“La vida es lo más maravilloso que existe, pero lo
frustrante es que el presente muy pronto se convierte en pasado y el futuro es
siempre incierto” (Enrique “EL MONO” Villegas).
Él decía “Yo nací porque no me consultaron antes”.
Su madre
falleció a los 6 años de su nacimiento y recordaba “su única función en la vida
fue tenerme a mí”… Así era “El Mono” Villegas toda una leyenda de un hombre que
se hizo a sí mismo. La familia de Villegas era de los pagos de la provincia de
San Juan. Enrique “El Mono” Villegas nació en Charcas y Agüero de la Capital
Federal el 3 de agosto de 1913 en la
misma manzana que el pianista de folclore argentino Adolfo Ábalos quien formara parte de ese grupo legendario
que fueran “Los Hermanos Ábalos” y que el bandoneonista del tango Aníbal “Pichuco”
Troilo. Falleció el 11 de Julio de 1986 el mismo día y mes del nacimiento de
Troilo el 11 de Julio de 1914 que hoy se cumplen el centenario de “Pichuco”.
Eran de la misma manzana Enrique Villegas nació en 1913, Adolfo Ábalos en 1914
y “El Gordo” Troilo en 1914.
“Su padre fue dentista, escribano, abogado y después dejó
todo para dedicarse a criar gallos de riña. Su madre murió joven, de un ataque
cerebral, cuando Enrique tenía seis meses. Contaba “me criaron unas tías
condescendientes que jamás me obligaron a nada. Fui un pibe feliz que decidía
por su cuenta lo que iba a hacer cada día”. El Mono creía que su vida había
terminado a los 7 años. Lo anotaron en el Instituto Musical Guiseppe Verdi al
mismo tiempo que en la escuela primaria, y aprendió a descifrar una partitura
antes que a leer es que la música sería ¡toda su vida! eso era evidente. Desde
entonces sólo se había dedicado a tocar el piano y a leer. A esa edad, ya
tocaba Mozart correctamente.
Tocaba nueve
horas diarias y su primer maestro fue el compositor Alberto Williams”.
“Estudiaba en el Conservatorio Williams, en la calle
Suipacha. Enfrente estaba la casa de música Gurina y en la esquina la
Confitería del Gas. En lo de Gurina se leyó toda la música escrita para piano.
Tenía una facilidad bárbara para leer música a primera vista. Según decía su vida terminó a los siete años
(por haber aprendido a leer y a tocar el piano, las únicas cosas que hizo toda
su vida); llegó a 4to año del Nacional Mariano Acosta (echado por multiplicidad
de ratas). Atribuyó su apodo a que “será porque imito demasiado bien a los
seres humanos" –decía con ironía- En
1932 estrenó el Concierto para piano y orquesta de Ravel, en el teatro Odeón de
buenos Aires. Lo había leído en la casa Gurina; tenía 19 años” (http://www.melopeadiscos.com.ar/)
Por esa misma época descubrió a quien él reconoce como sus
“maestros espirituales”: Art Tatum, Fats Waller, Duke Ellington y Louis
Armstrong. Aunque luego incorporaría otras influencias (Thelonious Monk y Bill
Evans, entre ellas), tanto su estilo como su repertorio quedarían marcados para
siempre por la impronta de estos cuatro grandes.
Sus amigos lo llamaban por su nombre decirle Mono era certificado de distancia lo de "Mono" fue cosa de la prensa. Era irónico, crítico, controvertido, aclamado, poco entendido también, depertaba polémicas, creativo y de respuestas rápidas cuenta Hermegildo Sabat “que en una oportunidad una soprano extranjera, acompañada por un pianista, desafinaba bastante, lo cual provocaba la lógica desaprobación del público. Como modo de justificación, manifestó que para la próxima cambiaría al pianista. Éste, no pudo menos que recoger el guante y replicó con su voz particular y estentórea: "Señora, la busqué en las blancas y no la encontré, la busqué en las negras y tampoco la encontré. ¡Usted canta en las hendijas!" Acto seguido, abandonó el escenario” ese pianista era “El Mono” Villegas.
Los que lo conocieron dicen que era austero, muy meticuloso y ordenado. Llevaba un registro
preciso de cada gasto, que anotaba puntillosamente en una libretita; en su casa
era habitual ver sobre una cómoda varias pilitas de monedas destinadas a un
gasto específico programado.
Decia de si mismo que era “un tipo inteligente, músico de
raza y de nacionalidad pianista”.
El “Mono” se dio el gusto de tocar con su admirado Duke Ellington,
recorrió Europa y grabó una decena de dispares placas que sirvieron para forjar
el mito. “Yo tocaba de pianista de intermedio; Duke tocaba 40 minutos y yo 20,
y así. Cuando tocaba él, lo escuchaban en un gran silencio y respeto; salía a
tocar yo y no pasaba ni medio. En mi segunda vuelta se me ocurrió tocar un
popurrí de composiciones de Gershwin y nadie escuchó nada. Me disgusté y les
dije: “Hace dos semanas murió un gran artista que, como yo, tocaba de pianista
de intermedio, y me parece que ustedes tampoco lo habrían escuchado, se llamaba
Art Tatum”.
En 1978 la Revista Pelo publica un reportaje donde
dice: “desde que comenzó el
"show-business" en Estados Unidos, se terminó la música, todo es
negocio, y ya dije que no hay música popular sino letras populares. El ochenta
y tanto por ciento de la humanidad tiene una banana en la oreja y no siente ningún
placer escuchando música” y sobre el jazz opinaba: “el jazz es producto de la
rebelión de los negros, nada más; si los árabes no le hubieran vendido negros a
los norteamericanos el jazz no existiría. Todo blanco que lo quiere tocar bien
tiene que imitar a un negro”.
En 1985 recibió el Premio Konex como uno de los 5 mejores
jazzistas de la Argentina. Cultivó amistades con Jorge Luis Borges , Macedonio
Fernández, Xul Solar y Astor Piazzolla.
Murió el 11 de julio de 1986.
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