La Infantería de Marina de la Armada Argentina cuenta con el honor de haber destacado 18 perros de guerra en la Gesta de Malvinas de 1982, contándose con numerosas actuaciones heroicas por parte de estos “soldados”.
Durante la defensa de Puerto Argentino, el comando de la Infantería de Marina decidió el envío de una sección de perros de guerra de la base naval Puerto Belgrano, con el fin de impedir infiltraciones de comandos británicos en el dispositivo defensivo propio. Los perros llegaron a suelo malvinense el 7 de abril.
La alarma más eficaz y segura ante los bombardeos, fundamentalmente aéreos, eran dadas por los aullidos de los perros anunciándolo mucho antes de la iniciación del ataque.
En los últimos días de combate se decidió el envío de perros a primera línea y fueron tres las parejas enviadas; los conscriptos Carlos Del Greco con Ñaro, Raúl Andicochea con Negro y Carlos Silva con Xuavia.
Negro y Ñaro fueron al frente por su bravura y valentía. Eran los mejores del batallón, porque participaban de todas las exhibiciones (desarme de enemigos, control de detenidos y saltos de altura). Xuavia porque era extremadamente celosa y guardiana.
Los machos desaparecieron en el fragor del combate entre el 13 y el 14 de junio. Todos los esfuerzos por encontrarlos fracasaron y se presumió que ambos murieron en combate porque nunca fueron hallados sus collares. De haber seguido con vida, su instinto y sensibilidad los hubiera traído de regreso.
Sólo regresó Xuavia. Estaba preñada cuando partió a Malvinas. La noche del 13 al 14 de junio, luego de soportar un intenso bombardeo británico sobre las posiciones argentinas, Xuavia regresó junto a las tropas patriotas a Puerto Argentino pero repentinamente se separó y corrió hacia la negrura de la noche.
Varias horas después fue encontrada dándole calor con su cuerpo a un soldado del Ejército Argentino que estaba herido, a quien llevaron prontamente al hospital.
De no haber sido por Xuavia, ese soldado habría muerto congelado y desangrado. Luego del conflicto, la perrita regresó a su base y dio a luz a nueve cachorros.
De la dotación de perros de guerra de la Armada veteranos de Malvinas, el que superó a todos en longevidad, el más viejo, fue Vogel; un ovejero alemán nacido también en Puerto Belgrano.
Luego de la Gesta de Malvinas, este can presidió todas las ceremonias de la unidad, luciendo en su capa la condecoración de Veterano de Guerra de Malvinas.
Al fallecer, el 1 de diciembre de 1991, fue enterrado en la Agrupación Perros de Guerra. Su tumba mira hacia las islas y es monumento en honor a todos los perros veteranos de guerra.
Sobre la Agrupación Perros de Guerra
La Agrupación Perros de Guerra depende del Batallón de Vigilancia y Seguridad de la Armada Argentina ubicado en la Base Naval Puerto Belgrano. El Teniente de Fragata Infante de Marina Juan Martín Cittá es el jefe de la agrupación.
Los perros colaboran con la seguridad de la base naval y son entrenados para vigilancia, patrullaje, búsqueda y rastreo de sustancias tóxicas y personas. Aunque está proyectado poder entrenarlos para explosivos y siniestros (desastres naturales o catástrofes civiles)
“El destino se divide en dos secciones: los Perros de Seguridad y Exhibición que cuenta con perros policías y labradores; y la Sección Perros Especiales, para narcóticos y rastreo. Las razas más adecuadas para esta tarea son los dogos y los pointers”, introdujo el teniente Cittá.
“El ovejero alemán se incorporó al sistema de seguridad de la base en 1965. Y el dogo dentro del criadero, es un caso aparte, porque es el emblema deportivo y la mascota de la Infantería de Marina”, dijo.
La agrupación hoy cuenta con unos 42 perros/as y 23 guías, en su mayoría son perros de la raza ovejero alemán, preferida por sus cualidades: bravo en combate y leal con los suyos.
“Los perros son considerados parte de nuestro equipo y tratados como tales, lo que produce una relación de confianza”, concluyo el jefe de la agrupación.
Les agrego otra historia
El camión me esperaba afuera, junto a mis soldados y los equipos. Tomé un gran manojo de camperas y me dirigí a la carrera, pero se me cruzó un perro de la base que habíamos criado desde cachorro y me hizo caer. Me levanté maldiciendo, tomé otra vez las camperas y retomé mi camino, pero a los pocos metros otra vez el perro me hizo caer. De la bronca, lo tomé y le dije “Estás jodiendo, entonces venís con nosotros a Malvinas” y lo subí al camión.
Al ver el perro, el soldado Cepeda me preguntó asombrado: “¿Y eso mi cabo primero? ¿Como se llama el perro?”
Entre risas le contesté: “Desde hoy se llama Tom, porque vamos al Teatro de Operaciones Malvinas”
Al poco tiempo se transformó en el ser mas mimado y querido entre todos, pero debíamos ocultarlo de los superiores, por eso en las inspecciones siempre estaba dentro de algún bolso, campera o saco de dónde solo salía su hocico para respirar.
Luego de unos días de espera en Santa Cruz partimos en un Hércules hacia las Islas Malvinas transportando a nuestro personal, dos cañones Sofma, un Unimog y desde luego a Tom, que para esa altura ya era otro soldado movilizado del Grupo de Artillería 101.
En Malvinas, Tom se comportó como un bravo artillero. Cuando tirábamos con la máxima cadencia de fuego hacia los británicos, él se paraba delante del cañón como el mejor de los combatientes; siempre ladraba y jugaba con aquél que estaba bajoneado en los momentos de calma para darle ánimo; cuando había “alerta roja de bombardeo naval” era el primero en salir del refugio para buscar a los más alejados y el último en entrar a cubrirse; y muchas veces su instinto canino presintió los bombardeos aéreos antes que se gritara la alarma, lo cual manifestaba con ladridos que ya conocíamos. Compartía con nosotros la comida y los soldados le fabricaron un abrigo con los gorros de lana y bufandas.
El 11 de junio, a las 11:15 hs, un avión pirata se lanzó frenéticamente sobre nuestra posición bombardeando nuestro cañón y haciéndolo estallar, nosotros corrimos a cubrirnos y Tom, como siempre, parado sobre una roca ladraba dando la señal de alerta.
El avión efectuó otra pasada, esta vez ametrallando con furia nuestra tropa que repelía el ataque con fusiles, en esta oportunidad varios fueron heridos (yo entre ellos), y Tom, que corría avisándoles a los más distantes fue alcanzado por las esquirlas.
El humo y el olor a pólvora cubrieron el lugar. Como pudimos, heridos, buscamos a Tom y lo encontramos tendido sobre una piedra inmóvil, con sus grandes ojos negros mirándonos y despidiéndose lentamente de sus camaradas.
Allí quedó para siempre nuestro cañón y el mejor testigo de esta gesta, nuestro querido Tom. Allá en la fría turba malvinera él es otro bastión argentino, que junto a los héroes que dieron su vida por la Patria , significan soberanía y un especial estilo de vida.
Cuando volví al continente, en honor a él, todos los perros que tuve se llamaron Tom y mientras yo viva así lo haré.
Tom en Malvinas fue mi mejor amigo. ¡Y yo... jamás olvido a mis amigos!
Fuente: Relato del Cabo 1º VGM Omar Liborio del GA 101 EA
Publicado en Diario "Río Negro", 6 de abril de 2018.
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