Días pasados se conmemoró a los Santos Inocentes, es decir a aquellos chicos que mandó matar el rey Herodes, temiendo que alguno de ellos ocupara su trono. Y, actualmente, se suelen hacer bromas (inocentadas les dicen en España), tendientes a engañar al prójimo y burlarse de él después, diciéndole que la inocencia te valga.
Los argentinos nos preciamos de poseer la llamada viveza criolla. Y así nos va. El resto del mundo desconfía de lo que decimos, suponiendo que pueda tratarse de una avivada, casi siempre mentirosa.
El famoso gol que le hizo Maradona con la mano a los ingleses es un buen ejemplo de viveza criolla. Que nos valió para ganar el partido pero, a la vez, para que sentáramos fama de tramposos. Y es mucho peor ser tenidos por tramposos que perder un partido de fútbol.
¿Se acuerdan cuando sentaron en una banca de la Cámara a un diputado trucho? Fue en marzo de 1992 y se discutía la privatización de Gas del Estado.
Tan proclives somos los argentinos a utilizar recursos truchos que hasta inventamos el término trucho.
Celebremos la inocencia, repito. Celebremos la ingenuidad. Las grandes gestas casi nunca han sido producto de avivadas. Salvo alguna excepción, como el Caballo de Troya, por ejemplo.
Rizieri Frondizi plagió en su tesis doctoral un trabajo de Etienne Gilson. Creo que se doctoró pero, descubierto el asunto, aquello fue un papelón fenomenal.
También, en cierto concurso literario donde participé, la ganadora copió el argumento de su cuento de una obra de Chesterton. Me reservo el nombre de la tramposa.
Si yo fuera árbitro de fútbol, al jugador que finge lo expulsaría sin más trámite. Pues, simular una lesión, no significa otra cosa que pretender engañar el réferi y ese intento de engaño merece una severa sanción.
Y yo confieso haberme copiado en una prueba escrita del bachillerato. Mea Culpa.
Publicado en Diario "La Prensa", 2 de enero del 2021.
http://www.laprensa.com.ar/497573-Dia-de-los-Inocentes.note.aspx
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