Perón, Rucci y el paraguas de la Militancia. En el calendario peronista, hoy es el Día de la Militancia. Una palabra que el kirchnerismo utilizó a su manera. Autor: Ceferino Reato.
Lloviznaba hace 43 años, aquel 17 de noviembre de 1972, cuando el charter que traía al general Juan Domingo Perón del exilio aterrizó en el aeropuerto de Ezeiza. El secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, fue a recibirlo a la pista y lo cubrió con un paraguas oportuno.
En el calendario peronista, el 17 de noviembre pasó a ser el Día de la Militancia, una palabra mágica ligada al altruismo de la política activa pero que el kirchnerismo asoció con la defensa apasionada y por lo general rentada de las posiciones del gobierno. Las que fueran: la privatización de YPF, el “suicidio” de Nisman, los subsidios, el Fútbol para Todos o la “inocencia” de Boudou.
Rucci fue uno de los protagonistas del retorno de Perón luego de más de diecisiete años de exilio. En aquel momento, la Juventud Peronista, hegemonizada por Montoneros, era todavía la “juventud maravillosa” de Perón y, por consiguiente, se llevaba bien con Rucci.
Gobernaba el general Alejandro Agustín Lanusse, última etapa de la llamada “Revolución Argentina”, y el país iba desembocando en una salida electoral. Muchos dirigentes peronistas seguían dudando si el chárter aterrizaría efectivamente en Ezeiza. Por un lado, recordaban el intento frustrado de 1964, cuando Perón solo pudo llegar hasta Río de Janeiro. Por otro, la dictadura de Lanusse machacaba con que a Perón “no le da el cuero” para volver.
No era un día “peronista” sino un viernes gris, frío y lluvioso. La CGT había dispuesto un paro general para recibir a Perón y la sede de la calle Azopardo se había convertido en el cuartel general del Operativo Regreso.
La última discusión en la CGT sobre si Perón regresaría a la Argentina o bajaría en Paraguay o en Uruguay ocurrió en aquella larga noche del jueves 16 al viernes 17. En un momento, cuando ya eran las 2 de la madrugada, apareció Rucci en calzoncillos, camiseta y pantuflas, camino al departamentito que tenía en la terraza.
“Muchachos, me van a perdonar pero falta poco para que llegue el General y yo me voy a dormir. No hay ninguna posibilidad de que esta vez no traigamos de regreso al General. Así que los que quieran quedase a dormir en la CGT son muy bienvenidos: agarren los primeros sillones que encuentren y acomódense. Buenas noches”, fueron sus palabras.
Los visitantes tardaron un poco en reaccionar. El teniente Julián Licastro lo codeó a Carlos Grosso, luego intendente de Buenos Aires, y le dijo: “¡Éste sí que es un conductor!”. A los quince minutos no quedaba nadie en la CGT. Todos se fueron a sus casas convencidos de que aquella vez el retorno iba en serio.
Perón, en tanto, venía en el avión de Alitalia fletado por Gianzarlo Elía Valori, un empresario italiano vinculado al Vaticano y a la logia Propaganda Due. Era una suerte de Arca de Noé del peronismo, en el que estaban representados todos los gajos del Movimiento: la política, el sindicalismo, la ciencia, el deporte, la cultura y el espectáculo, entre otros. Mezclaba, por ejemplo, a Héctor Cámpora, Isabel Perón, Carlos Menem y Antonio Cafiero con el cineasta y cantautor Leonardo Favio, la modelo Chunchuna Villafañae, la joven estrella Marilina Ross y “El Nene” Sanfilippo, el goleador de San Lorenzo; a sacerdotes como Carlos Mugica; a figuras de la derecha peronista como Lorenzo Miguel con personajes de la izquierda peronista como Eduardo Luis Duhalde.
Eran 153 pasajeros que se turnaban para sacarse fotos y charlar un rato con Perón, que a los 77 años aparentaba una salud de hierro.
Perón llegó y estuvo en el país algunas semanas. Su retorno definitivo se concretaría el año siguiente, el 20 de junio de 1973. Pero, el peronismo ya era otra cosa, surcado por un enfrentamiento sangriento entre sus distintas facciones que incluiría, por ejemplo,el asesinato de Rucci a manos de Montoneros.
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