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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

jueves, marzo 01, 2012

Borges y las Malvinas.



TEMAS DE OPINIÓN Y DEBATES.
BORGES SIEMPRE PRESENTE... BORGES Y MALVINAS ANALIZADO POR HORACIO POGGI Y JORGE CASTAÑEDA.


De Juan López a John Ward.
Jorge Luis Borges tuvo a las islas Malvinas en su cabeza, y es oportuno recordar en qué condiciones.
Por Horacio Enrique Poggi.

Jorge Luis Borges (1899-1986) era un escritor que opinaba de diversos temas, entre ellos, de política. La cuestión de las Islas Malvinas, como veremos, ocupó su particular atención. Creativo, ocurrente y filoso en las declaraciones, nunca ingresó en las sinuosas arenas de la militancia partidaria. Tuvo simpatías cambiantes: anarquista, socialista, radical yrigoyenista, conservador y en el ocaso de su vida fue un utopista que soñaba con una ciudadanía planetaria manteniendo incólume su adhesión a la filosofía spenceriana del hombre contra el Estado (“el máximo de individuo en el mínimo Estado”, según la máxima de su amigo Macedonio Fernández). De ese modo dibujaba una parábola y volvía a las fuentes originarias de su juventud. El círculo virtuoso se cerraba en plena sabiduría.

Para una interpretación lo más objetiva posible de los vaivenes políticos de Borges debemos tener en cuenta lo precedente, porque -caso contrario- se impondrá la ideología del disparate, tan afín a quienes suelen analizar la posición del escritor ante los problemas de su época. El arte de la simplificación ha llevado a algunos neorrevisionistas a etiquetarlo y a reducirlo a su condición de “antiperonista” y “anglófilo”, dos rótulos despectivos que sobrevuelan el continente literario de un autor que hizo escuela de la ironía y que no titubeaba en corregir sus dichos en el mismo instante del diálogo para preservar la coherencia de su pensamiento.

¿Cómo preservar la coherencia cambiando de opinión con asiduidad? Para Borges la conciencia ética determinaba la acción y era lo esencial. Lo demás quedaba en las orillas de lo accidental y superfluo. Él vivía como pensaba, entonces era inflexible con aquello que impugnara su estilo de vida. Por eso su desdén hacia la figura histórica de Perón a quien aborrecía, según su parecer, por haber permitido la proliferación del peculado y de diversas formas de corrupción. El enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos le provocaba un intransigente rechazo. También asociaba al peronismo con la vulgaridad, la chabacanería y el mal gusto en las cuestiones atinentes a la educación y la cultura, postura que suscribirían Arturo Jauretche y Leopoldo Marechal, dos intelectuales de inocultable pertenencia peronista, que resultaron postergados en la consideración del primer peronismo debido a que jamás comulgaron con el verticalismo asfixiante, el aplauso oportunista y la alcahuetería regiminosa.

Borges nunca fue un oligarca ni tampoco un esclavo del materialismo. Pertenecía a una familia patricia de clase media, repudiaba la frivolidad, la obscenidad de la sociedad de consumo y a pesar de sus amistades aristocráticas, se mofaba hasta del uso de la corbata y no compartía los privilegios de las clases acomodadas de la elite porteña. Por eso, ubicar a Borges dentro de la mundanidad oligárquica por su acendrada posición antiperonista, o bien expresa un acto de ignorancia, o bien se trata de un acto de mala fe. Que la clase alta lo admirara y utilizara sus dicterios antiperonistas en la difusión propagandística no significa que Borges nadara en oro. Su elegante pero modesto departamento de tres ambientes de la calle Maipú que habitó a partir de los años 30 hasta su muerte, habla por sí solo. La riqueza de Borges era exclusivamente literaria. De ahí en más podemos comprenderlo y justificarlo, o señalar las divergencias que correspondan de acuerdo a la formación intelectual de cada uno. Sin embargo, consideramos que a Borges hay que interpretarlo desechando las anteojeras ideológicas que siempre son totalitarias y conllevan el germen de la intolerancia.

En 1983 Néstor J. Montenegro entrevistó a Borges. Fruto de las entrevistas es un pequeño volumen titulado Diálogos. En él encontramos el pensamiento borgesiano respecto de las Islas Malvinas. Se había cumplido apenas un año de la derrota de Puerto Argentino. Borges emite su punto de vista. Así califica de “ingenua” la decisión bélica de los militares junteros: ignoraron que una cosa es “el derecho jurídico sobre un territorio y otra su invasión”. Si hubieran consultado a un buen abogado, quizá habrían desistido del error, estima el escritor.

Más adelante dice Borges: “Se obró de un modo histriónico. Se habló de la ocupación de unas islas indefensas como si tratara de la batalla de Trafalgar o de las campañas de César. Se festejó la victoria cuando la batalla no había empezado. Muchachos de dieciocho años, con escasa o nula experiencia, fueron sacados del cuartel para batirse con soldados. Adolecemos de la peligrosa costumbre de obrar sin pensar en las consecuencias (…)”.

El autor de El Aleph llama “invasión” a la recuperación transitoria de las Islas. Porque estima que habría que tener en cuenta a los isleños que rechazan la nacionalidad argentina y también a los argentinos. “En todo caso debió hacerse un plebiscito, o debería hacerse en el porvenir. El epigrama en prosa rimada Las Malvinas son argentinas, es culpable de muchas muertes”.

Respecto del porqué de la recuperación transitoria, Borges sostiene que “el gobierno militar quería distraer la atención de la gente. Quería que olvidaran, tan siquiera por un tiempo las desapariciones, la ruina económica y ética”.

“La invasión fue aprobada cuando se la creyó una victoria -insiste Borges-, cuando reveló que era una derrota fue condenada. Debemos obrar de un modo ético, de las consecuencias nada sabemos (…) La derrota militar es el menor de nuestros males. En el curso de la historia hubo siempre derrotas y victorias. Nuestro país sufre una derrota económica, y lo que sin duda es más grave, una derrota ética”.

Acerca de la propaganda oficial del “estamos ganando”, un triunfalismo sempiterno, tan común en gobiernos ulteriores, en otras circunstancias, aunque con la misma búsqueda de efectos manipuladores, afirma que “se vive al día, se obra y habla como si no hubiera mañana, se vive en el mero presente como si éste no fuera fugaz”.

La causa de Malvinas para Borges es uno de los efectos perniciosos del nacionalismo. Habla desde una ciudadanía planetaria, donde no existan las fronteras, echa a rodar su sueño, su utopía para que el Hombre no cometa más El crimen de la guerra y conviva en un mismo mundo sin nacionalismos, bajo la única bandera de la hermandad, del amor y del progreso. Si fuera por él, manteniendo su lógica cosmopolita, dejaría el archipiélago austral en manos de los isleños: “Adolecemos de un casi inhabitado territorio. ¿A qué dilatar el desierto con dos desiertos más, que nos quedan tan lejos”? Alguna vez Violeta Parra cantó “por un pedazo de tierra no quiero guerra”.

Pero ¿qué hacer con las Islas que siguen ocupadas por los británicos? “Es un tema jurídico -dice Borges-, que opinen los juristas imparciales. Toda opinión argentina o británica debe ser, de antemano, puesta en duda (…)”.

Ya en 1982 la Junta Golpista había denunciado la instalación en las Islas de una base de la OTAN con armas nucleares. “El gobierno argentino puede jactarse de haber inspirado esa obra”, apostrofa Borges. Y tras cartón denuncia el atroz negocio del armamentismo mundial y se declara pacifista, aconseja que en las escuelas argentinas El crimen de la guerra de Juan Bautista Alberdi debiera ser un libro de texto. Asimismo advierte que una tercera guerra mundial sería lisa y llanamente un suicidio de la humanidad.

En un contexto de país derrotado, con un gobierno ilegal e ilegítimo en terapia intensiva, y en los prolegómenos del advenimiento democrático Borges no titubea. A los generales argentinos les encomienda que para subsanar las heridas de la guerra austral deben “exigir una investigación rigurosa para que su honor quede limpio”. Y a las Fuerzas Armadas, “recluirse cada noche en sus cuarteles y abominar de la política”.

Liquidado el conflicto malvinero Borges escribe La milonga del muerto que musicalizó Sebastián Piana y cantó Eduardo Falú. Un verdadero alegato antibélico. La dictadura prohibió su difusión. Mejor suerte corrió el poema en prosa Juan López y John Ward, en el que se narran las vicisitudes de un argentino y de un inglés que se combaten mutuamente en las Malvinas. Lo publicó The Times. “No sé si tiene algún valor, salvo un valor moral”, sostuvo en la oportunidad.

Apreciemos la belleza inmortal de estas líneas finales de Juan López y John Ward:

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.


****Fuente el Informador Público
http://site.informadorpublico.com/?p=6036


Borges y las Malvinas.

Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de agravios, de derechos, de una mitología peculiar, de antiguas o recientes tradiciones, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender". "Juan López y John Ward", Jorge Luis Borges

En sus diálogos con Néstor Montenegro, Jorge Luis Borges dejó varias opiniones sobre la entonces reciente guerra por las Islas Malvinas, sabiendo que la publicación de dichos juicios podía crearle enemigos, pero también que "la popularidad (que nunca he buscado) y la impopularidad son el anverso y el reverso de una misma moneda".

En dicho reportaje nuestro escritor, entre otros conceptos, expresó que en dicha guerra "se obró de un modo histriónico. Se habló de la ocupación de unas islas casi indefensas como si se tratara de la batalla de Trafalgar o de las campañas de César. Se festejó la victoria cuando la batalla no había empezado. Muchachos de dieciocho a veinte años, con escasa o nula experiencia, fueron sacados del cuartel para batirse con soldados. Adolecemos de la peligrosa costumbre de obrar sin pensar en las consecuencias. Cualquier cosa puede temerse de un gobierno tan irresponsable como el nuestro. Un gobierno de aniversarios, de arrestos, de órdenes, de rivalidades, de almuerzos de camaradería, de codicias, de juras de la bandera, de desfiles y de hambre y sed de figuración".

Sobre el hecho en sí de la ocupación dijo que "es típico de la mente militar pensar en abstracciones, en territorios, y no en seres humanos. Éstos no fueron consultados. Me refiero aquí a los dos mil kelpers y a veintitantos millones de argentinos. Se cambiaron los nombres de ciudades, se bajó una bandera y se elevó otra, se obró como si se tratara de una conquista. Con derechos jurídicos o no los habitantes se sentían británicos. En todo caso debió hacerse un plebiscito, o debería hacerse en el porvenir".

Preguntado sobre el apoyo político del pueblo argentino ante la recuperación de las islas Borges expresó que "la invasión fue aprobada cuando se la creyó una victoria: cuando se reveló que era una derrota fue condenada. Debemos obrar de modo ético; de las consecuencias nada sabemos. Se ramifican hasta el infinito y tal vez a la larga se complementen. La derrota militar es el menor de nuestros males. En el curso de la historia hubo siempre derrotas y victorias. Nuestro país sufre una derrota económica y, lo que sin duda es más grave, una derrota ética".

Con respecto a si Gran Bretaña le dará a la Argentina la soberanía sobre las Islas Malvinas Borges opinó que "el arte de la profecía es difícil y como tal imposible. Lo inverosímil y, en todo caso, lo deseable es que los hombres lleguen, alguna vez, a esa ciudadanía planetaria de la que hablé. En ese porvenir, ambos nombres –República Argentina y Gran Bretaña– serán, cabe esperar, anacrónicos".

Hasta aquí algunas de las expresiones de nuestro escritor sobre Malvinas. Como cierre de esta breve nota, nada más apropiado que reproducir los versos de su "Milonga del muerto", con música del maestro Sebastián Piana, casi desconocida y cuya difusión fue prohibida por las autoridades de aquel entonces.

"Lo he soñado en esta casa/ entre paredes y puertas,/ Dios les permite a los hombres/ soñar cosas que son ciertas. Lo he soñado mar afuera/ en unas islas glaciales./ Que nos digan los demás/ la tumba y los hospitales. Una de tantas provincias/ del interior fue su tierra;/ (Conviene que no se sepa/ que muere gente en la guerra). Lo sacaron del cuartel/ le pusieron en las manos/ las armas y lo mandaron/ a morir con sus hermanos./ Se obró con suma prudencia,/ se habló de un modo prolijo/ les entregaron a un tiempo/ el rifle y el crucifijo. Oyó las vanas arengas/ de los vanos generales/ vio lo que nunca había visto:/ la sangre en los arenales. Oyó vivas y oyó mueras/ oyó el clamor de la gente/ él sólo quería saber/ si era o si no era valiente. Lo supo en aquel momento/ en que le entraba la herida/ se dijo No tuve miedo/ cuando lo dejó la vida. Su muerte fue una secreta/ victoria. Nadie se asombre/ de que me dé envidia y pena/ el destino de aquel hombre".

JORGE CASTAÑEDA, escritor. Valcheta (pcia. de Río Negro).
*** Publicado en Diario Río Negro", 1° de marzo de 2012.


MILONGA DEL MUERTO
LOS COJUGADOS (1985)
JORGE LUIS BORGES.

Lo he soñado en esta casa
entre paredes y puertas.
Dios les permite a los hombres
soñar cosas que son ciertas.

Lo he soñado mar afuera
en unas islas glaciales.
Que nos digan lo demás
la tumba y los hospitales.


Una de tantas provincias
del interior fue su tierra.
(No conviene que se sepa
que muere gente en la guerra).


Lo sacaron del cuartel,
le pusieron en las manos
las armas y lo mandaron
a morir con sus hermanos.


Se obró con suma prudencia,
se habló de un modo prolijo.
Les entregaron a un tiempo
el rifle y el crucifijo.


Oyó las vanas arengas
de los vanos generales.
Vio lo que nunca había visto,
la sangre en los arenales.


Oyó vivas y oyó mueras,
oyó el clamor de la gente.
Él sólo quería saber
si era o si no era valiente.


Lo supo en aquel momento
en que le entraba la herida.
Se dijo "No tuve miedo"
cuando lo dejó la vida.


Su muerte fue una secreta victoria.
Nadie se asombre
de que me dé envidia y pena
el destino de aquel hombre.

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