POR FRANCO RICOVERI.
`Chanta' es una de las palabras lunfardas de más de más actualidad, tanto así que de la misma hemos derivado la etiqueta que define la forma de gobierno que nos caracteriza a los argentinos desde hace largas décadas: la chantocracia. Si bien creer que es un invento argentino sería demasiada presunción, lo cierto es que la hemos llevado a cumbres increíbles. Para llorar.
Nuestros mayores usaban más el término chantapufi, que le daba un aire simpático y nos hacía pensar en la inocente sanata de Fidel Pintos. Parece ser la palabra original, tomada de algún dialecto italiano (discuten al respecto), y traducible como "planta clavos'', en alusión a los que no pagan sus deudas. Pero de personaje de sainete, el chantapufi se convirtió en el odiable chanta, palabra que se pronuncia con cierta explosividad y expresión de desprecio: ¡¡¡Chanta!!!
Ya no nos hace reír, ahora nos irrita, porque desde hace décadas nos gobierna tiránicamente. Dejó de ser graciosa y llegó el momento de desterrarla.
NO PAGA SUS DEUDAS.
El chanta no paga sus deudas, deudas que no son meramente monetarias. Algunos recordarán que antes de un cambio innecesario, infiel al original y un poco superficial, rezábamos el Padre Nuestro diciendo: "Perdona nuestras deudas''. Era por cierto que una expresión mucho más rica que la actual "perdona nuestras ofensas'': son mucho más grandes nuestras deudas con Dios que nuestras ofensas. También son inmensas las deudas que tenemos con el prójimo. Nos compromete más sabernos deudores que simplemente ofensores. Y por eso el chanta es un gran estafador, planta clavos más dolorosos que una mera deuda económica: crucifica esperanzas, destroza futuros, desangra. Y lo peor es que nosotros, aún a sabiendas de eso, los votamos. Imperdonable.
¿Se puede reconocer a un chanta por su cara, a primera vista? Bueno, hay que se perceptivos y estar alertas. A posteriori es fácil. Hagamos un par de ejercicios. Miremos a nuestros últimos presidentes (a todos). Ahí nos consta ver que ninguno cumplió las promesas que hizo para ganar las elecciones y que todos (todos y todas, como tontamente se dice ahora, ah... y todes), se retiraron con la cola entre las patas en medio de una gran crisis. Después se olvidaron (muchos de nosotros también) y volvieron al ruedo volviendo a chamuyar.
A veces las crisis nuevas nos hacen olvidar las anteriores, pero para este ejercicio es necesaria la memoria. Y más allá del respeto que tenemos por los vivos y difuntos, después de ese entrenamiento de mirarlos y recordar, la conclusión para la mayoría será: ¡Qué chantas vendehumo! Sólo recuerdo a uno, que con su pícara tonada comentaba esa realidad diciendo: "¡Si decía la verdad no me iba a votar nadie!''. Que Dios los perdone, pero que no nos olvidemos, porque seguiríamos cometiendo los mismos errores.
El "que se vayan todos'' terminó siempre siendo: "Se quedaron los peores''. Y así nos sigue yendo: de tumbo en tumbo. Mire de nuevo esas caras, ¿les parecen caras de gente confiable? Ja... todos con las mismas sonrisas de manual marquetinero.
Desde ya que la mayoría podrá argumentar: "A ese chanta lo voté, porque el otro era peor''. Y seguramente era cierto, porque de peores tenemos la carpeta llena. Pero es tan cierto como enfermo, síntoma inconfundible de una sociedad moribunda. Y ya sabemos que es un falso remedio que no funciona: empeora al enfermo. Todos nuestros presidentes de las últimas décadas se retiraron en medio de una crisis profunda, dijimos, y, creyendo solucionarla, la mayoría votó al que creyó menos malo, y el menos malo terminó siendo aún peor que el desalojado. Siempre se cumplió el dicho: De mal en peor. Ponga Ud. los nombres, yo no quiero hacerlo porque me amarga y da acidez (además es fácil, no se salva ninguno-ninguna-ningune). A mí, ni el omeprazol me salva al ver tantas desgracias y desgraciados en esta bendita tierra argentina. Pero, ojo que no es irónico: digo "bendita''.
TIERRA BENDITA.
Sí, es bendita a pesar de esa gente (a la que votamos). Es bendita porque, pese a los chantas que nos dominan, el argentino -que será medio azonzado, pero también es generoso y valiente como pocos- es un pueblo que reconoce a San Martín como padre de la Patria, y por eso se indigna de quienes desde sus bajezas y chantadas continuas, cometen la osadía de nombrarlo y querer sumarlo a sus menguadas tropas. Es bendita porque la mayoría sabe que el único remedio a tantos males es sanmartiniano: es decir educación, seriedad, laboriosidad, Fe y conciencia de la misión que tenemos en este mundo. Y fíjense que los chantas que nos vienen gobernando tiránicamente, es lo que primero han tratado de destruir.
Hablaban de educación y la aniquilaron (no hay otra palabra). Y es obvio: miren esas caras y sáqueles los títulos que nada agregan, ¿de qué educación podían hablar? Nadie da lo que no tiene. Sistemáticamente la chantocracia fue aniquilando el sistema educativo y para eso todos (y todas y todes) fueron cómplices, ninguno cambió el rumbo.
De seriedad, ni hablemos; ¿laboriosidad?, ¡no haga bromas, la desconocen! El manejo de la crisis sanitaria parece dirigido para corromper no sólo la salud, sino sobre todo la dignidad del trabajo, y es difícil creer en casualidades. La Fe parece expulsada de la vida cotidiana. ¿Misión? El tango Cambalache, se quedó corto.
Y hay una nota distintiva: el desprecio a la realidad. Habrán observado que lo que importa es el discurso, el chamuyo. A ninguno, de ellos (ni ellas, ni elles) les importa la realidad, no se les mueve un pelo sembrando deudas impagables con huecas promesas y mentiras. Y hasta es posible que cuando parlotean, se la crean, de tan alejados que están de sí mismos, de las cosas y de la gente. Viven en esa famosa nube en la que sólo puede verse el propio ombligo, y aún éste, deformado. En el fondo la lástima, debería superar la rabia que nos dan, aunque el mal que han hecho nos lo dificulte. La humildad (esa virtud tan sanmartiniana) es el único camino para ver nuestra propia realidad y, a partir de ella, lo demás. Sin humildad el hombre es monstruoso. Y la humildad desapareció hace mucho de la casi totalidad de los hombres públicos.
UNA DISTRACCION.
En fin, afrontamos una renovada crisis que intenta ser distraída con nuevas elecciones: así es el sistema. En ella pululan candidatos de la chantocracia para seguir dominándonos y destruyéndonos. Si confía en su percepción -y perdonen que insista en este ejercicio odioso-: mírelos con detenimiento, miren esas sonrisas falsas; la memoria ayudará, porque el prontuario que tienen, los delata.
Hablarán de pobreza desde sus propias y malganadas riquezas; hablarán de educación desde su petulante ignorancia; se llenarán la boca sobre el trabajo, como parásitos que siempre han sido. Ud. sabe que no les puede creer, pero si quiere participar de este suicidio colectivo que estamos cometiendo como nación, vótelos de nuevo. Vote de nuevo sin convicción, por puro odio al otro (pero recordemos que ser opositor a un malo no convierte a un candidato en bueno, automáticamente).
Como dije, ¡sea cómplice!: el sistema se lo exige. Ese que hace que cada gobierno argentino-y vuelvo a remarcar-, sin excepción, sea peor que el anterior. Y si, por el contrario, Ud. quiere salir de este nunca mejor llamado circulo vicioso, mire y estudie a Don José de San Martín, el padre de la Patria. Y después comience a trabajar en consecuencia.
Verá que en poco tiempo los obstáculos que parecen imposibles, como parecían las alturas de los Andes, serán superados y romperemos estas agobiantes cadenas que nos oprimen. Si todavía admiramos y reconocemos al gran Capitán como prócer máximo, es porque aún no está podrida la médula argentina, es porque él encarna vitalmente el remedio a todos nuestros males. San Martín es el antichanta por excelencia (y aquí un razonamiento lógico no cerraría: ¿admiramos a quien encarna todo lo contrario de lo que votamos?).
Su figura y su liderazgo dan para bibliotecas enteras y desde ya que no podemos abarcarla, por eso, dejamos una frase suya para guiar la conclusión: "Serás lo que hay que ser, si no, no eres nada...''.
Hoy, aunque estamos cerca ya de "no ser nada'', todavía estamos a tiempo de ser lo que debemos ser. Y otra: "Para defender la Libertad se necesitan ciudadanos, no de café (chantas, chantos y chantes traducimos nosotros), sino de instrucción y elevación moral''. Ahí está el secreto. Por eso estamos mal.
Publicado en Diario "La Prensa", 23/082021.
https://www.laprensa.com.ar/505770-San-Martin-y-la-chantocracia.note.aspx
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