La siguiente cuentito sirve para el discernimiento de los espíritus fue extraído para USTEDES de la columna “Entre el cielo y el infierno” por ARNALDO PAGANETTI (diario Río Negro, Edición domingo 13 de abril del Año del Señor 2008).
Un cuarentón, su perro y su caballo son atropellados en la ruta y mueren. Sin darse cuenta de que ya no están en la tierra, aparecen en una edificación magnífica con puertas de mármol que dan a unos bellos jardines. Al ver el guardián, el hombre le pregunta si pueden pasar a tomar agua. "Tu, sí; pero no los animales. No está permitido".
El hombre rechaza entonces el convite y continúa el viaje cuesta arriba con sus compañeros. Llegan entonces a otra construcción con un viejo portón de madera que facilita el acceso a un camino de tierra rodeado de árboles a cuyo fondo se encuentra un manantial. Le pide al portero permiso para saciar la sed y éste sin titubear se lo concede a los tres.
- ¿Cómo se llama este lugar? -quiso saber después.
- Es el cielo -contestó el cuidador.
- ¿Cierto? Lo mismo me dijo el vigilador del otro sitio -replicó sorprendido el hombre.
- Ah, no. Ese es el infierno -dijo sereno el custodio celestial.
- Debería prohibir que falseen la verdad. Hay que advertir a la gente de buena fe para que no se confunda -propuso el accidentado, ya consciente de que transitaba su último viaje.
- No, no... Es mucho mejor así, porque -justificó- los que son capaces de abandonar a sus amigos no merecen venir aquí. Están mejor en el infierno.
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