Ubicado en la esquina de Isidro Lobo y Belgrano, el edificio donde funciona el vicerrectorado de la sede Alto Valle de la Universidad Nacional de Río Negro aún conserva la presencia que tenía allá por 1916, cuando el alemán Walter Kaufman pensó este chalet de estilo europeo.
Según recopilaciones sobre su historia, la casa estaba erigida en un generoso terreno de unos 5.000 m² (hoy son 1.000). Allí había tupidos jardines, quintas y juegos de niños. La estructura original tenía dos comedores, uno diario y otro para fiestas (cuentan que solían celebrarse hermosos bailes para la sociedad roquense de aquel entonces), cuatro habitaciones enormes, un larguísimo corredor, un hall de entrada, sala de espera, pieza de planchado, dos baños, una cocina, dos sótanos y una despensa.
Según los entendidos, era un edificio moderno para su época: tenía un sistema de calefacción central a leña y enormes tanques de agua que abastecían el consumo de la casa a través de un molino de viento que estaba en el jardín.
Tres familias pioneras de la ciudad residieron en la vieja casona: los Kaufman primero, luego la adquirió Christian Nielsen y finalmente, en 1927, fue comprada por Emilio Valcarce, cuyos descendientes aún la conservan.
El plan inicial de Walter Kaufman era construir una gran casa que hiciera las veces de residencia familiar y, al mismo tiempo, de banco, para lo que hizo traer de Alemania una caja fuerte que aún se encuentra empotrada en las paredes. De hecho, tiempo después, se darían allí las bases para la fundación del Banco de Río Negro y Neuquén, en 1920.
En sus 365 m² cubiertos, la casa conserva los pisos de pinotea que Kaufman hizo traer de Europa, las pesadas puertas de cedro, magníficas ventanas que permiten una iluminación natural única, incluso los viejos radiadores del sistema de calefacción.
Durante unos treinta años funcionó allí la Cámara de Trabajo de la Justicia de Río Negro, hasta que se resolvió unificar todas las dependencias judiciales de la ciudad en un solo lugar. Y cuando quedó vacía, fue la oportunidad para establecer allí la entonces recientemente fundada Universidad Nacional de Río Negro.
Así, en el 2009 la vieja casona fue restaurada y logró recuperar su estilo propio, práctico y austero, respetando las líneas arquitectónicas y sin incluir ninguna modificación en la fachada. “Sucede que una universidad debe tener entre sus objetivos respetar el patrimonio cultural que existe en la región”, explica el contador Eduardo Mutchinick, quien era el secretario de Programación de la casa de altos estudios cuando resolvieron alquilar la vieja casona como sede. “Entonces la mejor manera de hacerlo era respetar la construcción original y al mismo tiempo ser sede del encuentro y desarrollo de la juventud y en un lugar hermoso de Roca”, concluye.
Publicado en Diario "Río Negro", 19/12/2017.-
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