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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, junio 06, 2021

Martha Argerich: 80 años de una vida signada por el desbordante talento natural. La extraordinaria pianista argentina, quien esté sábado cumplió 80 años, es una de las figuras más destacadas que dio nuestra música al mundo. Repaso a una trayectoria singular y fascinante.

 


Sin grandes objetivos a cumplir en lo referente a logros profesionales, aunque con la ilusión intacta de "descubrir cosas" y "tener nuevos estímulos", Martha Argerich cumplió este sábado 80 años de una vida signada por un precoz y desbordante talento, que la convirtió en una de las más grandes pianistas clásicas a nivel mundial.

Así lo manifestaba la propia artista el año pasado en la que curiosamente fue la única entrevista radial que dio en su historia, una actitud que junto a la decisión adoptada hace décadas de no ofrecer conciertos sola la caracterizaron a lo largo de su trayectoria.

Precisamente, esta leyenda, que apenas accedió a hablar de su vida para su biógrafo oficial Olivier Bellamy hace pocos años, eligió exclusivamente el camino de la música para expresarse, el cual le bastó para escribir su nombre en la historia grande del género.

Así trazó una apasionante parábola que incluye señales en un piano de juguete de su talento natural, los tempranos estudios musicales y conciertos en teatros con un repertorio de clásicos, la ayuda de Juan Domingo Perón para que pueda estudiar en Europa y la consagración definitiva en el viejo continente.

Por eso, en los contados casos en los que accedió a hablar de su vida, sorprendió cuando confesó que "no era una maniática del piano" y que podía estar "mucho tiempo sin tocar", algo que puso en práctica en diversas etapas de su carrera, especialmente cuando tuvo a sus hijas.

Tal vez los consejos de dos de sus grandes maestros, Vicente Scaramuzza, quien inculcaba no hacer ejercicios para mantener el placer de tocar; y nada menos que Friedrich Gulda, que le recriminaba que "pensaba mucho" cuando interpretaba, moldearon una frescura en el estilo de Argerich, que permite que sus virtudes innatas -entre ellas su velocidad y su manera de ejecutar octavas- no queden opacadas por ortodoxos tecnicismos.

Por eso, en los contados casos en los que accedió a hablar de su vida, sorprendió cuando confesó que "no era una maniática del piano" y que podía estar "mucho tiempo sin tocar", algo que puso en práctica en diversas etapas de su carrera, especialmente cuando tuvo a sus hijas.

Tal vez los consejos de dos de sus grandes maestros, Vicente Scaramuzza, quien inculcaba no hacer ejercicios para mantener el placer de tocar; y nada menos que Friedrich Gulda, que le recriminaba que "pensaba mucho" cuando interpretaba, moldearon una frescura en el estilo de Argerich, que permite que sus virtudes innatas -entre ellas su velocidad y su manera de ejecutar octavas- no queden opacadas por ortodoxos tecnicismos.

Para ello, el entonces presidente le ofreció trabajo en la capital austríaca a los padres de la prometedora artista, entre otras concesiones.

Sin embargo, no hizo falta que pasaran muchos años para que los argentinos -y el mundo- tuvieran noticias de la jovencita cuyo talento le reservó un lugar especial en la cima de la música clásica, a partir de sus famosos conciertos en los más célebres coliseos del mundo en los que hacía convivir en su piano a Frédéric Chopin, Franz Liszt, Johann Sebastian Bach, Robert Schumann, Maurice Ravel, Serguéi Prokófiev y Serguéi Rajmáninov.

De esa manera, conformó junto a sus coetáneos Gelber y Barenboim, su gran amigo y uno de sus grandes admiradores, una suerte de "santísima trinidad" de destacados músicos argentinos que brillaban en la meca de la música clásica.

Pero aunque podía coincidir en una reunión con el gran Arthur Rubinstein, quien a modo de elogio la comparó con su admirado Vladimir Horowitz; o ser tratada como una verdadera diva en aquellos ámbitos, Martha Argerich seguía prefiriendo a los artistas que tocaban "en fábricas o prisiones" más que en suntuosos teatros, según confió a su biógrafo.

Quizás esa misma pulsión de no perder contacto con la vida mundana es la que provocó el curioso hecho de que pasara las fiestas de fin de año de 1974, en un departamento de Londres, en una reunión en la que estaba Pappo, quien terminó tocando un poco de rock y blues para ella, de acuerdo a una anécdota contada a Télam por el baterista Isa Portugheis, testigo y responsable indirecto de ese casual encuentro.

Fue también en aquellos años en los que la idea de estar sola en un escenario con un piano comenzó a resultarle una verdadera tortura, por lo que decidió que solo actuaría en formatos en donde hubiera más músicos.

Desde entonces, además de no conceder entrevistas, la pianista hace alrededor de medio siglo que ya no ofrece conciertos en soledad, salvo algunas contadas excepciones.

En esa tesitura cosechó premios de todo tipo, se posicionó como una de las más grandes intérpretes de todos los tiempos y regaló momentos de suprema belleza, resaltada por sublimes acompañamientos.

Cuando eligió hablar, como lo hizo para su biógrafo o en la entrevista concedida al periodista Cecilio Flematti para Radio Rivadavia, confesó que de Buenos Aires extrañaba "olores y el helado de dulce de leche", que no está todo el día tocando el piano y que necesita el estímulo de otros artistas para poder concentrarse en la música.

También dijo el año pasado que no tiene objetivos a cumplir en su carrera profesional que la desvelen y que ese esfuerzo lo pone en "vivir y descubrir cosas nuevas". Suena lógico para quien tocar el piano con maestría es prácticamente lo mismo que hablar.

https://www.rionegro.com.ar/martha-argerich-80-anos-de-una-vida-signada-por-el-desbordante-talento-natural-1843169/

Publicado en Diario "Río Negro", domingo 6 de junio del 2021.

Martha Argerich nació en Buenos Aires el 5 de junio de 1941. Su ascendencia paterna proviene de españoles catalanes afincados en Argentina en el siglo XVIII (su bisabuelo era bisnieto del médico Cosme Argerich) y la de su madre, Juana Heller, de una familia judía ucraniana establecida en Argentina huyendo de los pogromos del siglo XX. En 1945, con sólo cuatro años de edad da su primer recital público de piano, en el Teatro Astral. A los siete años de edad da su primer concierto formal en el Teatro Astral, en el que interpreta el Concierto para piano y orquesta n.º 20 en re menor, K. 466 de Mozart y comienza a estudiar piano con Vicente Scaramuzza (también maestro de Bruno Gelber, entre otros).

A principios de 1954, el presidente argentino Juan Domingo Perón la recibió en la residencia presidencial:

Yo tenía un poco más de 12 años, había tocado en el Teatro Colón y Perón me había dado una cita en la residencia presidencial. Mamá preguntó si podía acompañarme y le dijeron que sí, por supuesto. Yo no era muy peronista; me acuerdo de que siempre estaba pegando por todos lados papelitos que decían «Balbín-Frondizi». Perón nos recibió y me preguntó: «¿Y adónde querés ir, ñatita?». Y yo quería ir a Viena, para estudiar con Friedrich Gulda. A él le gustó que no quisiera ir a Estados Unidos. Lo más cómico fue que mi mamá, para congraciarse, le dijo que a mí me encantaría tocar un concierto en la UES [Unión de Estudiantes Secundarios]. Y parece que yo debo haber puesto una cara bastante reveladora de que la idea no me gustaba, porque Perón le empezó a seguir la corriente a mamá, diciéndole «por supuesto señora, vamos a organizarlo», mientras me guiñaba un ojo y, por debajo de la mesa, me hacía con un dedo que no. Él la estaba cargando a mamá y a mí me tranquilizaba. Se dio cuenta de que yo no quería. Fantástico, ¿no? Y le dio un trabajo a mi papá. Lo nombró agregado económico en Viena. Y a mamá le dijo que le parecía que ella también era muy inteligente, emprendedora y capaz y le consiguió otro puesto en la embajada.​

Desde 1954, en Viena, Austria, Argerich estudió durante dieciocho meses con Friedrich Gulda -quien ha sido su maestro más influyente-. Después estudió en Ginebra con Madeleine Lipatti y Nikita Magaloff. Luego fue alumna de Stefan Askenase y María Curcio y en 1960 fue alumna de Arturo Benedetti Michelangeli.(Wikipedia)

MOMENTO MUSICAL.

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