San Vicente Ferrer es un faro arquitectónico que asoma desde cualquier punto del Gran Mendoza.
Se inauguró en 1912 y guarda los restos de importantes figuras mendocinas.
Imponente y majestuosa, ese es el impacto visual que provoca la parroquia San Vicente Ferrer ubicada en Godoy Cruz frente a la plaza departamental. Su magnífica estructura es el único exponente en todo Cuyo del estilo neogótico -en boga a comienzos del siglo XX- lo que la posiciona en un lugar privilegiado dentro del patrimonio de la provincia y la región.
Su estética atrae fieles de diferentes departamentos para contraer matrimonios o bautizar a sus hijos. La afluencia de visitantes que recibe guarda relación con la conectividad que tiene la zona, que se encuentra en el centro del Gran Mendoza.
Pero a su valor arquitectónico se suma el histórico, ya que allí descansan los restos de personas que tuvieron roles destacados. En el interior, los de Tomás Godoy Cruz, quien fuera diputado por Mendoza en el Congreso de Tucumán. En el exterior, los del Tropero Sosa, colaborador de San Martín en su campaña libertadora. Por otra parte, sobre la explanada de ingreso se ubican los del padre Pedro Arce, primer párroco y que lo fuera durante 33 años, artífice del crecimiento de su comunidad.
"Es una imagen iconográfica de Godoy Cruz", destaca la directora de Patrimonio de la comuna, Gabriela Testa, y explica que como la ciudad no tiene desarrollo de altura, puede visualizarse desde diferentes puntos. Es uno de los atractivos turísticos religiosos de la provincia.
El impacto de la apariencia exterior se traslada a la arquitectura interior, que sin embargo presenta sencillez en los ornamentos detrás del altar. Por el contrario, los pasillos laterales atesoran grandes y antiquísimos retablos (altares), construidos en madera con el mismo estilo neoclásico.
El edificio, de 102 años, se encuentra en general en buenas condiciones. Sin embargo, la humedad le ha jugado una mala pasada en algunas paredes. Además, la parte superior está inhabilitada ya que aseguran que está deteriorada y por eso, el coro se ubica debajo.
Sus enormes puertas permanecen la mayor parte del tiempo cerradas (igual que otras parroquias) debido a la inseguridad.
De oratorio a parroquia.
Como ocurría antaño, la iglesia tuvo un rol activo en el desarrollo comunitario. Originalmente fue el oratorio de la familia Coria, que luego se abrió a la comunidad tal cual se detalla en la reseña histórica "San Vicente Ferrer", de Rubén Moyano Lauzón. Fue mandado a construir en 1753 por Don Thomás Coria y se ubicaba en los actuales terrenos del Espacio Verde Luis Menotti Pescarmona.
En 1804, ante el avance que presentaba la villa, fue designado parroquia, pero el terremoto de marzo de 1861 lo destruyó. Así fue que en 1906 comienza a edificarse en el actual emplazamiento sobre calle Lavalle, obra que se inaugura el 9 de mayo de 1912.
El bodeguero Antonio Tomba fue uno de los impulsores financieros de la obra. Testa explicó que por entonces "el Estado era más pequeño y había una devolución importante de los empresarios a la sociedad".
En las tres décadas posteriores se avanzó en su ornamentación mientras que el atrio y las graderías se construyeron en 1923 con el aporte de empresarios que costearon el trabajo en la piedra, según relata Moyano Lauzón.
La última remodelación de 1979 incluyó vitrales, pintura y tecnificación para mejorar la acústica. En 2005 se le agregó la iluminación exterior mientras que también hace unos años se reparó el campanario.
María del Carmen Álvarez (82) es vecina de la zona desde que llegó de España hace 59 años. Está muy agradecida por tener allí el templo, "porque ahí dejé todas mis penas". Ella es dueña de La Parrala, un tradicional restaurante frente a la plaza y recuerda que "el padre Juan siempre venía a comer fideos porque le gustaban mucho".
Recordó que en una oportunidad, un sismo tiró la imagen de San Antonio, el santo de los enamorados, y se rompió. "Varias mujeres que se querían casar estaban apuradas por mandar a hacer otra y yo participé; salió muy barata".
La iglesia ha sufrido innumerables robos pese a que -sostienen- ya no hay nada de valor. Los relatos hablan de un hermoso órgano que se encontraba en la parte superior, preparada para el coro, el cual "desapareció sin dejar rastros". Los últimos años han robado dinero de las alcancías, parlantes y hasta el cáliz de cuando el actual sacerdote, el presbítero Gabriel Bossini, fue ordenado.
El mismo cura fue protagonista de uno con ribetes cómicos. Fue atado de pies y manos y amordazado en el piso de su casa. Como pudo se incorporó y fue saltando con los pies atados hasta el templo, donde la gente lo esperaba para la misa. "Aparecí así, saltando y la gente comenzó a reírse porque creyó que era un chiste. Les hice señas como pude para decirles que no, que me desataran", recuerda hoy con una gran sonrisa.
Publicado en Diario "Los Andes" de Mendoza, domingo 6 de abril de 2014. Nota de Verónica De Vita. Imagen: José Gutiérrez.
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