A lo largo de su fructífera carrera, Wood creó a más de 95 personajes y escribió más de diez mil guiones de historietas. Llegó a escribir dieciséis en una semana. Para que su nombre no se repitiera tanto en las revistas, tuvo que inventarse seudónimos, como Mateo Fussari, Robert O’Neill, Noel Mc Leod, Roberto Monti, Joe Trigger, Carlos Ruiz y Cristina Rudlinger. “Yo he sido la primera escritora femenina de historietas”, dijo años después. Hablaba inglés, italiano, francés, y escribió artículos sobre cine, historia y arte, participaba de organizaciones no gubernamentales y, para los tiempos sudamericanos, fue un anticipado militante ecologista. Se lanzaron decenas de libros con sus historias (a las que hoy les cabe la etiqueta de novela gráfica) y, este año, Diego Accorsi, Julio Neveleff y Leandro Paolini Somers publicaron Robin Wood. Una vida de aventuras. Biografía autorizada (El Ateneo). En YouTube y en la página web de Canal Encuentro, se puede ver el capítulo completo de Continuará dedicado a Wood, donde este dialoga y pasea con el escritor y guionista Juan Sasturain.
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A comienzos de la década de 1960, Wood se radicó en Buenos Aires con su madre y estudió en la Escuela Panamericana de Arte, donde conoció al dibujante Luis Olivera, apasionado como él de la sumeriología y con quien crearía la historieta Nippur de Lagash; a mediados de los años sesenta comenzó a trabajar para la mítica editorial Columba, que publicó sus creaciones en revistas de gran tirada como El Tony, D’Artagnan, Fantasía e Intervalo, la editorial Frontera (Hora Cero) y Abril, que publicaba Rayo Rojo. Entre 1966 y 1997, Wood trabajó en más de treinta historias con diferentes dibujantes de la Argentina, como su amigo Lucho Olivera, Carlos Vogt, Juan Zanotto, Ricardo Villagrán, Enrique Breccia y Alberto Salinas, que dio a forma al personaje de Dago, el noble veneciano admirado por Umberto Eco. Durante su carrera, Wood recibió varias distinciones, entre ellas, la de “Mejor Guionista del Mundo”, en la Bienal de Córdoba, en 1997, y el Premio de Honor en el Festival de la Historieta del Mercosur, en Asunción, en el año 2000. El cineasta Enrique Piñeyro tenía el proyecto de llevar al cine Nippur de Lagash, con guion de Wood.
“Robin Wood inventó un ejército de personajes, pero había dos que me fascinaban: Nippur de Lagash y Gilgamesh, el inmortal -dice el escritor, guionista y académico Pablo De Santis a LA NACION-. En realidad los dos eran inmortales, porque los grandes mitos de la historieta siempre lo son; pero Nippur no lo sabía y Gilgamesh, sí, y recuerdo cómo me inquietaban sus reflexiones sobre la vida sin fin, su nostalgia de siglos. Robin Wood traía hasta nosotros todo lo que la aventura tiene de exótico y lejano, la música misteriosa de esos nombres de ciudades caldeas o egipcias. A la vez había una reflexión constante sobre la ética del héroe. Tanto Nippur como Gilgamesh eran héroes errantes; Nippur vagaba en el espacio y Gilgamesh en el espacio y en el tiempo. Tenían en común, como casi todos los héroes de Wood, la soledad”.
Nómade y aventurero, Wood viajó por distintos lugares del mundo (desde donde enviaba sus trabajos) y vivió en España y Dinamarca, antes de regresar a Paraguay. “Soy un viajero impenitente, un trashumante, como se suele decir -declaró-. Cuando comencé a escribir guiones, me compré una mochila y una Olivetti portátil y me fui a caminar por el mundo. Durante quince años anduve de un lado a otro. Enviaba mis textos por correo. Esto me permitió tener vivencias que enriquecieron mis textos, pero, por otra parte, tengo que reconocer que no conozco a buena parte de los excelentes artistas que dibujaron mis textos”. Admiraba a Héctor G. Oesterheld y Ray Collins. Escribía por cuadros, con aclaraciones sobre los enfoques, los primeros planos, los personajes y sus expresiones. Casi nunca corregía.
El hombre que en su adolescencia y juventud fue changarín, camionero y hachero, obrero de una fábrica en Martínez y dibujante frustrado pasa ahora a formar parte del Olimpo de la historieta mundial.
Por Daniel Gigena DIARIO LA NACION
* PUBLICADO EN DIARIO "LA NACIÓN".
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