Alberdi, Alem, Juan B. Justo y De la Torre: definiciones de peso.
Pablo Benitez Jaccod*
En un artículo del 2019, el economista Roberto Cachanosky señaló que la inflación acumulada entre el periodo 1935-2018 fue de 256.711 billones por ciento, marcando una inflación promedio anual del 53,3%. Por ejemplo el peso actual, que comenzó a regir a partir de 1992, equivale a 10.000.000.000.000 de pesos moneda nacional de 1881, le hemos agregado 13 ceros a nuestra moneda. Observando esto, no es descabellado pensar si estamos en condiciones de tener moneda propia, situación que reflexionaba en 1848 el economista John Stuart Mill al expresar que: “Aún persiste, sin embargo, tanto barbarismo en las transacciones de las naciones más civilizadas, que casi todos los países independientes escogen afirmar su nacionalidad teniendo, para su propia inconveniencia y la de sus vecinos, una moneda peculiar propia”.
A pesar de esto, resulta bostezante oír expresiones que marcan el no aprendizaje de nuestra historia y de las experiencias internacionales sobre las causas de las hiperinflaciones e inflaciones altas. El mundo ha dejado atrás estas situaciones gracias a personas como Milton Friedman, quien dio en el punto central del problema cuando alertó que “La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”; sin embargo, en la Argentina la mayor parte de la clase dirigente rechaza esta concepción y sigue adhiriendo fuertemente a las ideas que han provocado la inflación del periodo 1935-2020.
Si observamos las declaraciones de referentes del gobierno de Alberto Fernández, encontramos expresiones como las de Mercedes Marcó del Pont que, en el 2012, en su defensa a la reforma de la Carta Orgánica del BCRA, expresó que es totalmente falso decir que la emisión para financiar al sector público sea inflacionaria. Esta última idea la expresa la actual vicejefa de Gabinete Cecilia Todesca. También se propone desde el gobierno “desdolarizar la economía”, ignorando que la gente elige al dólar porque el peso argentino no para de perder valor, una clara expectativa adaptativa de la gente que ha vivido lo que la inflación o hiperinflación hace sobre sus proyectos de vida, un acto de autodefensa de la ciudadanía.
La economista oficialista Fernanda Vallejos, sobre el mismo asunto, también aseveró que: “Un Estado como Argentina que crea la moneda que se utiliza en su economía no está limitado en términos financieros de ninguna forma. Todos los pesos que se quieran crear se pueden crear”, y en similar sentido un integrante de la CGT aliado del Gobierno recomendaba como medida reactivadora el “darle a la maquinita y después devaluamos”.
Ahora, este no fue siempre el pensamiento que prevaleció en la Argentina. Si indagamos en algunas de las ideas sobre la moneda, banca y las causas de la inflación que Juan Bautista Alberdi, Juan B. Justo, Leandro Alem y Lisandro de la Torre expresaron en su momento, asistimos a un pensamiento muy diferente.
Alberdi tenía muy en claro los peligros de la emisión de moneda irresponsable: “La emisión de papel moneda es un terrible medio de arruinar la libertad política, la moralidad de la industria y la hacienda del Estado. Mientras el gobierno tenga el poder de fabricar moneda con simples tiras de papel que nada prometen, ni obligan a reembolso alguno, el poder omnímodo vivirá inalterable como gusano roedor en el corazón de la Constitución”. A su vez explicaba la relación entre exceso de moneda e inflación: “Cada mercado necesita para sus cambios una cantidad de moneda determinada para la cantidad o número de sus cambios. La moneda no tiene valor real sino cuando es proporcionada a la necesidad que de ella tiene el mercado. Desde que excede esa necesidad pierde su valor”.
Por su parte los socialistas argentinos del siglo XIX como Juan B. Justo se expresaban en el mismo sentido, señalando que el envilecimiento de la moneda que provoca la inflación de precios es responsabilidad del gobierno. “La moneda es una inagotable fuente de recursos para estos gobernantes que, como los príncipes de la Edad Media, sistemáticamente la falsifican”. Señala que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario. “Si por ignorancia, por delirio de progreso o por pillería, un gobierno emite papel en exceso, sobreviene la depreciación del billete”.
Si bien el Banco Central es posterior a Alberdi y a Leandro Alem, estos en pleno siglo XIX ya rechazaban la idea de un banco oficial que se sitúe por encima del mercado, ya que su temor era que esta institución termine por ser capturada por los gobiernos de turno y esto acabaría por destruir a la moneda.
Alberdi consideraba que el gobierno a través de un Banco Oficial podía financiarse a costa del empobrecimiento de la nación, ya que: “Puede forzar al país de su mando a que le preste todo el valor de su riqueza, por la emisión de ese empréstito forzoso que se llama papel moneda inconvertible”, y agregaba que “Poco le importa al gobierno que el billete valga la mitad de su valor nominal: le bastará que la prensa dé dos golpes en vez de uno, para tener el valor que necesita”, “ Su intención ha sido fomentar la prosperidad del país. Pero prosperidad exagerada y artificial, ha sido justamente el origen del mal”.
Leandro Alem en 1891 en su escrito “Bancos oficiales y emisionismo” expresaba idéntico temor: “Los bancos oficiales han sido el agente activo de la ruina de la fortuna pública y privada y de la depresión del carácter nacional. Constituye un peligro permanente, porque siempre será un medio político sujeto a la influencia de las pasiones partidistas” y consideraba que “Las leyes de curso forzoso, que alteren las obligaciones monetarias establecidas en los contratos, constituyen una propiedad, y esta ha sido declarada inviolable por la Constitución”.
Cuando 1935 se debatió la creación del BCRA, Juan B. Justo advirtió en el parlamento que con este Banco Central se “Va a seguir el gobierno enjugando el déficit de sus presupuestos con dinero de los bancos y seguirá esta situación por mucho tiempo, alejándose cada vez más la posibilidad de regularizar nuestra situación monetaria”. Lisandro de la Torre, del Partido Demócrata Progresista, señaló que “Este proyecto coloca al país encima de un barril de pólvora. Todo andará regularmente mientras no se encienda la mecha. Pero la mecha está ahí, a la vista y al alcance de cualquier gobierno inconsciente que quiera encenderla”. Sus advertencias y conocimientos, a pesar del tiempo en que fueron escritas, son ideas de futuro. Alejarnos de éstas provocó el “milagro del subdesarrollo monetario argentino”.
*Magíster en Economía Política, Fundación Progreso y Libertad.
Publicado en Diario "Río Negro", sábado 28 de noviembre del 2020.
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