El martes es el Día de la Tradición y pretendo ser diligente con ella. Ya tengo el rumbo trazao: me levantaré del catre apenas cante el gallo; me pondré las bombachas, el pañuelo al cuello; la rastra con las monedas del 50, año del sesquicentenario; el sombrero y las bota de potro, saludaré a mi china que seguramente ya estará meta meterle mano al telar, iré al aljibe a buscar agua fresca para lavarme la jeta y me pondré a tomar unos mates con tortitas raspadas mientras escucharé en la radio las canciones de Atahualpa Yupanqui y de Hilario Cuadros.
Después iré al retrete que está al fondo de las casas. Haré mis cosas mientras espanto a los chocos que seguramente andarán merodeando el lugar en busca de un hueso que sobró del puchero. Ensillaré mi caballo, no sé si un tordillo, un zaino, un alazán o un tobiano. Tal vez me decida por el zaino que es de galope largo. Le ajustaré el apero; le pegaré un chiflido, como saludo, al hornerito que está construyendo su casita en el ceibo del patio sin ayuda de los planes PROCREAR y saldré al trotecito dispuesto a prenderme en una cuadrera, a alguna carrera de sortija, o un juego de pato que necesitara un jugador.
Después me dedicaré a mi trabajo con la hacienda, separando algunos animales, pialando a otros, enlazando a los más ariscos. A las boleadoras no creo que las use porque no encontraré ningún choique. Le clavaré las espuelas al zaino para entrar en la Estancia de los González, donde estarán de yerra. Ahí me quedaré a ayudar sabiendo que por el mediodía irán apareciendo las empanadas, los jamones serranos, el asado a la llama, el pan casero y una carbonada que invite a hincarle el diente, todo regado por buen vino de Mendoza: si es patero, mejor.
Todavía mascando unos pastelitos dulces me pondré a domar a algunos baguales con los criollos del lugar. Después me iré pa'l pueblo, a la pulpería de don Sinforoso, a comprar tabaco y grapa como para aguaitarme unos días ya que me he conchabao como baqueano en un arreo que va para Realicó. Le daré un respiro a las ganas al prenderme en un truco furibundo, con flor. Tal vez vaya a lo del boticarrio pa’ que me recete algún ungüento pa’ los dolores de espalda que las ventosas ya no me hacen nada.
Volveré ojeando el campo, oliendo esta tierra que elegí para morir, llenándome los ojos con un celeste bandera y alguna bandada de patos que buscan sosegar el vuelo en la laguna.
Llegaré al rancho a eso de la oración pensando en tirar unas carnecitas a la parrilla mientras le cuento las cosas del pago a mi china. Le vua a comprar una pulsera de rodocrocita. Sería bueno que cayeran, como peludo de regalo, varios compadres guitarreros a darme una serenata.
No me van a faltar fuerzas pa' descorchar una damajuana, ni tampoco pa' sobarla a la tierra con el rastrilleo de un gato. Lindo va a ser vestirse de tonada por dentro y pagar los cogollos que seguramente me nombrarán con creces. Después que vengan las cuecas con aro: “ Si vos querís que te quiera / perfumate con romero / así se te va el olor / del que te quiso primero”
Y ya con luna cayendo me subiré a algún escondido, haré ademanes con la firmeza y tal vez, si se han amontonaos los vecinos, nos entusiasmemos de multitud y le pongamos paseítos al pericón nacional.
Cuando me acueste, antes de apagar la vela y de pegarle un tinque al porrón de ginebra, le echaré un rezo al señor y me diré, al borde de los sueños: - Mientras haya alguno que se acuerde de la simple vida de un gaucho, no estará muerta la tradición.
¡Ahijuna, vea amigazo! ¡Qué linda palabra es la palabra “nosotros”! ¿No le parece?
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La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.