"Todo lo mudará la edad ligera'',
Sin necesidad de remontarme a épocas lejanísimas, puedo consignar cambios importantes en mi persona. Digamos, hará diez años.
Yo tenía pelo castaño, por el que corrían escasas hebras blancas; ahora mi completa pelambre pertenece a la gama del tordillo atruchado. Necesitaba anteojos sólo para leer y escribir; hoy, sin ellos, no veo tres en un burro. Devoraba, con alegre gula, dos gigantescos platos de fideos con la salsa que fuere; en estos días, al llegar a poco más de la mitad del primero, me siento bien saciado.
Desde mi antiguo domicilio de Villa Urquiza solía, algunos domingos por la mañana, realizar una excursión en bicicleta hasta el Puerto de Frutos de Tigre, y regresaba, igualmente pedaleando, hasta mi punto de partida: el velocímetro, que no miente, marcaba un recorrido de 48 kilómetros; ahora acostumbro elegir, entre otros sitios más o menos próximos a mi casa, las calles linderas al Tren de la Costa, y de ese paseo vuelvo, más cerca del ataúd que de la cuna, felicitándome a mí mismo por haber transitado, a duras penas, 20 kilómetros.
Con bellísimas palabras ya nos lo había advertido
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.
Entonces, no dejaron de llamarme la atención algunas ideas que despliega
Empieza por describir, con pluma entre trágica y satírica, el actual estado de una mujer que, según declara más tarde, "¡hace diez años, / fue mi locura!''.
He aquí el retrato: "Sola, fané, descangallada, / (...) / flaca, dos cuartas de cogote / y una percha en el escote / bajo la nuez; / chueca, vestida de pebeta, / teñida y coqueteando / su desnudez. / Parecía un gallo desplumao, /mostrando al compadrear / el cuero picoteao...''. (1)
Por alguna relación de causa y efecto, la otrora preciosidad de esta dama provocó cambios importantes en la conducta del poeta: por su hermosura llegó hasta la traición y, para colmo de males, trastornado por su belleza, perpetró lo peor que un hijo puede hacerle a su madre y que yo imagino así: en un descuido, cuando ella fue a verificar si, en la cacerola, ya estaba lista la sopa, él extendió la mano y ¡le quitó el pan que la vieja había reservado junto a su plato!
Asimismo, otra circunstancia curiosa: "me tuvo de rodillas, / sin moral, hecho un mendigo, /cuando se fue''. Pregunto: si la señorita ya se había ido, ¿cuál era la utilidad de permanecer de rodillas, de despojarse de la moral y de optar por una vida mendicante?
.........
También resulta extraña la superposición de tiempos y de sucesos. Lamenta el actual deterioro de la damisela en cuestión. Han pasado diez años y, según se deduce, nunca la ha visto desde entonces. Carece de la mínima relación con ella: siendo así, ¿qué diablos puede importarle lo que ocurrió hace una década y qué vinculación puede tener con su existencia actual?
Dice: "¡Mire, si no es pa' suicidarse / que por ese cachivache / sea lo que soy...!''. En todo caso, no es lo que es por "ese cachivache'' actual sino por la bella personalidad pretérita de la mujer que ahora se ha ido al descenso, ignoro si a la C o a la D.
Y, a todo esto, la década transcurrida ¿no afectó en absoluto la gallardía y la lozanía de este quejoso galán? ¿Conserva, al modo de un nuevo Dorian Gray, todos los atributos con que, a algunas personas, adornan los verdes años?
Manrique, con plena razón, negó tal persistencia:
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez
¿cuál se para?
Nótese que Discépolo ("¡Y pensar que hace diez años, / fue mi locura!'') y Le Pera ("fue locura en mi juventud'') relacionan aquel pasado con alguna manifestación de demencia erótica.
Es evidente que el tango de éste se inspira, en alguna medida, en el de Discépolo. Lo cual no me impide experimentar la mayor simpatía hacia Alfredo Le Pera, sobre todo debido a que su mamá tenía por apellido el mismo que llevo yo desde mi nacimiento.
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