Argentina vive en conflicto permanente. Si no es un reclamo de los docentes, es de los judiciales, los bancarios, los camioneros, las organizaciones sociales, los metrodelegados, los del peaje, los de la leche, los médicos de hospitales, los aeronavegantes, etc.
Invariablemente, todos lo hacen de la manera más traumática posible para el resto de la sociedad. Cuánto más moleste, mejor. Ya sea cortando calles y rutas, suspendiendo servicios, bloqueando fábricas, etc. En la mayoría de los casos constituyen una extorsión, orientada a torcer el brazo del que corresponda, sean empresas o gobiernos nacional, provinciales y municipales.
Resultado: un país sin clases, sin bancos, sin transporte, sin poder circular libremente, etc. Ante estos hechos palpables de la realidad argentina cabe preguntarse: ¿es posible salir así de la recesión económica que atravesamos? Y más aún, ¿es viable el país en estas condiciones? Es ésta una pregunta con respuesta opinable. Pero si se observan los comportamientos del resto de los países a los que les va mejor que nosotros, sean vecinos o de otros lados del mundo, podemos ver que no hay país al que le vaya bien con semejante nivel de conflicto. También es notorio que ante la “injusta” situación laboral que origina el reclamo nadie opta por renunciar y buscar un mejor trabajo. Y es porque sabe que a la larga triunfará el “plan de lucha”, que no es otra cosa que hacerle pagar, tanto a los gobiernos como a las empresas, los salarios que ninguno de ellos pueden abonar.
En consecuencia, la película no termina ahí. Gobiernos y empresas tratarán de pasarle el mayor costo al resto de la sociedad vía impuestos y precios. Pero esto finalmente no se logra en su totalidad. La gente y las empresas pagan impuestos hasta donde pueden. Cuando éstos son claramente confiscatorios, unos y otros eluden, evaden y/o negrean.
Siguiendo con la película: si los gobiernos no logran recaudar más y no cubren los mayores gastos, el déficit dirá presente, y su financiamiento, sea a través de endeudamiento y/o emisión de dinero (inflación), corroerá las bases del sistema económico, hasta desembocar en una crisis de más o menos graves consecuencias, muertes incluidas, como las que hemos tenido en los últimos cincuenta años (1975-76, 1983-85, 1989-91 y 2001).
Por su parte las empresas, que se ven vapuleadas por los mayores impuestos y salarios, lógicamente tratarán de pasar el costo a los precios, que paga el resto de la cadena comercial, y que tiene al consumidor final como último eslabón. Pero esto es prácticamente imposible si el producto o servicio es transable. La empresa no podrá vender a mayor precio afuera (el precio está dado por los oferentes y demandantes del mundo), ni adentro, donde enfrentará la competencia de importaciones, que no han visto modificados sus costos.
Para ser gráfico, esto es lo que está pasando, por ejemplo, con las empresas de las economías regionales y las lecheras. No son viables con estos costos salariales e impositivos. Otro claro síntoma de esto es la euforia por viajar a Chile a comprar los productos que aquí están mucho más caros. Los chilenos colocan una caja de manzanas en el exterior a u$s 15, y ganan plata. Nosotros necesitamos venderla a u$s 17 sólo para cubrir costos.
Ante esta situación es inexorable la quiebra de las empresas. A lo sumo alguna tendrá un salvataje gubernamental provisorio (que, vale aclarar, sólo será posible emitiendo más plata, porque ya estamos en déficit permanente). Pero a la larga la empresa quebrará. Cabe preguntarse: ¿por qué en Argentina no hay empresas de más de setenta años? Pues, sencillamente, porque todas han quebrado. Las leyes laborales, los sindicatos y los gobiernos han sido demasiado peso para las empresas.
Ante este panorama, es muy lógico preguntarse lo siguiente: ¿se puede revertir este proceso perverso?, ¿podemos recuperarnos? Como posible, es posible. Si bien hemos perdido mucho tiempo andando por caminos equivocados, ello no sería un impedimento. China estuvo inmóvil hasta fines de los 70, y hoy, a cuarenta años de haber hecho los cambios necesarios, ya es casi la primera potencia mundial en términos de PBI absoluto.
En realidad, el camino para recuperarnos, al igual que cualquier enfermo, pasa por: 1) reconocer que Argentina fracasó, 2) hacer un correcto diagnóstico de sus causas, y 3) poder llevar adelante el tratamiento correspondiente. Pero, claro, acá es donde chocamos con las trabas: la dirigencia política, sindical y de las demás corporaciones beneficiadas con el sistema argentino no cree que el país esté enfermo, ni tampoco que ellos sean parte del problema. Mucho menos aún que acepten mansamente cambiar el sistema. Pero no tenga dudas, si no revertimos esto seguiremos tropezando y cayendo... cada vez más.
Publicado en Diario "Río Negro" (Edición Nro. 24.668), viernes 31 de marzo de 2017, página 18. Imagen: archivo BLOG DE LA PATAGONIA.
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