por Héctor Landolfi.
Charles de Gaulle fue un valiente capitán que, al frente de
su compañía, combatió en la batalla del Somme, en la Primera Guerra Mundial,
donde fue herido y hecho prisionero por los alemanes.
Más tarde, siendo un joven coronel, creó una nueva táctica
para el manejo de los blindados, rechazada por el Estado Mayor francés y el
poder político, pero incorporada por los generales alemanes a sus estudios
sobre el combate con tanques. La blitzkrieg (guerra relámpago), basada en el
uso intensivo de los blindados, permitió a los germanos tomar Francia en tiempo
récord durante la Segunda Guerra Mundial.
Creó la Quinta República francesa, que permitió al país galo
superar sus agudos problemas políticos. Y la pertrechó con la "force de
frappe" (fuerza nuclear de disuasión) única fuerza atómica occidental en
el continente europeo.
Dejó armado un movimiento político, el RPF (Reunión del
Pueblo Francés), que fue -y lo sigue siendo- central en el panorama de la
política gala.
Terminó con la guerra de Argelia, conflicto que desangraba a
Francia y el país africano y provocaba agudos conflictos entre los franceses.
Otorgó la independencia a Argelia a riesgo de su propia vida: sufrió dos
atentados a manos de la OAS (Organización del Ejército Secreto), contraria a la
independencia argelina.
Reconcilió, luego de siglos de enfrentamientos, a Francia
con Alemania y se transformó en uno de los principales constructores de la
Unión Europea.
Modernizó la economía francesa llevándola de su tradición
agrícola a ser una potencia industrial. Fue funcionario probo y buen padre de
familia.
Aún hoy hay memoriosos que recuerdan la visita del general
francés a nuestro país, en 1964. Y también evocan como las huestes peronistas de
entonces recibieron entusiastas al visitante francés con su consigna preferida:
"De Gaulle, Perón, un solo corazón".
Esta valoración que del jefe galo hacían los seguidores de
Perón se debía a que el presidente francés creyó que recostándose en su
"force de frappe" y apartándose de la OTAN podía transformarse en
árbitro del litigio entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Este intento del
presidente galo hizo creer a Perón que De Gaulle estaba, también, en su tercera
posición.
Este nuevo propósito de De Gaulle completó un ciclo
histórico donde los franceses aparecían como persistentes ejecutores del
"quiero y no puedo". Ya Carlomagno había querido que la frontera
oeste de su reino franco fuera la Finisterrae, pero debió conformarse con tener
a sus espaldas los Pirineos y su imperio se disgregó rápidamente tras su
muerte. Luego, Juana de Arco, eficaz pero meramente defensiva. La Revolución
Francesa produjo a un Napoleón cuya megalomanía terminó en una ignominiosa
derrota en la estepa rusa y los cosacos entraron caminando en París, donde
comieron a sus anchas en los bistró. Y por último De Gaulle -y La Grandeur-
alardeó con su armamento atómico, tratando de erigir a Francia en solitaria
superpotencia, pero finalmente volvió a integrarse a la OTAN.
El presidente francés sabía que Buenos Aires se encontraba a
la vera de un anchuroso río. Cuando el protocolo le permitió disponer de tiempo
libre, expresó su deseo de conocer el Río de la Plata. Lo llevaron a la costa
porteña del estuario y al verlo exclamó: "¡No se ve la otra orilla!".
Era la reacción de un europeo que no podía entender que no se pudiera ver la
otra margen de un río.
Sus capacidades de estadista y estratega no lograron ocultar
otra habilidad menos conocida: su perspicacia para detectar ciertos rasgos en
la conducta de algunas mujeres.
Cuando Jackie Kennedy y su marido, John Kennedy, el
presidente de Estados Unidos, visitaron Francia, fueron recibidos por De Gaulle
en el Palacio del Elíseo, sede de la Presidencia francesa. Luego de la
recepción, el jefe galo comentó a sus allegados la impresión que le causó
Jackie: "A esta mujer yo la veo sobre la cubierta del yate de un
multimillonario petrolero".
El presidente Kennedy fue asesinado algunos meses más tarde
y, no mucho tiempo después, Jackie lucía su esbeltez sobre la cubierta del yate
del multimillonario griego Aristóteles Onassis.
En otra oportunidad, De Gaulle invitó a un grupo de
intelectuales y escritores a comer con él en el Elíseo. Victoria Ocampo, que se
encontraba en París y era amiga de varios de los pensadores y escritores
franceses, fue también convidada al ágape.
Cuando presentaron a la escritora argentina al presidente
francés, De Gaulle le preguntó: "¿Usted es coleccionista?". Victoria
reaccionó con sorpresa y respondió: "¿Cómo coleccionista? ¿Coleccionista
de qué?". Y De Gaulle, desde su impávida altura, le contestó: "De
hombres célebres"…
Perspicacia, política y estrategia militar no eran
incompatibles para el general francés.
Imagénes: web. Cuadro de imágen: GUILLERMO PIRRI ARGENTINO.
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