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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, abril 14, 2018

12 de abril de 1868: Las elecciones presidenciales de Argentina de 1868 se llevaron a cabo para determinar el sucesor de Bartolomé Mitre. Domingo Faustino Sarmiento fue electo su sucesor y Adolfo Alsina fue electo vicepresidente con el 53% de los votos. El candidato que bajó del barco.

El candidato que bajó del barco.

En el panteón de próceres o padres de la patria, Domingo Faustino Sarmiento es, probablemente, el último en entrar en la selección, una especie de bonus track al canon que armó Mitre para poner orden en el relato nacional. Es, entre los inmortales, el más humano, el más alejado de la gloria y loor y tal vez el que más ha sido discutido, cara a cara con su terrible sombra evocada.
Este año se cumplen 150 años de la elección del padre del aula como presidente de la Nación. Elegido el 12 de abril de 1868, se convirtió en la pieza de común acuerdo de una elite que, en su afán de poner orden (y progreso), procuraba mantener ciertas formas constitucionales pero sin perder una que otra maña caudillesca.
Nacido en 1811, apenas pasada la Revolución de Mayo, su vida antes de acceder a la primera magistratura fue un poco en paralelo a la del país: un personaje inasible, entre exilios y batallas, panfletos, ideas y pólvora. Un intelectual de lustre que se le pudo plantar a otro peso pesado como Juan Bautista Alberdi pero que cargó siempre con cierto estigma provinciano de no haberse formado en los colegios de alcurnia como el Colegio de Ciencias Morales o el de Concepción del Uruguay, donde se educaban los futuros dirigentes de la nación.
En los años del acceso al sillón de Rivadavia de Sarmiento, Argentina contaba, por entonces, con apenas un manojo de años de unidad y se encontraba en plena guerra de la Triple Alianza. Mitre, que tras Pavón había reorganizado la Confederación a gusto y piacere de Buenos Aires, se encontró durante casi toda su presidencia en el frente de batalla, enredado en un conflicto complejo y barroso. Sin embargo, ante la repentina muerte de su vice Marcos Paz, durante la epidemia de cólera, en enero de 1868, debió retornar definitivamente a Buenos Aires para ordenar una sucesión de la que había perdido el control. En cambio, el nombre que a la distancia crecía como posible sucesor era cada vez más el de Sarmiento, dueño de un perfil propio del que pocos podían presumir.
Los nombres en danza desde mediados de 1867 mantenían la dicotomía de Buenos Aires-interior, con el autonomismo porteño encolumnado detrás de Adolfo Alsina y el litoral tras Justo José de Urquiza, con la alternativa en Alberdi. El norte, en un principio, se ordenó en torno al entonces gobernador de Santiago del Estero, Manuel Taboada. Sin embargo, fue la voz del ejército, que por primera vez se hallaba amalgamado en una única fuerza nacional, la que introdujo la opción de Sarmiento.
El entonces embajador en Washington se encontraba al tanto del quehacer nacional por cartas que recibía, entre otros, de Lucio V. Mansilla, quién se encontraba en el mismo batallón que su hijo Dominguito. Tras la muerte de éste, intercambio epistolar mediante, Mansilla le acercó la idea de presentar su nombre en la pugna presidencial con apoyo de un número de apellidos ilustres de entre las armas. Sarmiento aceptó, “sin ilusiones ni entusiasmo”. La campaña debía moverse rápido, por ese entonces el apoyo militar podía ser clave discursivamente, pero el frente no votaba y la distancia impedía las presiones electorales usuales.
El origen provinciano de Sarmiento era el punto más débil de su candidatura. Si bien era una figura aceptada por cierto sector porteño, fue interpelado por el mitrismo a través de candidaturas impulsadas desde “La Nación”. Finalmente sería Rufino de Elizalde, ministro de relaciones exteriores, el candidato que pese al soporte oficial no superaría el círculo cerrado del mitrismo. A su vez, ya en febrero de 1868, el autonomismo porteño, aceptando no lograr apoyos fuera de Buenos Aires, acordó que su líder Adolfo Alsina fuera de vice de Sarmiento, asegurándose así la fórmula los electores de Buenos Aires, Córdoba y Cuyo, y de esa manera matemáticamente el triunfo.
Salvo reproducciones de cartas a sus partidarios en diarios como “La Tribunal”, Sarmiento no hizo campaña, permaneciendo en el exterior, retornando recién el 30 de agosto de 1868, con la elección cerrada, los electores contados y la banda esperándolo. Casi literalmente, pasó del barco al sillón de Rivadavia.
Con Sarmiento se abre la puerta a un periodo dominado por políticos del interior en el Ejecutivo, una nueva generación influenciada tanto por él como Alberdi, y con lugar para Mitre también. En ellos como eje, y bajo la influencia roquista, se construiría la Argentina de la generación del 80.

Autores: 

FERNANDO CASULLO Y SANTIAGO RODRÍGUEZ REY.

Publicado en Diario "Río Negro", 14/04/2018.

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