajador argentino en el Vaticano entre
2014 y 2015, y sostiene que su “gran fracaso” es no haber podido ser el que
trajo al papa argentino a la Argentina. “Pero también entendí y me encuadraron
un poco los cardenales cuando yo iba con mi pedido”, ríe. Para Valdés, lejos de
la cuestión política, se trataría más bien de una cuestión de agenda: Brasil
fue un compromiso de Benedicto XVI. En su viaje a Ecuador y Bolivia, el Papa se
expresó sobre el conflicto de la salida al mar, lo que generó reacciones en
Chile y Perú. “Le debía entonces esa visita a esos países”, dice a “Río Negro”.
“El Papa tiene la visión de ir de la periferia hacia el
centro. De países centrales sólo fue a Estados Unidos, también preconcebido por
Benedicto. Había un hueco en enero del 2016, y viajó a México porque Trump
acababa de decir que iba a construir un muro. No tenía previsto viajar a
Colombia en 2017, hasta que se cae el referéndum por la paz con las FARC. Son
cuestiones un poco más importantes que las que supone el egocentrismo
argentino”, dice Valdés.
La comparación salta a la vista con sus predecesores más
cercanos. Benedicto XVI no esperó más de tres meses de papado para regresar a
su Alemania natal en el primer viaje fuera de Italia. Juan Pablo II visitó su
Polonia en el primer año, y 9 veces más en los siguientes 27. Claro que estaba
abierta la disputa con la URSS .
“Si se lo compara, llama la atención. Saber qué piensa
Bergoglio al respecto es prácticamente imposible porque siempre fue un hombre
de no exponer las cosas antes de tiempo. Una respuesta posible es que siendo un
viaje a su propia patria tendría que salir muy, muy bien, porque todos los
viajes internacionales les han sido sumamente favorables y en circunstancias a
veces muy difíciles. Si acá se creara todo un debate político eso desmerecería
un poco su visita y la acción pastoral en favor de la paz que lleva
internacionalmente. Apuro no tiene, es un hombre muy hábil políticamente y
posiblemente no estime el mejor momento para ese viaje, con razones que conoce
sólo él”, dice José María Porier, director de la histórica revista católica
Criterio, que descarta que el retraso del viaje tenga que ver con desagrado con
el gobierno actual.
La versión de que la visita del Papa estaba limitada por
razones políticas surgió con la llegada de Macri al gobierno. Francisco tiene
pasado peronista. Cristina Kirchner fue la primera jefe de Estado a quien
recibió en el Vaticano, y en los 3 años siguientes la recibió personalmente 4
veces más, sumado a otros breves contactos. El papa llegó a ser fotografiado
junto a una remera de La Cámpora. Al presidente Macri lo recibió dos veces en
dos años, y la seriedad del rostro del papa en la foto generó suspicacias.
Aunque no hubo casi dirigente político, gremial, social, juez, candidato, de
todos los sectores, que no haya ido a buscar la foto con el papa, los
encuentros más fuertes fueron con personas muy críticas del macrismo. Sin
embargo, tampoco visitó el país durante los últimos tres años del gobierno K.
La situación tomó tensión cuando en 2016, por orden del
papa, la fundación pontificia Scholas Ocurrentes rechazó $16 millones que le
donó el gobierno de Macri. “No tengo ningún problema con Macri. Es una persona
noble”, subsanó Francisco en una entrevista.
El analista político Rosendo Fraga sintetiza: “El papa no
está alcanzado por la grieta, privilegia la gobernabilidad. El problema es que
la dirigencia argentina sí lo está y juzga desde esa perspectiva. No viene
porque no tiene posibilidad de estar en el país sin transformarse en campo de
batalla de la grieta. Si viene y recibe a Cristina, va ser criticado por el
macrismo. Si no, por el kirchnerismo”.
Sergio Rubin, periodista y autor de la primera biografía de
Bergoglio, también considera que “la tensión generada por la grieta, de la que
no forma parte, no es el mejor clima y eso es lo que se entiende en el
Vaticano”. Pero agrega otro elemento: “Él querrá que su paso por aquí también
signifique una revitalización de la Iglesia Argentina y todavía no se ha visto
una preparación religiosa para su visita”.
En noviembre, el Episcopado renovó sus autoridades. Con
monseñor Oscar Ojea (de estrechísima relación con Francisco) a la cabeza, la
nueva conducción obtuvo un tinte mucho más “bergogliano”. Podría ser un primer
paso.
“No pasa por sus afinidades políticas, es una discusión de
bajo nivel intelectual esa”, afirma, cortante, Juan Grabois, dirigente de la
CTEP y hombre cercano al Papa. “Nos hace bien a los argentinos no sentirnos el
ombligo del mundo. Francisco es un Papa particular, es disruptivo. Si era
tradicional que prioricen el país de origen, es un buen mensaje que no lo haga.
Sus hermanos son ahora toda la humanidad. Ya no es un obispo argentino, y por
ahí hace el sacrificio de no venir, porque puedo asegurar que él querría venir,
pero tiene que priorizar otros lugares. Si en algún momento se genera una serie
de condiciones, que nadie más que él conoce cuáles son, la visita se va a
producir”, sostiene.
Entre los que conocen bien la relación con el Vaticano, no
faltan quienes se preguntan si el gobierno de verdad quiere su visita. Desde
2013, lo que dice el Papa es leído en clave argentina. “Pidió rezar en
diciembre ‘por los ancianos’. Si viene mañana a la Argentina, ¿el gobierno se
aguanta que hable de los jubilados?”, dice uno que prefiere el anonimato. El
Ejecutivo asegura que lo espera con ansias.
“Que no venga refiere a prioridades de agenda y a su visión
geopolítica. Nadie tiene más ganas que él de venir a la Argentina”.
Eduardo Valdes, exembajador argentino en el Vaticano.
“El papa Francisco tiene que priorizar otros lugares. No es
un obispo argentino, sus hermanos y hermanas ahora son toda la humanidad”.
Juan Grabois, dirigente de la CTEP y hombre cercano al papa.
“Un viaje a su propia patria tendría que salir muy bien. Si
se arma todo un debate, se desmerecería su visita y su acción pastoral por la
paz”.
José María Poirier, director de la revista católica “Criterio”.
“El papa no viene a la Argentina porque no tiene posibilidad
de estar en el país sin transformarse en campo de batalla de la grieta”.
Rosendo Fraga, analista político.
13/3/13: humo blanco en la Capilla Sixtina. Bergoglio es
elegido papa.
18/3/13: el papa recibe a CFK en el Vaticano. Será cinco
citas en tres años.
22/7/13: en su primer viaje fuera del Vaticano, Francisco
visita Brasil.
17/2/14: el papa renueva pasaporte y DNI argentinos, únicos
que utilizará.
13/3/15: “Me he sentido usado por la política argentina”,
dice en un reportaje.
27/2/16: serio en la foto de la primera reunión con Macri
presidente.
11/6/16: tensión: Scholas rechaza $ 16 millones que donó el
gobierno de Macri.
3/7/16: “No tengo problema con Macri. Es una persona noble”
afirma el papa.
20/10/16: un segundo encuentro con Macri, mucho más
distendido.
29/10/17: “El papa no va a la Argentina en el 2018”, afirma
el vocero del Vaticano.
Benedicto XVI no esperó más de tres meses de papado para
regresar a su Alemania natal en el primer viaje fuera de Italia.
Juan Pablo II visitó Polonia en el primer año de reinado, y
9 veces más en los siguientes 27. Pero eran tiempos de la Guerra Fría.
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