Nicolás Gómez Dávila (Bogotá, Colombia, 18 de mayo de 1913 –
ibídem, 17 de mayo de 1994) fue un escritor y filósofo colombiano. Ha sido uno
de los críticos más radicales de la modernidad. Alcanzó reconocimiento
internacional sólo unos años antes de su fallecimiento, gracias a las
traducciones alemanas de algunas de sus obras.
Gómez Dávila pasó la mayor parte de su vida entre su círculo
de amigos y los límites de su biblioteca. Perteneció a la alta sociedad
colombiana y se educó en París. Debido a una severa neumonía, pasó cerca de dos
años en casa, donde sería educado por profesores particulares y desarrollaría
su admiración por la literatura clásica. Sin embargo, nunca asistió a una
universidad. En la década de 1930, regresó a Colombia y nunca volvió a visitar
Europa, excepto durante una estancia de seis meses con su esposa en 1949.
Reunió una biblioteca personal inmensa que contenía más de 30.000 volúmenes
(conservada actualmente por la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá) en torno
a los cuales centró toda su existencia filosófica y literaria. En 1948 ayudó a
fundar la Universidad de Los Andes, en Bogotá.
Extraordinariamente erudito, profundo conocedor de las
lenguas clásicas, defendió una antropología escéptica fundada en el estudio
profundo de Tucídides y de Jacob Burckhardt. Consideraba que las estructuras
jerárquicas debían ordenar la sociedad, la Iglesia y el Estado. Criticó el
concepto de soberanía popular y también algunos cambios que introdujo la
Iglesia Católica a raíz del Concilio Vaticano II, en particular la renuncia a
celebrar la misa en latín. Al igual que Donoso Cortés, Gómez Dávila creyó que todos
los errores políticos resultaban, en última instancia, de errores teológicos.
Esta fue la razón por la que su pensamiento se describe como una forma de
teología política.
Católico y de principios profundos, su obra es una crítica
abierta a ciertas expresiones de la «modernidad» y, para algunos, a las
ideologías marxistas, y a algunas manifestaciones de la democracia y al
liberalismo, por la decadencia y la corrupción que abrigan. Sus aforismos (a
los que denominaba «escolios») están cargados de una ironía corrosiva, de
inteligencia y de profundas paradojas (Wikipedia).
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