Decía el Obispo Angelelli con su denuncia en los tiempos del Gobernador Carlos Saúl Menem: "...Acabo de recorrer los caminos de La Rioja. En uno
de ellos me encontré con una columna de leñadores que llevaban a un muerto en
una angarilla, sobre sus hombros. Me detuve y les pregunté qué hacían:
‘Llevamos a enterrar a un compañero muerto’. ‘¿Cómo, así, sin ataúd?’, les
pregunté. ‘Sí, monseñor’, me respondió un humilde trabajador: no nos alcanzó el
dinero que teníamos para comprar un cajón’" y luego afirmaba: "Yo me pregunto, ¿en qué país injusto y deshonesto
vivimos que ni siquiera los trabajadores de la madera pueden poner sus muertos
en ataúdes para sepultarlos? ¡Qué país inmensamente pecador!"
“…Deberemos tener permanentemente un oído puesto en el
corazón del Misterio Pascual que es Cristo, y el otro oído en el corazón del
Pueblo que debe ser protagonista. Pueblo es el que no oprime y lucha contra la
opresión…” Palabras de Monseñor Enrique
Angelelli.
"No vengo a ser servido sino a servir. Servir a todos, sin distinción alguna, clases sociales, modos de pensar o de creer; como Jesús quiero ser servidor de nuestros hermanos los pobres".
(Palabras pronunciadas por Monseñor Angelelli al asumir el Obispado de La Rioja).
Arturo Paoli manifestaba: "Él contaba a menudo que allá donde muere el asfalto rico y comienza el camino pobre, el día que iniciaba la travesía, no como turista, sino como obispo, había bajado del auto, se había arrodillado y había besado esta frontera. He vuelto a pensar el beso del obispo Angelelli como el beso de San Francisco al leproso. Me contaba que todas sus fibras le gritaban que volviese atrás, hacia el camino rico, que no conducía solamente a los casinos y a las villas del ocio, sino también a los amigos, a los obreros de los barrios de Córdoba. A esas comunidades que visitaba continuamente con su moto, animándolas a defender el derecho al trabajo, a la vivienda, a la vida. Pero sintió que allí, donde muere el asfalto, le esperaba el leproso que no puede traspasar el límite. Y el beso era la señal del pacto que en ocho años no traicionó jamás".
Dice Wikipedia: "El 13 de junio de 1973, Angelelli fue a Anillaco, la ciudad natal de Menem para presidir las fiestas patronales de esta ciudad. Fue recibido por una turba liderada por comerciantes y terratenientes, entre ellos Amado Menem, hermano del gobernador, y sus hijos César y Manuel, quienes junto a otros propietarios se habían vuelto contra el obispo. La turba entró por la fuerza en la iglesia, y cuando Angelelli suspendió la celebración y salió de allí, ellos le lanzaron piedras.
"El Superior General de los jesuitas, Pedro Arrupe, y Mons. Vicente Faustino Zazpe, de la Arquidiócesis de Santa Fe, enviado por la Santa Sede en calidad de auditor, visitaron La Rioja y apoyaron a Angelelli, quien previamente había ofrecido su renuncia al Consejo Presbiterial y pedido al Papa Pablo VI que lo ratificara o que le retirara su confianza. Casi todos los sacerdotes de la diócesis se reunieron con Zazpe para apoyar Angelelli y le dijeron que "los poderosos manipulaban la fe para preservar una situación de injusticia y opresión del pueblo" y para tomar ventaja de la "mano de obra barata, mal paga".
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