A Cristina nunca le ha gustado el mundo. Aparte de algunos lugares rescatables, como Venezuela, Cuba, los shoppings de Nueva York y, en cierto modo, China, Rusia y el Irán de los ayatolás furibundos, lo cree una jungla salvaje llena de enemigos agazapados que en cualquier momento podrían abalanzarse sobre la Argentina. Los más peligrosos son los yanquis, seguidos por los británicos, los españoles y los demás europeos: habrá sido por su culpa que, como nos advirtió hace un par de meses, "el mundo se cae a pedazos y no parece que mejorará a la brevedad".
En este terreno, como en tantos otros, las ideas de Mauricio Macri son muy diferentes de las de Cristina y su corte de pensadores. No siente entusiasmo alguno por la grotesca "revolución" chavista en Venezuela que está conduciendo Nicolás Maduro con la ayuda del comandante Hugo reencarnado en un pajarito que le da consejos, o por las hazañas truculentas de los hermanos Castro en Cuba. Si bien, como miembro de una extensa familia de origen italiano, es europeísta, quiere que la Argentina tenga una buena relación con Estados Unidos por entender que le convendría. A juzgar por la reacción inicial de representantes de la elite política de la superpotencia, a Macri no le será difícil conseguir el respaldo de sectores norteamericanos muy importantes. Por ser tan feos los problemas que le aguardan, lo necesitará.
Aunque Cristina se opuso al "mundo" porque, entre otras cosas, los demás mandatarios no estaban a su altura ya que se negaron a prestar la atención debida a sus teorías, durante varios años el resto del planeta la ayudó muchísimo. No fue consecuencia de una decisión formal por parte de una banda de "amos del universo" con su cuartel general en Nueva York o alguna localidad suiza, sino de la evolución de mercados internacionales dominados circunstancialmente por el resurgimiento espectacular de China. En cambio, Macri, que espera que la Argentina se reincorpore cuanto antes al conjunto occidental sin por eso romper con los "socios estratégicos" de Pekín, se verá frente a un panorama mucho más hostil. Desgraciadamente para el ingeniero, todo hace prever que en los años próximos los malditos mercados le jueguen en contra al caer los precios de productos exportables como la soja y subir las tasas de interés.
Para que el cambio del clima internacional que está produciéndose no frustre el intento del nuevo gobierno de reubicar la Argentina en el tablero internacional, aquellos norteamericanos y europeos que simpatizan con Macri por creerlo un hombre sensato y eficaz, de opiniones moderadas, tendrían que hacer valer su influencia política, lo que no les sería tan fácil, puesto que la mayoría se ha acostumbrado a permitir que, cuando de la economía se trata, los mercados siempre tengan la palabra final. Ha sido éste el mensaje que la alemana Angela Merkel y otros líderes europeos han enviado repetidamente a los griegos. La ortodoxia así reflejada se basa en la convicción de que a todos los países les corresponde depender de sus propios esfuerzos y que por lo tanto a la larga sería negativo ofrecerles ayuda financiera por motivos meramente políticos o humanitarios. Con todo, sería del interés de los gobiernos de Estados Unidos y los países de la Unión Europea pensar en las ventajas "estratégicas" de prestarle a la Argentina, a tasas mínimas, el dinero suficiente como para ahorrarle a Macri la necesidad de aplicar un ajuste muy ingrato que podría provocar reacciones tan violentas como aquellas que truncaron la gestión del presidente Fernando de la Rúa.
Parecería que el consenso en Washington y Bruselas es que la Argentina cuenta con todos los recursos naturales y humanos que necesitaría no sólo para prosperar sino también para erigirse nuevamente en un líder regional, pero que por razones políticas no ha sabido aprovecharlos. Sucede que, como todo populista entiende muy bien, para construir poder en una situación adversa no hay nada mejor que dedicarse a rabiar contra lo foráneo y atribuir a la perversidad ajena todos los males habidos y por haber.
Tanto aquí como en muchos otros países, en tiempos de crisis la demagogia xenófoba suele funcionar muy bien. Luego de la implosión de 2012, Néstor Kirchner y su esposa se las arreglaron para transformar lo que era un drama netamente interno en uno planetario en el que extranjeros siniestros y sus agentes locales procuraban depauperar, para entonces esclavizar, al pueblo argentino. Desde el punto de vista del matrimonio santacruceño, los resultados de la maniobra serían óptimos; desde aquel de las supuestas víctimas de la saña mundial, en cambio, serían calamitosos, ya que después de doce años de hegemonía kirchnerista la pobreza extrema se mantiene en el mismo nivel que en los años finales del siglo pasado, la inflación es crónica y, a pesar de recibir las reparticiones estatales –vaya a saber cuántos miles de millones de dólares más que en otras épocas–, los servicios sociales son tan deficientes como eran antes del inicio de "la epopeya" protagonizada por Cristina y sus amigos.
¿Logrará Macri repatriar, por decirlo así, la ya centenaria crisis argentina? Aunque sería inconcebible que el ingeniero se pusiera a imitar a Néstor y Cristina con el propósito de convencer a la ciudadanía de que todos los problemas nacionales se deben a la hostilidad de fuerzas oscuras externas, los muchos que quisieran verlo fracasar no vacilarán en acusarlo de "vender" el país a los enemigos mortales de la argentinidad. Si Estados Unidos y Europa miran con indiferencia lo que ocurra aquí en los meses próximos, limitándose a manifestar su aprobación de medidas determinadas, a los resueltos a asegurar que la xenofobia siga siendo el eje de la política local no les faltarán oportunidades para contraatacar. Pero si los norteamericanos y europeos llegan a la conclusión de que les valdría la pena movilizarse para ayudar a que la Argentina salga pronto del pozo en que los kirchneristas siguen tratando de enterrarla, podrían persuadir a la mayoría de que "el mundo" no es el lugar espantoso que ha figurado de manera tan llamativa en las extravagantes arengas en cadena de Cristina sino que, pensándolo bien, es bastante.
Publicado en Diario "Río Negro", 27 de noviembre de 2015.
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