Hay una expresión que no siempre se comprende en toda su dimensión. Me refiero a la palabra “minorías”.
Existen pueblos a los que el devenir de los acontecimientos históricos han ubicado, por falta de una tierra donde asentarse o de un gobierno que rigiese su destino, un poco -como diré- al margen de la historia.
Y uno de esos grupos humanos, que pese a esa circunstancia desfavorable, ha conservado su idiosincracia, sus costumbres, su música a través de la dilatada llanura de su devenir, es el pueblo gitano.
Décadas atrás fue presentada a las Naciones Unidas una petición insólita: el Comité Internacional Zíngaro solicitaba a la Comisión de los Derechos Humanos de la U.N. que se reconociese a los gitanos de todo el mundo como pueblo.
La sorpresa y el desconcierto invadió al austero recinto. Los gitanos no querían un Estado, sólo el reconocimiento de su existencia como minoría. Y el respeto por sus características, costumbres o formas de vida. Al frente de ese movimiento se encontraba un abogado joven, de origen gitano: Vanco Rudao.
DISTINTAS TRIBUS.
Hay distintas tribus gitanas que se expresan de diferente manera. Esta diferencia de dialecto es válida para todas las tribus y tan es así que para entenderse usan el inglés, el francés o el alemán, entre ellas. Aunque su idioma base se considera el romance, que deriva del latín. Su especial idiosincracia y su diferencia con los pueblos con o dentro los cuales convivía, los hizo objeto de persecuciones e injusticias en los últimos cinco siglos.
Es que suele combatirse tantas veces lo que se desconoce Porque para el racista no hay virtud que enaltezca a su víctima.
Los Estados Unidos son una especie de “Tierra Prometida” para ellos, por el trato justo que reciben. Son gente de gran adaptabilidad al país en que se encuentran y ello se manifiesta en el idioma, en la música y hasta en la religión. En Turquía, por ejemplo, son musulmanes, en Grecia ortodoxos griegos. Y en otras partes de Europa, católicos o protestantes.
Su aislamiento suele basarse en la convicción de que el mundo que los rodea es hostil y no los comprende ni quiere hacerlo. Además no existen argumentos contra el odio racial. Porque es ciego y sordo.
Los gitanos tienen un concepto sagrado de la unión familiar y del respeto y veneración que se debe a los ancianos.
Estamos en el siglo XXI y subsiste en muchos países la incomprensión, el rigor y la injusticia hacia ellos. Porque azuzar el odio encuentra más adherentes que predicar el amor.
Por eso el Comité Internacional Gitano quiere hacer algo para resolver este problema. El Comité cree que lo primero es que se los reconozca simplemente como hombres que sienten, que piensan, que aman y que sufren. Tienen la esperanza -¿quién no la tiene?- de que Dios finalmente unirá a todos los hombres del mundo en una verdadera Hermandad Universal. Porque el pueblo gitano, como todo otro pueblo no nació contra las leyes de la naturaleza. Brotó eso sí, en todos los suelos y bajo todos los cielos. Y en todos los lugares se sintió en su hogar.
Las espinas pudieron herirlo, pero sigue viviendo incólume sin que el desprecio o la incomprensión agote su savia vital. Pero además su aporte enriquece a la humanidad. Porque se ha demostrado cabalmente que en la diversidad de los hombres y de las razas reside el secreto del arte, de la ciencia, del avance de la civilización. Y este pueblo que ama, que vibra y que canta, ha alcanzado una “victoria sobre el tiempo”, una alianza con la eternidad. Es la cuarta dimensión de que hablaba Einstein, que era también hijo de un pueblo injustamente perseguido.
Esa alianza consiste en el arte de vencer la muerte y el aniquilamiento. Porque un pueblo que es aliado del tiempo no muere jamás.
Es la eterna lucha del hombre por la dignidad de la vida, que seguirá sin pausa hasta que, por encima de las distancias y los tiempos, todos seamos la gran familia humana que soñaron los profetas.
Por eso el aforismo final: “¿Odio racial, odio religioso? ¡qué vergüenza ante las generaciones venideras!”.
Publicado en Diario LA PRENSA.
22/04/2024.
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