El Sr. Héctor Landolfi reflexiona en face:
“Creo que es importante
aclarar algo ante este discurso político muy bien elaborado. Nunca existió
etnia o tribu "mapuche". Si se revisa la literatura histórica de los
siglos XVI, XVII, XVIII, XIX e incluso de principios del XX, no se encontrará a
la palabra "mapuche", denominando a tribu o etnia alguna. Se trata de
araucanos, originarios de la Araucanía chilena. que pretenden tener sobre
nuestro territorio patagónico los mismos derechos que les caben en Chile. Para
ello apelan a un término neutro, "mapuche", para no ser identificados
como araucanos cuyo nombre los identifica claramente como habitantes del sur de
Chile. Esta misma realidad la admitieron los propios araucanos. Al respecto
sugiero ver actas del "Primer Congreso Araucano del Área Argentina",
celebrado en San Martín de los Andes en 1961 -reitero, EN 1961-, donde
recomiendan cambiar el gentilicio "araucano" por el gentilico
"mapuche". Nuestro mayor etnólogo patagónico, don Rodolfo
Casamiquela, vio con claridad este problema al afirmar: "Los mapuches
-araucanos- no tienen derecho a la tierra, son chilenos".
El informe "mapuche", araucano, dice que los
"Wingka" -blancos, cristianos- le robaban ganado a los araucanos. Era
exactamente al revés. El indígena se lo apropió en estado salvaje o lo robó de
las estancias y pueblos argentinos. Ninguna etnia indígena conocía el ganado
equino o bovino; fue traído por los españoles. Así lo recuerda Miguel de
Unamuno en su artículo publicado en la Revista Española, en 1894: "El
caballo es animal europeo que los españoles llevaron los primeros a
América"..."y hoy recorren las vastas llanuras americanas yeguadas
salvajes que llevan en la sangre de sus venas fuego del sol de Andalucía".
El virreynato del Perú estableció instrucciones sobre vaquerías, en la medida
que se trataba de propiedad real, potestad que luego transfirió al Virreynato
del Rio de la Plata. Estos antecedentes legales y en cuanto al origen de los
animales fueron el fundamento de las estancias argentinas.
En cuanto al tratamiento "igualitario", casi
idílico, que los araucanos (mapuches) dicen que daban a las cautivas, sugiero
leer la segunda parte del Martin Fierro, donde encontrán la realidad de este
drama”.
Yapas:
El Pueblo Mapuche quiere su propio gobierno por: Pfernandez 23 de enero de 2013.
Últimamente, el tema mapuche se ha transformado en el gran
tema de discusión nacional. De una parte se escuchan los lamentos
escandalizados por la horrible muerte de la pareja que, la madrugada del 4 de
enero, amaneció carbonizada en un campo de Vilcún, en la región de la
Araucanía, víctima del atentado de un grupo mapuche, cuyo único detenido, con
una herida de bala, se llama Ceferino Serafín, y dice ser machi. Según mi amigo
Cayuqueo, machi machi no es. Le faltaría la chaucha pal peso. El asunto es que
cundió una cierta alarma pública, y como suele suceder en estos casos, los
racismos escondidos se dieron permiso para gritar. De pedir justicia, algunos
pasaron rápidamente a jurarle balas al indio que se acercara. Alan Cooper, un
ex Patria y Libertad (grupo de extrema derecha durante la Unidad Popular y
procesado por el crimen del general Schnneider, Comandante en jefe del ejército
de Chile al momento de ser elegido Salvador Allende presidente), aseguró que si
los veía por ahí los corretearía a balazos. Por otro lado, sin embargo, el
hecho sirvió para caer en la cuenta de que no estábamos ante un simple
acontecimiento policiaco. Las posibilidades de que el conflicto escale ya no
pueden ser ignoradas. Un tipo de la zona me dijo que existían desde hace rato
grupos de jovenzuelos que se divertían con bravuconadas fascistonas. ¿Y si un
día, borrachos, una pandilla de éstas le da una pateadura a un joven mapuche,
como tiempo atrás se la dieron a Daniel Zamudio, por homosexual? Entonces los
indígenas no se quedarían quietos. Los pocos mapuches de cabeza caliente, en su
mayoría jóvenes descolgados de la hoy disuelta CAM (autora de múltiples
atentados incendiarios y cuyo líder, Héctor Llaitul, lleva años en la cárcel y
buena parte de ellos en huelgas de hambre), aumentarían su atractivo. La
convicción de que aquí urge un arreglo político, penetró incluso en capas
profundas del gobierno. Prácticamente la totalidad de las comunidades
condenaron enérgicamente el crimen, pero al mismo tiempo recordaron que en esta
larga historia los victimarios no eran ellos. No estaban pensando en Jaime
Mendoza Collío, muerto por un disparo de carabineros, institución que
intentando justificar el crimen inventó pruebas falsas, como un chaleco
antibalas con un supuesto disparo mapuche, que los oficiales, torpemente,
realizaron por dentro del chaleco. “O sea la bala le salió del ombligo”,
resumió P.V. Tampoco en Matías Catrileo, también baleado durante unas trifulcas
en medio de un potrero. Estaban pensando en la ¨Pacificación de La Araucanía”,
en 1883, cuando al mando de Cornelio Saavedra, el Estado chileno, en el fondo,
termina de invadir su territorio. En las policías rurales lideradas por Hernán
Trizano, italiano, al parecer un mercenario romántico que a fines del siglo XIX
participó, entre otras varias, en la Guerra del Pacífico, y que con la excusa
de sanear el bandidaje que impedía el tranquilo desarrollo de los laboriosos
colonos, organizaba verdaderas cacerías de mapuches
Se trata de un pueblo orgulloso. Este no es un comentario
folclórico, sino producto de la observación. Algo parecido podría decirse de
los haitianos. No les gusta que los pasen a llevar. Recuerdo, de niño, haber
escuchado en mesas del barrio alto que las empleadas mapuches eran
insoportables, ingobernables, chúcaras. Ese orgullo puede llegar a la tozudez,
razón por la cual, seguramente, les cuesta tanto ponerse de acuerdo entre
ellos. Y resulta que desde hace 130 años, con una fuerza incontestable, el
Estado chileno les viene faltando el respeto, quitando territorios y
confinándoles derechos propios. Ellos, que venían gobernándose a su amaño desde
los tiempos en que el hombre era parte de la naturaleza, terminaron recluídos
en sus rucas. Con las décadas, los jóvenes fueron escapando de ellas. Les
resultaron asfixiantes. Al día de hoy, las comunidades se hallan francamente
envejecidas. Un 60% de los mapuches (aproximadamente 600.000) viven en la
ciudad. Muchos de estos se han convertido en profesionales, y no faltan sus
figuras destacadas en distintas áreas. Los hay incluso en la farándula. Pocos
de ellos ocultarían hoy su origen. La discriminación sigue siendo fuertísima,
pero en Chile no es la ola conservadora la que va en alza. Me contaron que
circulan encuestas en las que la simpatía ciudadana por la causa mapuche no ha
dejado de subir. Ni siquiera tras el horrible crimen de los Lusinguer y las
quemas de graneros de los días sucesivos. La mayoría entiende que se trata de
un grupo aislado, como los encapuchados en las primeras marchas por la educación.
El 25 de diciembre volamos en el mismo avión de la línea
Copa con Aucán Huilcamán. Lo reconocí al final del pasillo, mientras él
esperaba que se desocupara el baño y yo que un azafato me sirviera un whisky.
Supongo que por ser día de navidad, el avión iba bastante desocupado, de modo
que nos sentamos juntos a conversar. Aucán es quizás el dirigente mapuche más
famoso de las últimas décadas. Era jovensísimo -17 años- cuando a fines de los
80 participó de la mesa directiva del Ad-Mapu, organización piloteada por el
Partido Comunista. Aucán, cosa que siempre ha negado, era, según aseguran
todos, Socialista, perteneciente a la facción de los “Comandantes”, la más
“ultra” del partido. El año 1989, sin embargo, en los confines de la dictadura
de Pinochet, optó por la vía autonomista y fundó el Consejo de Todas las
Tierras. Desde ahí impulsó las tomas simbólicas de terrenos. De aquí salió la
primera bandera mapuche, hoy reconocida por todos.
Llegó incluso a presentarse como candidato a la presidencia
de la república en 2005, y aunque no llegó a la papeleta de votación (recopilar
las firmas necesarias ante notario era una tarea imposible), se dio el lujo de
llegar a Santiago, a caballo, con un poncho blanco y negro, rodeado por un
centenar de mapuches. Aucán se dirigía a Colombia, donde participaba del
proceso de paz con las Farc, en algo relativo a las comunidades indígenas de la
Sierra de Santa Marta: los Koguis, los Arhuacos. Durante estos años en que no
supimos de Aucán, él estuvo trabajando para Naciones Unidas en todo lo que
compete a los derechos y legislaciones para los pueblos originarios. Es un tema
que maneja como pocos. Su idea, me dijo ahí, era organizar un encuentro para pensar
el autogobierno mapuche.
Eso que consideran un derecho, ya es tiempo de irlo
ejerciendo sin pedirle permiso a nadie, me dijo. Lo estimulaba y respaldaba el
tratado internacional del año 2007, que estipula claramente el derecho de todos
los pueblos indígenas a su auto determinación. En los mismos momentos en que
Chile argumentaba en La Haya, defendiéndose de un litigio limítrofe con Perú,
la importancia del respeto a los tratados, él quería recordarle a nuestros
gobernantes que el tratado de 1835 en que Chile le reconocía a los mapuches el
gobierno del Bío Bío al sur, nunca había cesado y estaba siendo roto desde hace
décadas, unilateralmente, por el Estado chileno. Si no llegaban a un acuerdo,
correspondía llevar el caso al mismo tribunal holandés. De regreso a Chile,
semanas más tarde, recibí un mail suyo en el que me invitaba a participar de
este primer encuentro en que comenzarían a planear su propia administración
política.
La convocatoria a la Cumbre Mapuche de Autodeterminación, producto
de los últimos sucesos, se atolondró. Quedó fijada para el 16 de enero, en la
cima del cerro Ñielol, casi en el centro mismo de Temuco, bajo la sombra de la
misma Patagua –conocida en nuestros libros de historia como “La Patagua del
Armisticio”-, donde el año 1881 los mapuches hicieron entrega del territorio
que lo rodea para que los colonos pudieran fundar Temuco. José Ancán,
historiador y escultor mapuche, asegura que tal acuerdo nunca se firmó y que
esa rendición en realidad no existe. El cerro es una reserva natural
sorprendente. Nada invita a pensar que en medio de esa ciudad, hoy una de las
más contaminadas de Chile, exista semejante reserva natural, con un bosque tan
espeso, plagado de huayes (o robles), foyes (o canelos), boldos, maquis, laureles
y kilas, o coligües, en el idioma de los conquistadores. Viven culebras y
zorros, y todavía habitan ahí unos monos muy pequeños, no más grandes que un
puño humano, a los que llaman “monitos del monte”, y que nunca se dejan ver.
Por uno de sus senderos se llega a la vertiente de Agua Santa, aunque según
Desiderio Catrequín, profesor de la Universidad Católica de Temuco, capaz que
se trate de una llave escondida entre los árboles.
La mañana del 16 amaneció nubladísima. El cerro se perdía en
la bruma. La cita era a las 8.30 hrs, pero nosotros, con Pedro Cayuqueo, quien
me alojaba, llegamos media hora antes. Una buseta proveniente del Valle del
Aconcagua, de Putaendo, fue la primera en estacionarse. Venían de lejos,
viajando toda la noche. Emilio Cayuqueo, un tío de Pedro oriundo de Nueva
Imperial, esperaba junto a su esposa y su hija abogada el comienzo del
Llellipún, una especie de oración o rogativa para que todo salga bien. Las
machis a cargo, sin embargo, tardaron todavía una horas en llegar. Al bus en
que se desplazaban se le pinchó un neumático. Cundió en la concurrencia el
rumor de que se trataría de un boicot, pero no había información alguna que
confirmara las sospechas. Con Emilio y su familia caminamos juntos hasta la
explanada, frente a los Chemamul (gente de madera), esculpidos por José Ancán,
para reemplazar a otros viejos tótems desplomados, ya convertidos en ruinas. A
un costado, la famosa Patagua. Los lonkos y otros dirigentes, algunos
históricos, como José Santos Millao, ex presidente del Ad Mapu, que vestía una
especie de traje militar gris con símbolos mapuches en las charreteras, su
trarilonco de lana en la cabeza y unos bigotes inauditos para los de su etnia
más bien lampiña, o Ana Llao, dirigente histórica de la CONADI, fueron llegando
de a poco. L1100973 Mientras aullaban con ronquera unas trutrucas aisladas
entre la niebla, grupos de mujeres se colgaban pudorosamente sus adornos
ceremoniales junto a los arbustos, como si de algo las ocultaran. Hasta cerca
de las 10 de la mañana la neblina persistía, y no eran más de doscientos los
que habían llegado. Aucán me explicó, tras manifestar el gusto de verme ahí,
que no eran muchos todavía, pero sí muy significativos. En su mayoría, se
trataba de cabezas de serie, de representantes de otros. Desde un micrófono
instalado en frente de los Chemamul, Aucán dio la bienvenida. Ahora sí sonaban
muchas trutrucas y txompes, y los reunidos gritaban cada tanto, como un modo de
decir “aquí estamos en cuerpo y alma”. Había menos gente de la esperada. No
llegaron los representantes de comunidades costeras (Lafkenche), ni del Alto
Bio Bio, ni algunos de Temuicuicui con los que se contaba. Pero bastó que Aucán
dijera “aquí hay gente de Nueva Imperial, de Chiloé, de…” para que cada uno de
los ahí presente comenzara a vocear el sitio desde donde venía: Arauco,
Victoria, San Felipe, Puerto Montt, Santiago… Algunos preferían exhibir el
nombre de su comunidad. Yo imaginaba que la ocasión se prestaría para una
concentración masiva, dado el momento de ebullición en que se halla el
conflicto, pero en conversaciones con los presentes fui cayendo en la cuenta de
por qué no había sido así. De una parte, no era fácil que la convocatoria
llegara con fuerza a todos lados, ni que muchos de los que vivían en zonas apartadas
se trasladaran, pero lo verdaderamente difícil era limar las desconfianzas
entre las múltiples facciones que existen al interior del pueblo mapuche. La
palabra “cahuín” proviene del mapudungun, y significa “reunión”. L1110001
Aucán es resistido por un grupo nada pequeño de
organizaciones. Algunos lo acusan de personalista. Él sabe que esta vez debe
rodearse de cómplices, pero esa reconstrucción de lealtades recién comienza. La
cumbre del cerro Ñielol no fue una demostración de poder, sino una manifestación
de voluntad. El werkén Huilcaman explicó que durante la primera parte del
encuentro, hablarían los mapuche. “Queremos dialogar entre mapuche”, dijo. “El
Estado no ha mostrado voluntad de entenderse con nosotros, pero nosotros no
dependemos del Estado, y tenemos nuestra propia ruta”. Entonces rugieron las
tribus, los comuneros levantaron las chuecas, las machis los cultrunes, y todos
metieron bulla. Le llaman el afafán: “¡Yayayayayayaiii!”. “Todos podrán hablar,
somos todos parte de este evento”, dijo Aucán, “pero tenemos un programa”.
Pidió que la prensa se retirara mientras duraba la discusión interna, y que
podrían volver cuando se sumaran los winkas invitados a este diálogo. Él no usó
la palabra “winka” (término despecyivo para tratar al hombre blanco). No
recuerdo de qué manera nos llamó. Como andaba con amigos mapuches, no me di por
aludido. Durante más de dos horas, ya con un sol intenso y más de 30º de
temperatura, los indígenas fueron tomando la palabra para hablar desde el
centro del círculo en que se hallaban congregados. Los discursos y reclamos
apuntaban principalmente a la militarización de la zona, la usurpación de
tierras, etc., pero también aparecían asuntos menores como las deudas INDAP.
Las referencias al tratado de 1825 y a la “Pacificación de la Araucanía” se
tramaban con denuncias referidas a la dictadura y a los gobiernos de la
Concertación. Sus problemas inmediatos, en el fondo, llevan más de un siglo
siendo los mismos. Había unos más rabiosos que otros. Unos más políticos que
otros. Unos de derecha y otros de izquierda.
Había unas chicas de cara redonda y llena, con los ojos
rasgados, atractivas, en especial una de Putaendo a la que le pregunté si no le
daba calor andar tan vestida, y me dijo que no, porque allá donde vive
últimamente han hecho más de 40º. Ahí en el círculo, sin embargo, donde las
papas queman, no estaban representados los jóvenes. Campeaban los dirigentes de
las décadas de 1980 y 1990, pero faltaban las nuevas generaciones, los
descolgados, aquellos para quienes La Concertación y la Alianza, el Ad Mapu, el
Consejo de Todas las Tierras y, a estas alturas, incluso la CAM, ya no son los
únicos referentes; valga considerar que ellos no están de mirones, sino
protagonizando algunos de los caminos que esta historia ha tomado. Mucho de
esto está aconteciendo en los campos
Pasadas las 12.30 hrs., se disolvió el cahuín. La prensa se
arrojó como una jauría sobre Aucán. Querían saber las conclusiones. Aucán lo
resumió así: se le exigía al gobierno que les pidiera perdón por la flagrante
violación a sus derechos humanos que el Estado de Chile venía perpetrando desde
fines del siglo XIX. Que pidiera perdón, como Aylwin a las víctimas de la
dictadura, como el Papa por los errores garrafales de la iglesia, y que se haga
cargo de resarcir económicamente el daño causado. El werkén Jaime Huenchullán
leyó un documento elaborado días antes titulado Pacto por la Autodeterminación
Mapuche. A continuación, correspondía la discusión en torno al tema del
autogobierno con los invitados: candidatos a la presidencia de la república,
senadores, diputados, miembros de organizaciones de ddhh y otros, entre los que
me contaba yo. De los candidatos llegaron únicamente Parisi, de terno y camisa
blanca, y Tomás Jocelyn-Holt, los dos candidatos con menos posibilidades entre
los existentes. Parisi se veía estupefacto. El chico Navarro, famoso por los
“navarrines”, era el único senador presente. Antes de cederle la palabra al
primer orador, se acercó al micrófono la machi Francisca Linconao, una vieja
flaca pero no endeble, para denunciar que días atrás la allanaron, la acusaron
de tener un arma que no tenía (y valga que muchas machis usan escopetas
conejeras en sus ceremonias), “yo no miento, reclamó indignada, yo digo la
verdad, y me ataron las manos y tiraron el pelo”, antes de hacerla pasar, por
motivos que desconocía, una noche en la prisión. “De todo esto acuso al
gobierno”, concluyó. Cuando tomó la palabra el diputado Venegas, de la DC, se
refirió a los problemas de la región, y uno le contestó: “¡nuestro problema es
el Wallmapu!”. (Irrumpió el afafán). Le encararon haber aplicado la Ley
Antiterrorista siendo gobernador de la zona, y no pudiendo hablar más, cerró su
discurso con un lamento. Todo el resto se limitó a palabras de buena crianza,
de apoyo, de solidaridad. La discusión puntual a la que se nos había convocado,
no tuvo efecto. En el documento que se nos entregó, un documento sólido y
sofisticado, estaban los fundamentos sobre los que se apoyaba el derecho al
autogobierno, pero faltaba incluso la primera línea acerca de qué tipo de
gobierno sería. Yo intuyo que, en el mismísimo momento que los mapuches,
independientemente de sus conflictos con el estado chileno, inicien la
conversación en torno a cómo manejar la autonomía, lo posible se impondrá sobre
lo utópico, los eslóganes dispersos cederán ante las negociaciones concretas, y
lo que hoy parece inviable, encontrará un canal de comunicación que lo
posibilite. El camino todavía es largo, pero en la cumbre del cerro Ñielol, es de
esperar, podría terminar fijándose un punto de partida. Iluso, pero no tanto.
Alrededor de las cuatro de la tarde, se dio por finalizado el encuentro. Tres
machis se arrodillaron junto a un árbol joven. Comenzaron a tocar sus cultrunes
y los asistentes empezamos a girar en torno a ellas. La melodía de sus
oraciones no es la de los pájaros del aire: son gente de la tierra. Sus
trompetas son de cuerno de animal. Y sus aspiraciones, así haya quienes
pretendan ridiculizarlas, son tan propias de este mundo, como las de todos los
pueblos. Basta escucharlos para darse cuenta.
http://blogs.elpais.com/lejos-de-todo/2013/01/el-pueblo-mapuche-quiere-su-propio-gobierno.html
Información sobre Sitio MIL http://www.mapuche-nation.org/
ENLACE MAPUCHE INTERNACIONAL
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Traductores
Madeline Stanley, Katy Brickley, Kitty McCarthy, Heidi Walter, Sabine Patrolin,
Barbara Chambers, Laetitia Le Cordier, Anna Harvey
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44-117-9279391 E-mail: mil@mapuche-nation.org
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