19 de abril de 1987: desde el balcón de Plaza de Mayo
Alfonsín manifiesta “¡Felices Pascuas!” y
“La casa está en orden”.
FRAGMENTO DEL DISCURSO DE RAÚL ALFONSÍN EN PLAZO DE MAYO CON
MOTIVO DEL ALZAMIENTO CARAPINTADA DE SEMANA SANTA 19 DE ABRIL DE 1987.
……Compatriotas,… compatriotas… compatriotas… compatriotas.
¡Felices Pascuas!... Los hombres amotinados han depuesto su actitud. Como
corresponde serán detenidos y sometidos a la justicia… Se trata de un conjunto
de hombres, un conjunto de hombres, algunos de ellos héroes de la guerra de las
Malvinas, que tomaron esta posición equivocada y que han reiterado que su
intención no era de provocar un golpe de Estado. Pero de todas formas, han
llevado al país a esta conmoción, a esta tensión, y han provocado estas
circunstancias que todos hemos vivido de la que ha sido protagonista
fundamental el pueblo argentino en su conjunto.
Para evitar cerramientos de sangre, dí instrucciones a los
mandos del ejército para que no se procediera a la represión y hoy podemos
todos dar gracias a Dios: La casa está en orden y no hay sangre en la
Argentina.
Le pido al pueblo que ha ingresado a Campo de Mayo que se
retire, es necesario que así se lo haga. Y le pido a todos ustedes, vuelta a
sus casas, a besar a sus hijos, a celebrar las Pascuas en paz de la Argentina.
Alfonsín, Semana Santa y “La casa está en orden”.
Una rebelión militar se producía en la Semana Santa de 1987,
durante el gobierno de Raúl Alfonsín. La Ley de Punto Final no fue suficiente
para detener el malestar de los uniformados. Luego de días de tensión, el
Presidente de la Nación, decía su frase más memorable y le anunciaba al pueblo
argentino que “la casa está en orden, felices Pascuas”.
El gobierno de Alfonsín estuvo permanentemente amenazado por
sectores de las Fuerzas Armadas que se negaban a aceptar el enjuiciamiento por
violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar anterior. Para
intentar mantener bajo control el descontento en las Fuerzas Armadas, en 1986
Alfonsín debió intervenir personalmente para que el Congreso sancionara la Ley
de Punto Final imponiendo un plazo de 60 días para procesar a acusados de
delitos de lesa humanidad cometidos durante el gobierno militar.
La Ley de Punto Final no fue suficiente y en la Semana Santa
de 1987 se produjo una gran rebelión militar compuesta mayoritariamente por
jóvenes oficiales que se denominaron “carapintadas”, dirigidos por el teniente
coronel Aldo Rico.
Al mismo tiempo que los jefes militares demostraban que no
estaban dispuestos a obedecer las órdenes del presidente Alfonsín y reprimir la
insurrección. Millones de personas salieron a las calles para oponerse al
alzamiento militar y la CGT declaró la huelga general en defensa del gobierno
constitucional.
Durante varios días el país estuvo al borde de la guerra
civil. Alfonsín, anunció al público reunido en la Plaza de Mayo, desde la Casa
de Gobierno, el envío de tropas leales para exigir a los rebeldes que
depusieran su actitud. Poco después habría de darse cuenta que esas tropas, en
los hechos, no existían. Ni una sola de las unidades convocadas en la Capital
Federal, y zonas adyacentes, respondió a esa orden.
Sólo el General Ernesto Alais se mostró dispuesto a actuar,
desde su guarnición en la provincia de Corrientes, y así avanzó con sus tropas
hacia Campo de Mayo. A pesar de ello, al llegar esas fuerzas a Zárate, en la
provincia de Buenos Aires, los oficiales de rango intermedio detuvieron su
marcha e hicieron conocer su decisión de no avanzar contra sus compañeros. El
propio Alfonsín reveló tiempo después que, fuera de quicio, quiso marchar
encabezando a la multitud a Campo de Mayo, hacia donde se encontraban los
militares insurrectos, pero que finalmente no lo hizo para evitar la guerra
civil.
En vez de ello, Alfonsín concurrió personalmente a Campo de
Mayo a reducir a los insurrectos. Horas después anunció, que los amotinados
habían depuesto su actitud, en lo que aparentemente había sido una victoria sin
concesiones del gobierno democrático. Poco después se haría evidente que este
pretendido triunfo no había sido tal. Fue el sábado 30 de abril cuando Alfonsín
así lo comunicó en un discurso a la población congregada en Plaza de Mayo donde
utilizó una frase que se hizo histórica (con sentido negativo): “La casa está
en orden, felices Pascuas”.
Alfonsín, sin poder militar para detener el golpe de Estado,
negoció con los líderes militares “carapintadas” la garantía de que no habría
nuevos juicios contra militares por violación de derechos humanos. Esas medidas
se concretaron en la ley de Obediencia Debida y el reemplazo del general Héctor
Ríos Ereñú por el general José Dante Caridi, al mando del Ejército argentino.
Este último, desde su cargo, comenzaría a defender públicamente la dictadura y
la guerra sucia. Desde entonces Alfonsín debió enfrentar otras dos
insurrecciones militares durante 1988 (18 de enero y 1 de diciembre) y un
permanente estado de insubordinación de las Fuerzas Armadas.
Publicado en AN Río Negro, 14 de abril de 2017.-
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