Desde su escritorio, donde está escribiendo un artículo sobre el Alzheimer en América Latina por encargo de una revista británica, el neurocientífico Facundo Manes mira el obelisco, pero piensa en las montañas. Es que acaba de pasar por Mendoza, donde brindó una charla apasionante sobre el cerebro humano y el valor del conocimiento.
“Sentí orgullo de ver una universidad con excelentes profesionales y una sociedad movilizada que quiere pensar a largo plazo”, dice al recordar el desborde de público que asistió a su disertación.
Manes recorre el país guiado por un sensato afán: aportar su “granito de arena” para que la sociedad civil de su país luche por una educación de calidad, como supo luchar en su momento por la democracia.
Entonces, la pregunta que hoy es portada de los diario se impone.
- ¿Cuál es tu opinión sobre el ingreso irrestricto a las universidades públicas?
- Tenemos que buscar la excelencia- afirma categórico-. Entiendo que con esta ley lo que buscan es incluir a todos, pero a veces los argentinos nos sentimos demasiado únicos. ¿Por qué tomar ese atajo? Hay que mirar a las otras universidades del mundo. Apuntar a las mejores. Funcionan de otra manera, premiando el esfuerzo con becas. Al estudiante que lo merece, el estado o la universidad lo tienen que cuidar y sostener. Pero no se puede nivelar para abajo.
- Mucho se habla de la crisis en la educación actual. De la abulia de los jóvenes. ¿Cuál es tu reflexión al respecto?
- Sí, suele echarse bastante la culpa a esa suerte de sesgo mental que hoy se observa entre los jóvenes. Pero ¿qué vas a hacer si vivís en una sociedad dónde todo vale lo mismo? ¿donde da igual la corrupción que el esfuerzo? Es la sociedad la responsable de pensar un contexto estimulante y creativo para ellos.
- ¿Cómo ves el futuro del país?
- Depende de la sociedad civil -repite el neurólogo, como si confirmara que ahí está el síndrome más complejo de nuestro tejido social-. Tenemos que dejar de esperar todo de los mandatarios. Es nuestra responsabilidad reclamar que la gente salga de la pobreza (la de nosotros, los que comemos todos los días, los que no somos pobres), poque la pobreza produce un impacto cerebral negativo.
Aunque el cerebro esté nutrido, una persona pobre está atrapada en el mecanismo mental de pensar sólo en el presente: ‘qué voy a comer’, ‘dónde voy a dormir’. Si no ayudamos a ese porcentaje de la población, no estará preparado para sobrevivir en el mundo moderno, porque sólo pensará en las próximas horas. Y no se trata de fomentar el clientelismo, se trata de construir entre todos salidas reales.
- ¿Cuáles? ¿Cómo?
- El desafío es solucionar los problemas a corto plazo, pero pensar en el largo plazo, tal como pensó la generación del ‘80, que puso en marcha políticas para erradicar el analfabetismo e instalar la educación pública, gratuita y laica. Debemos exigir un proyecto que apunte a la sociedad del conocimiento, que no es otra cosa que invertir en el capital humano.
Mendoza, hacia la Sociedad del Conocimiento
“El Cerebro Humano y el Valor del Conocimiento”, así se tituló la charla que brindó Facundo Manes el viernes en la Nave Universitaria y que formó parte del Seminario de la Sociedad de la Información y el Conocimiento del Centro de Asuntos Globales de la UNCuyo.
“El principal capital de una sociedad es el capital mental de los ciudadanos”, comezó el neurólogo. Y agregó: “la educación protege nuestro cerebro”.
¿Qué es la Sociedad del Conocimiento? Manes rescató la labor en Argentina de esa generación que pensó la educación pública; que se enfrentó en 1869 al 80% de analfabetismo y pensó una estrategia en la que en décadas siguientes lo disminuyó al 13%. “Pensar una sociedad más allá de nuestra vida biológica. Eso es un país”.
¿Qué factores determinan la Sociedad del Conocimiento? Primero, la erradicación de la pobreza. Y luego, educación de calidad, lo que implica - a nivel universitario- generar conocimiento original, investigar con estándares internacionales y situarse en lo más alto de América Latina. Por último, las empresas deben generar trabajo con valor agregado. “La riqueza de un país -afirma- se mide por el valor del capital humano, la educación, la ciencia y la tecnología; allí está la base del desarrollo social”.
En cuanto al rol docente, Manes destacó que “se necesita una revolución del método actual. Hoy hay que repensar la educación y revalorizar al docente”, señaló. Pues si bien un chico de 10 años con acceso a un celular tiene la información disponible, los docentes son los encargados de enseñarle qué hacer con ella, cómo buscar y procesar esa información, y cómo generar conocimiento con valor agregado.
Teniendo en cuenta que “no hay conocimiento sin creatividad”, también destacó que “debemos generar contextos creativos en los hogares, escuelas, clubes, trabajos, donde se valore el esfuerzo, solidaridad, gente inteligente, el mérito y la honestidad. Debemos luchar por el país que queremos, pensar el futuro pasándola bien”, finalizó.
Una mente brillante.
Vivió su infancia y adolescencia en Arroyo Dulce y Salto, Buenos Aires. Estudió en la Facultad de Medicina de la UBA, donde se graduó en 1992 y, luego, en la Universidad de Cambridge, Inglaterra (PhD in Sciences).
Una vez concluida su formación de posgrado en el exterior (Estados Unidos e Inglaterra) regresó al país con el firme compromiso de desarrollar recursos locales a fin de mejorar los estándares clínicos y de investigación en neurociencias cognitivas y neuropsiquiatría. Es rector de la Universidad Favaloro. Creó y dirige actualmente INECO (Instituto de Neurología Cognitiva) y el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
Publicado en Diario "Los Andes" de Mendoza, domingo 1° de noviembre de 2015.
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