Hace 100 años, un intrépido piloto cruzaba la cordillera desde Zapala.
El 13 de abril de 1918 Luis Candelaria subió a su avión y encaró hacia las montañas. Fue el primero en cruzar a Chile en un aeroplano. La historia de aquella hazaña.
“Búsquenme en la cordillera”. La frase de Luis Candelaria antes de partir todavía sonaba en los oídos del mecánico Miguel Soriano cuando el Morane Saunier Parasol tomó vuelo en plena tarde zapalina y se perdió en el horizonte.
A lo lejos se convirtió en un punto y luego desapareció. Los que lo vieron despegar nunca imaginaron que aquella precaria aeronave piloteada por un teniente del ejército iba a camino a construir una de las mayores hazañas de la historia aeronáutica del país. Era 13 de abril de 1918.
Pasaron 100 años y en Zapala se celebra hoy el cruce de los Andes en aeroplano de un héroe cuyos restos descansan en esta ciudad, tal como el mismo pidió.
Los antecedentes, para quienes habían intentado el cruce no eran alentadores. Cuatro años antes Jorge Newbery se había matado en Mendoza mientras realizaba una exhibición previa a intentar la proeza. Candelaria no bajó los brazos pese a esa tragedia y comenzó a idear un plan para concretar lo que para entonces sonaba a fantasía: unir Argentina y Chile. La idea era partir desde Zapala, por aquella época un caserío cercano a la frontera pero con un dato clave: llegaban las vías del tren.
El militar, bajo total hermetismo y con la ayuda invaluable de algunos compañeros, comenzó a trabajar en la recuperación del Morane Saunier Parasol en el que se había matado Newbwery. Con el apoyo de tres mecánicos y un carpintero logró reconstruir la estructura del aeroplano.
Con el pretexto de hacer pruebas logró que autoricen su llegada a Zapala. El avión arribó en tren, desarmado. Una vez aquí, con la ayuda de los vecinos armó una pista en lo que hoy es Cháneton y la calle que lleva su nombre.
“Hizo dos tentativas, el 8 y el 10 de abril, para ver cómo se comportaba el aeroplano y visualizar por dónde podía encarar el cruce”, detalló Osvaldo Beroísa, quien junto al vecino Mario Argat realizaron la recopilación histórica de la hazaña. Los preparativos comenzaron en la madrugada del 13 de abril y a las 15:30 emprendió vuelo hacia Chile.
“Llevaba los tanques cargados para cuatro horas de vuelo (130 litros de nafta y 36 litros de aceite de ricino) y, además, “en el cajón trasero herramientas para las reparaciones más inmediatas, repuestos indispensables; gran cantidad de fósforos, un ‘Colt’ y cien tiros”, recordó el historiador Héctor Pérez Morando.
El vuelo demandó dos horas y media donde los módicos 80 HP del impulsor del monoplano de origen francés soportaron los vientos cordilleranos y lo elevaron hasta lo 4000 metros de altitud. La distancia al vecino país era de 230 kilómetros.
“Recibió algunas indicaciones de gente de Zapala, para que siga la traza del río Biobío en la zona del actual paso Pino Hachado, ya que seguramente encontraría un lugar para aterrizar cerca de Temuco. Pero se desvió unos 50 kilómetros hacia el sur y llegó a Cunco”. El aterrizaje no fue suave: la hélice se enredó en unos alambrados y provocó que el monoplano choque contra la tierra y se dé vuelta”, explicaron Argat y Beroisa. Con algún golpe, Candelaria ya era leyenda.
Publicado en Diario "Río Negro", 13/04/2018.
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