El próximo 10 de diciembre el flamante ministro de Agricultura de la Nación, Carlos Casamiquela, dejará su cargo.
Para el Valle de Río Negro y Neuquén, su gestión pasó con más penas que glorias. Sobre este ingeniero agrónomo, graduado en Universidad Nacional de La Plata, existieron muchas expectativas. Su relación con la región daba por descontado el conocimiento que tenía sobre la realidad frutícola y las salidas que había que dar al sistema para que volviera a ser rentable. Pero las mieles del poder y de la burocracia pudieron más.
Poco hizo para torcer una política que dejó a cientos de productores y empresarios en la ruina. Desde su asunción, el sistema frutícola perdió más de 600 millones de dólares. Nada hizo al respecto.
Llegaba a la región a repartir motocicletas a los horticultores o abrir ferias que nunca cambiaron la inercia de los acontecimientos. Todo fue muy banal. Lamentable.
El Valle perdió una gran oportunidad. La dignidad de Casamiquela, también.
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