Novedades mapuches en la Patagonia. Aquí no hay nadie
originario, no hay otra bandera que la de Belgrano y, desde Roca en adelante,
nadie cobra peaje ni exige tributos salvo la propia nación. Por Rolando Hanglin.
El empresario hotelero Gustavo Fernández Capiet envió una
carta pública al secretario de Turismo local, Esteban Bosch, y al intendente
del Parque Nacional Lanín, Horacio Peloso, con algunas reflexiones sobre el
creciente problema mapuche. Sostiene que ha llegado la hora de poner límites.
"Esta comunidad originaria quiere tomar cada vez más
espacio público para uso propio al amparo de supuestos derechos ancestrales,
que en lo personal creo que corresponderían a los tehuelches". "En
esta cultura parece que no valen el trabajo y el esfuerzo, aunque hay
excepciones. Tienen miles de hectáreas, y no producen más que lo mínimo. Pero
en verdad podrían ser proveedores de determinadas frutas y hortalizas de toda
la provincia, y sus derivados con valor agregado como dulces, conservas,
salsas, etcétera. Ganadería ovina y bovina: podrían producir mucha carne y
derivados como leches y quesos. De turismo, ni hablar: sea con cabalgatas,
servicios de gastronomía típica, trekking, camping, cultura, guías reconocidos
de montaña, etcétera, pero pensando en dar servicio y no en sacar plata por
sólo por sus derechos ancestrales".
"Cobran por entrar a la islita, no por algún servicio
sino solo por 'pisar su propiedad' cuando la islita y sus playas son un espacio
público". "Cobran acceso al Parque Lanín gracias al comanejo, o mejor
dicho al des-manejo, y no sólo en el muelle, afectando a una excursión
emblemática del destino, sino que lo hacen al llegar a la villa, que se supone
que sería un barrio abierto, al que se llega por un camino público y no
propiedad de ellos, mantenido por la provincia y no por ellos".
"Cobran por entrar a la cascada de Quila Quina, donde
parece que no hay franja de ribera. Si fueran estancieros, los acusarían de
violar la Constitución y como mil leyes, por terratenientes y usurpadores del
espacio público. Nótese que el acceso a la cascada nunca se aleja de los 15
metros del río, pero no reparan la baranda. Hemos tenido víctimas fatales allí,
ya que ninguno acompaña a los visitantes ni por prevención ni para explicar
nada, ni siquiera para tener limpio el lugar. Que generalmente es una mugre,
como el puesto que tienen a la entrada. Lo sé porque paso y lo veo
regularmente".
"Uno va al mirador Arrayán y te roban ahí arriba mismo.
Todos saben quiénes son. Desde nuestro hotel no recomendamos más ir allí, pero
sí a la casa de té. El Mirador del Centenario, por falta de mantenimiento y de
acción nuestra, está cerrado e inaccesible".
"Si se intenta organizar una carrera que pase por 'su
territorio' y no les pagás a ellos, no se hace, y siempre se exceden en el
cobro, pero Parques los cobija, porque si no les llevás el pago de ellos, no te
autorizan la carrera".
"¿Querés madera? Ellos te la venden: la marcan como
leña y la venden como madera. Pregunten a varios de los comerciantes que les
compran… después hacen un escándalo en Villa la Angostura, por 50 lengas que
tiraron para un circuito de cross, y que entiendo que fueron reemplazadas por
muchas más que se plantaron. Allí se hicieron tres carreras en tres años, no se
corre todos los domingos, y metieron en la villa 15 mil, 20 mil y 28 mil
espectadores, y fue elegido dos veces el mejor de todos los circuitos del
campeonato. Como yo estaba allí, aseguro que, de toda la gastronomía en oferta,
la mitad era 'legal' y la otra mitad era de ellos a través de clubes,
cooperadoras y demás. Los vi: serían unos cien trabajando y diez, quince
protestando por la deforestación. En Manzano Brujo, en cualquier momento
empiezan a poner obstáculos peores".
"Cobran un canon por la concesión de Chapelco. Sin
embargo, en su momento se opusieron a la construcción de suficiente reservorio
de agua para los cañones, crearon un negocio de dudosa legitimidad en la base
y, ante cualquier reclamo, apelan al corte de ruta como medida de extorsión,
perjudicando a turistas que nada tienen que ver con la problemática".
"Les dieron el espacio en la plaza para que pusieran la
bandera como si estuviéramos en otro país. En el fondo, es lo que persiguen. Ya
lo han proclamado".
Algunas aclaraciones históricas sobre el asunto. En toda la
correspondencia de Calfucurá, desde 1833, no se habla jamás de mapuches. Se
habla de "chilenos". Son los araucanos que cruzaron la Cordillera de
los Andes desde la Capitanía General de Chile, formando al principio dos grupos
aislados: los vorogas (de Vorohué, Chile) y los ranqueles o ranculches.
En 1831, Calfucurá cruza la Cordillera y pasa a degüello a
los jefes vorogas Alon, Rondeado, Meilín y otros. La población se incorpora
aterrorizada a las huestes del chileno y lo mismo van haciendo los pobladores
tehuelches de la Pampa, Córdoba, Mendoza, Patagonia, Buenos Aires, San Luis.
Ellos sí eran aborígenes argentinos y han sufrido infinidad de abusos a manos
de los conquistadores españoles y, después de 1810, de los argentinos. Mientras
tanto, fueron absorbidos por los jefes chilenos. Predominó la magnífica y
expresiva lengua araucana. Ya no quedan en nuestro país tehuelche-parlantes.
Uno de los últimos fue el antropólogo argentino Rodolfo Casamiquela, que ha
explicado muy bien la diferencia (hoy convenientemente confundida) entre
tehuelches argentinos y araucanos chilenos. Estos últimos abandonaron sus rucas
de piedra y adoptaron el toldo o paravientos de cuero, propio de los tehuelches
nómades. Del hombre blanco tomaron el caballo, la vaca (elemento de comercio) y
las mujeres, que raptaban en gran cantidad. Por eso los que hoy se presentan
como aborígenes tienen generalmente la piel y los ojos claros. Son descendientes
de caciques.
Es cierto que en las "raciones" que repartían los
gobiernos de Juan Manuel de Rosas, Justo José de Urquiza y otros (para frenar
los malones en una vergonzosa extorsión) abundaban el aguardiente, las botas,
los aperos, el tabaco, la yerba, el vino, los acordeones, los ponchos ingleses,
los pañuelos, la harina, el azúcar. ¡De todo menos una pala o un arado!
Aquellos hombres de Calfucurá no eran argentinos y mucho
menos originarios. Sus descendientes sí lo son, igual que los descendientes de genoveses,
asturianos o bearneses. Ciudadanos argentinos. Aquí no hay nadie originario, no
hay otra bandera que la de Belgrano y, desde Roca en adelante, nadie cobra
peaje ni exige tributos salvo la propia nación.
Cabe resaltar que el año 1810 es primordial: la lucha entre
chilenos y realistas contó con la participación de los araucanos, casi siempre
a favor de los españoles porque España había tenido que reconocerles un
territorio propio, entre los ríos Maule y Bío-Bío, hecho único en la historia
de los imperios. Por lo tanto, al caducar el dominio español, los araucanos
chilenos buscaron en La Pampa, San Luis, Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, un
vasto territorio donde se podía cazar (vacas ajenas) y cautivar lindas mujeres
rubias, también ajenas.
El autor de este artículo es partidario de que se mantenga
impoluta y sin manchas la estatua del gran presidente argentino Julio Roca, y
también de que se enseñe el lenguaje mapudungún en las escuelas de Pampa y
Patagonia, se celebre el Año Nuevo Pampa el 24 de junio y se estudie la vida de
los grandes caciques en nuestra escuela, incluyendo a Pincén, Catriel,
Calfucurá y su hijo también chileno Namuncurá. Porque todos ellos contribuyeron
a formar nuestra nación en tiempos salvajes, tanto como Juan Lavalle y Manuel
Dorrego. Son parte entrañable de la historia.
Pero, ¿originarios cobrando peaje y viviendo sin trabajar?
Eso jamás. Estamos en una república.
Publicado en INFOBAE.
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