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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

viernes, abril 04, 2014

El temor al hartazgo popular por James Nielson.

Desde hace muchos años la inseguridad encabeza la lista de preocupaciones ciudadanas. Como suele suceder en todas partes cuando la proliferación de episodios truculentos ocasiona alarma, el gobierno kirchnerista ha intentado defenderse minimizando la gravedad de lo que está ocurriendo, mientras que sus adversarios lo han acusado de negligencia. La semana pasada, el debate en torno de este tema tan espinoso tomó un nuevo giro. Por un rato dejaron de protagonizarlo los ladrones despiadados que matan por un par de zapatillas, un celular o algunos pesos; los reemplazaron los vecinos airados que, en diversos puntos del país, se habían puesto a linchar a presuntos delincuentes, provocando la muerte de un albañil rosarino e hiriendo a otros sujetos.
Aunque todos los políticos coincidieron en condenar a quienes participaron de los ataques, algunos como Sergio Massa y Mauricio Macri, atribuyeron su furia a "la ausencia del Estado" y otros, los voceros gubernamentales, a la retórica de quienes quieren penas más severas para los malhechores, pasando por alto el hecho de que en distintas oportunidades la mismísima presidenta Cristina ha criticado, con su vehemencia habitual, a los jueces por su lenidad excesiva. Por su parte, el secretario de Seguridad, Sergio Berni, también se quejó de las "puertas giratorias" judiciales, cuya presunta existencia nos ayudaría a entender las razones por las que "la gente ha reaccionado con cierto hartazgo".
La postura asumida por el gobierno kirchnerista frente a los recientes linchamientos se debe no sólo a la voluntad lógica de contestar a Massa y compañía sino también al temor a que el país esté por internarse en una etapa muy violenta, de ahí la alusión de Cristina a lo atroz que sería que la Argentina experimentara "otra Noche de los Cristales Rotos" como la de noviembre 1938 en Alemania cuando los nazis emprendieron el camino que llevaría al Holocausto destruyendo un sinnúmero de negocios judíos. Si bien no hay riesgo alguno de que el gobierno kirchnerista opte por ensañarse con la minoría judía, como harían pensar las palabras de la presidenta, no cabe duda de que tanto ella como sus adláteres están preparándose anímicamente para enfrentar protestas callejeras motivadas por la recesión, el desempleo creciente, la inflación, los tarifazos y otros males económicos, además de la corrupción endémica y, sobre todo, la sensación de que, una vez más, el país está a la deriva. Sería por lo tanto comprensible, pues, que los oficialistas tomaran la reacción brutal de los hartos de ser víctimas de delincuentes desalmados por un presagio de lo que podría suceder en los próximos meses.
Con todo, culpar a la sociedad en su conjunto por la violencia delictiva, como acaba de hacer Cristina a través de Twitter, no ayuda. Según la presidenta, "cuanto mayor es el grado de exclusión mayor violencia genera y enfrentamientos entre los argentinos", de suerte que lo que el país necesita para tranquilizarse es más "inclusión"; en otras palabras, si no fuera por el egoísmo de los ya "incluidos", no habría tantos asesinos y ladrones. Se trata de una forma de hacer de los delincuentes víctimas de la maldad ajena que merece la aprobación de muchos progresistas, en especial de "garantistas" como el juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, pero que para otros es perversa, ya que, lejos de ser criminales natos, con muy pocas excepciones los pobres son personas honestas. Por lo demás, los habitantes de las villas miseria se sienten aún más vulnerables que los burgueses adinerados que, sería de suponer, son en última instancia los responsables de "la exclusión".
La sospecha de que, por razones ideológicas, cálculo político o, lo que sería peor aún, sus relaciones comerciales con capos mafiosos, muchos integrantes del gobierno nacional simpatizan más con los delincuentes que con sus víctimas está envenenando el clima social. Los vínculos de oficialistas con el Vatayón Militante carcelario han contribuido a difundir dicha impresión. También han hecho su aporte la voluntad oficial de permitir que bandas de piqueteros pisoteen la ley al apropiarse de lugares públicos, las incesantes denuncias de corrupción en gran escala y el sobreseimiento rutinario de personajes acusados de delitos, como el lavado de dinero, que podrían calificarse de políticos. Anteayer recaudadores de fondos para la campaña electoral de Cristina en el 2007 se vieron beneficiados por un fallo en tal sentido de Norberto Oyarbide, el juez garantista más polémico de los tiempos que corren.
Puede que Massa haya procurado aprovechar el clima de inseguridad imperante por motivos que tienen mucho más que ver con sus aspiraciones políticas que con sus convicciones personales, pero el diputado presidenciable está en lo cierto cuando habla del "Estado ausente", o sea, de la inoperancia de tantas instituciones públicas y la pérdida de autoridad resultante. No se trata de un tema menor. En un país de instituciones desprestigiadas y por lo tanto ineficaces no podrán sino multiplicarse los tentados por la noción de que, puesto que les ha tocado vivir en una selva, no les queda más opción que la de actuar en consecuencia.
En algunas sociedades la represión policial apenas es necesaria porque la mayoría abrumadora respeta los derechos del prójimo, pero en otras la disciplina social depende más del miedo que de la adhesión de casi todos a un código ético común. Es como si se creyeran miembros de una gran familia. A Cristina le gustaría que los "40 millones de argentinos" de los que confesó sentirse madre formaran una sociedad homogénea pero, por desgracia, la Argentina actual no es un país en que sea mal visto el desprecio por ciertas normas básicas. Antes bien, en sectores muy amplios suele considerarse una virtud la "viveza" que sirve para que una persona consiga algunas ventajas a costillas de los demás.
La falta de confianza en las instituciones es un asunto muy grave. No será del todo fácil restaurarla, pero por ser la alternativa a la convivencia pacífica posibilitada por el respeto mutuo una guerra interminable de todos contra todos, de delincuentes contra los dispuestos a lincharlos, de políticos saqueadores contra los resueltos a defenderse por los medios que fueran, los interesados en ahorrarnos un destino tan terrible tendrán que impulsar reformas drásticas antes de que sea demasiado tarde. En caso contrario, el futuro argentino se parecerá mucho al presente venezolano.
Publicado en Diario "Río Negro", 4 de abril de 2014.

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